Nunca he tenido una casa grande ni he vivido en una. Pasé toda mi infancia en el mismo departamento y luego, durante mis estudios, he transitado por varios espacios mas o menos pequeños. Pero han habido casas que tenían cierta importancia en mi vida. Primera es la cabaña en el medio del bosque que compraron mis abuelos artistas en los años sesenta, donde creció mi padre y donde pasábamos todos los fines de semanas y vacaciones enteras. Es una casa pequeña con un solo espacio abajo y la azotea para dormir. La otra casa que marcó mi vida era la casa de mi otra abuela, situada en una ciudad minera en el norte de Bohemia. Esta sí era una villa grande, con un pasado bastante dramático. Los papás de mi madre se casaron en los últimos años de la guerra segunda y siendo hijos de campesinos no tenían nada. Al terminar la guerra nos han devuelto las zonas ocupadas por los alemanes durante tan llamado Protectorado. En esos territorios vivían muchos alemanes, ya por generaciones, tenían sus tierras y propiedades, vivían ahí al lado de los checos cientos de años. Esas familias después de la guerra han sido expulsadas sin importar si colaboraban o no con los nazis, fueron expulsados por su origen nomás. Y por la misma razón se ha desocupado tambien la villa a la que, entre otras familias, ha venido a vivir la joven pareja de mis abuelos. La villa se ha vuelto propiedad del estado que les adjudicó un piso. Allí nació y creció mi madre. Con los años las otras familias se habían ido y mi abuelo ha podido poco y poco comprar la casa. Cuando yo era niña visitábamos la abuela una vez al año, en los veranos. El viaje era largo, había que cruzar todo el país. Tomábamos un tren nocturno y el día sigueinte llegábamos. Ya solo el viaje era una aventura. Mis papás con dos mochilas, a las que tenía que entrar todo para ellos y sus tres hijos... La villa se hallaba dentro de un jardín grande con árboles de manzanos y unas colmenas que quedaron de mi abuelo apicultor. De sus ventanas se veía el río Elbe, un río bien grande, y encima del río se alzaba un castillo medieval de piedra...
En las dos casas he vivido unos tiempos felices, tiempos en los que me sentía segura y protegida. Las estoy recordando porque en mis sueños siempre paseo por unas casas así. No son exactamente las mismas, pero son casas que en algun momento conocía y vuelvo a ellas despues de mucho tiempo. No es el mismo sueño que se repita, son diferentes las casas, pero la historia se parece. Entro a la casa que en principio ni sé que la conocía. Es una casa deshabitada pero con los muebles y cosas adentro. Me gusta entrar a lugares así, me gusta encontrar y rescatar objetos abandonados por otra gente. Pero mientras paseo por sus espacios, voy descubriendo objetos que me son familiares, y de pronto reconozco en ellos cosas que en algun momento tenía o los tenía algun pariente mío. Me alegro por aquel descubrimeinto, me sorprendo por haberme olvidado de la existencia de esta casa y de todos sus tesoros. En algunos de mis sueños sé que es una casa que conocía pero al entrar a ella voy descubriendo otros cuartos y espacios de los que no tenía ni idea a pesar de haber vivido allí por mucho tiempo. A veces encuentro un jardín o un balcón que me hubiera encantado tener antes. Me arrepiento pensando que tonta e ignorante he estado en todo aquel tiempo viviendo allí sin haber abierto la puerta que conducía al jardín (balcón o otro cuarto). No entiendo como no me había fijado de esa puerta antes. Pero sé que ya no puedo volver a vivir en esa casa. Y sé que no seré yo quién gozará de esos nuevos espacios.
Hoy soñé una casa en la que encontré unas plantas mías. Siempre me gusta tener mis plantas, cuidarlas y ver como crecen. La gente dice que tengo buena mano con las plantas. Pero cuando viajo las tengo que dejar con otra gente y no siempre les va tan bien. En este sueño encuentro mis plantas muy mal. Lo que pasó al parecer es que me había olvidado de ellas. No sé por donde andaba, pero se quedaron sin alguien quien les echara el agua y cuidara de ellas. Parece que me había ido por mucho tiempo y la gente de la casa se había ido. Y no solo se han quedado descuidadas sino parece que alguien intentó a matarlas. Las macetas estaban rotas y sus troncos tenían cortes de cuchillo. Muchas de ellas estaban secas, otras a punto de morir. Me arrepentí de haberlas dejado. Pero ya era tarde. Me puse a llorar. Me desperté.
27 dic 2009
6 dic 2009
Pequeña muerte
Estoy por irme. Y no quiero. Por cuanta vez me está pasando y cuantas veces más volverá a pasar? No debería mejor acostumbrarme, aceptar lo que yo misma he escogido? Pero es que es imposible acostumbrarse, odio las despedidas, no soporto las rupturas, no quiero que el tiempo se me acabe y no me gusta pensar que las cosas seguirán sin que yo formara parte de ellas. Como una pequeña muerte. Una vez aquí y otra vez allá...
Ir y volver, es lo que hago. No me hace bien, y no hace bien a la gente que me quiere. Pero, qué es lo que debería hacer? Dejar de ir? Ir y no volver? Quedarme? En donde? Hay tantas preguntas y tan pocas respuestas. Tengo miedo de decidirme. Tengo miedo de equivocarme. Tengo miedo de lastimar a mis proximos y tengo miedo de engañarme a mí. Tengo miedo de quedarme sola donde sea.
Es curioso ver como las cosas que creíamos manejar de repente nos alcanzan y se vuelven un obstáculo que nos impide seguir. Me doy cuenta que no soy tan libre ni independiente como pretendía. Que no soy fuerte, ni tan estable. Que soy insegura. Que no sé.
6 nov 2009
Acerca del trabajo
Para ir de mi casa al supermercado camino unas cuatro, cinco cuadras. Encuentro a varios guachimanes por el camino. La mayoría ya me conoce y me saluda. En la casa vecina hay dos, uno del día y otro de noche. En la esquina hay otro, en Saenz Peña hay por lo menos cuatro. En la siguiente cuadra hay uno mas y de vuelta por el malecón hay otros cuidando los edificios con la vista al mar. Son unos hombres jovenes y fuertes, y lo único que hacen es que estén todos los días o noches parados en la calle sin hacer nada. No quiero decir que fuera un trabajo facil, es duro aguantar el frío y no dormirse en la noche. Pero debe ser tambien terriblemente aburrido. Me pregunto que tanta satisfacción les puede traer. Se sienten realizados en sus vidas o les basta con que tengan un trabajo estable para poder mantener sus familias? Cuantos hombres así desperdician la energía para supuestamente proteger el sueño y propiedades de otros? Cuanta seguridad nos brinda un solo hombre semidormido? Y hay realmente tanto peligro para que sea necesario todo esto?
Pienso que preferiría hacer cualquier otra cosa. Fabricar o cultivar algo, aprender algun oficio. Cocinar. Limpiar. Cuidar niños. Manejar un taxi. No sé, simplemente hacer algo y no solo estar parada en una esquina. Sé que no es facil encontrar un trabajo bueno sin calificación alguna. O incluso con ella. Me parece que en el Perú hay un desprecio hacía el trabajo manual. Antes de graduarme he trabajado en diferentes áreas. Siempre han sido unos trabajos temporales para poder pagar mis gastos durante los estudios. Es una cosa bastante común en la República Checa. La educación es gratis, pero los estudiantes trabajan para pagar sus alquileres y todo lo demás. Algunos trabajan solo en verano, otros todo el año. Yo he trabajado de mesera, de mucama, de niñera, limpiando, lavando ventanas, y también en construcción y en agricultura (cosechando papas, tomates o manzanas). Algunos de los trabajos me han gustado mas, otros menos, pero considero importante tener la experiencia. Quizás fue igual de importante como haber estudiado, porque puedo imaginar que tan difícil podría ser mi vida sin haberlo hecho y así valorar el trabajo de la gente que no ha tenido la misma suerte que yo.
En el Perú las cosas son diferentes. Hay gente de los que se espera que hagan los trabajos manuales, y hay otros, que simplemente no los harían. Hay gentes que viven sus vidas rodeados de personas, que les ayudan a vivirlas. Estaría bien si para esta gente el ayudar a los otros sería solo un trabajo. Porque el trabajo, según como yo lo entiendo, es algo que nos gusta hacer o nos da medios para vivir. Idealmente son las dos cosas a la vez. Pero, para que le sirve la plata que gana a una empleada "cama adentro", si no para vivir su propia vida? Qué es lo que gana, que es lo que aprende? Quizás puede comprarse ropa, puede tener su televisor, puede salir de noche con sus amigas. Pero le da tiempo para tener un novio? Gana lo suficiente como para estudiar una carrera si bien tuviera tiempo para su turno de noche? Que es lo que aprende sobre el mundo y que es lo que podrá enseñar a sus hijos?
Y que es lo que aprende un niño, que pasa todo el día con una niñera? Va pensar que es una cosa normal que una mujer que no sea su madre le dedique su vida entera, sin tener derecho alguno de ser tratada como la madre. Su trabajo es darle todo su cariño sin poder recibir el amor correspondiente del niño. Esa no es una relación sana para ninguno de los participantes. Pienso que está bien ser una madre trabajadora, está bien pagar a una persona que cuide mi hijo mientras yo no puedo estar, pero no le puedo pedir a nadie que no tenga su propia vida y que la dedique a mí o a mi hijo. Para que sirve tener hijos y no poder estar con ellos?
No me haría feliz limpiar una casa sin tener la posibilidad de limpiar tambien la mía. Me haría muy triste criar un niño que nunca me llamara mamá. Y tampoco me imagino vivir al lado de alguien sin compartir mi vida con él, saber, que aunque tenga la misma edad que mis hijos, vive en un cuarto de 4 m cuadrados al lado de la cocina. No me gustaría que mis hijos crecieran en un ambiente así, que se acostumbraran de ello. No me parece bien no aprender a limpiar lo que ensucio y no saber preparar nada de lo que como. No.
Tal vez habría mas seguridad si los guardiánes pasaran las noches en sus casas. Habría mucho menos niños infelices si las madres estuvieran con sus hijos. Las empleadas no deben hacerme un favor trabajando para mí, ni yo a ella dándole ese trabajo. Debería ser un servicio como cualquiera, un trabajo que a ella le permita tener su propia cama "afuera". Todos deberían tener su propia vida tal como pueden hacerla. Sería mejor si el trabajo solo fuera trabajo y no el destino.
Pienso que preferiría hacer cualquier otra cosa. Fabricar o cultivar algo, aprender algun oficio. Cocinar. Limpiar. Cuidar niños. Manejar un taxi. No sé, simplemente hacer algo y no solo estar parada en una esquina. Sé que no es facil encontrar un trabajo bueno sin calificación alguna. O incluso con ella. Me parece que en el Perú hay un desprecio hacía el trabajo manual. Antes de graduarme he trabajado en diferentes áreas. Siempre han sido unos trabajos temporales para poder pagar mis gastos durante los estudios. Es una cosa bastante común en la República Checa. La educación es gratis, pero los estudiantes trabajan para pagar sus alquileres y todo lo demás. Algunos trabajan solo en verano, otros todo el año. Yo he trabajado de mesera, de mucama, de niñera, limpiando, lavando ventanas, y también en construcción y en agricultura (cosechando papas, tomates o manzanas). Algunos de los trabajos me han gustado mas, otros menos, pero considero importante tener la experiencia. Quizás fue igual de importante como haber estudiado, porque puedo imaginar que tan difícil podría ser mi vida sin haberlo hecho y así valorar el trabajo de la gente que no ha tenido la misma suerte que yo.
En el Perú las cosas son diferentes. Hay gente de los que se espera que hagan los trabajos manuales, y hay otros, que simplemente no los harían. Hay gentes que viven sus vidas rodeados de personas, que les ayudan a vivirlas. Estaría bien si para esta gente el ayudar a los otros sería solo un trabajo. Porque el trabajo, según como yo lo entiendo, es algo que nos gusta hacer o nos da medios para vivir. Idealmente son las dos cosas a la vez. Pero, para que le sirve la plata que gana a una empleada "cama adentro", si no para vivir su propia vida? Qué es lo que gana, que es lo que aprende? Quizás puede comprarse ropa, puede tener su televisor, puede salir de noche con sus amigas. Pero le da tiempo para tener un novio? Gana lo suficiente como para estudiar una carrera si bien tuviera tiempo para su turno de noche? Que es lo que aprende sobre el mundo y que es lo que podrá enseñar a sus hijos?
Y que es lo que aprende un niño, que pasa todo el día con una niñera? Va pensar que es una cosa normal que una mujer que no sea su madre le dedique su vida entera, sin tener derecho alguno de ser tratada como la madre. Su trabajo es darle todo su cariño sin poder recibir el amor correspondiente del niño. Esa no es una relación sana para ninguno de los participantes. Pienso que está bien ser una madre trabajadora, está bien pagar a una persona que cuide mi hijo mientras yo no puedo estar, pero no le puedo pedir a nadie que no tenga su propia vida y que la dedique a mí o a mi hijo. Para que sirve tener hijos y no poder estar con ellos?
No me haría feliz limpiar una casa sin tener la posibilidad de limpiar tambien la mía. Me haría muy triste criar un niño que nunca me llamara mamá. Y tampoco me imagino vivir al lado de alguien sin compartir mi vida con él, saber, que aunque tenga la misma edad que mis hijos, vive en un cuarto de 4 m cuadrados al lado de la cocina. No me gustaría que mis hijos crecieran en un ambiente así, que se acostumbraran de ello. No me parece bien no aprender a limpiar lo que ensucio y no saber preparar nada de lo que como. No.
Tal vez habría mas seguridad si los guardiánes pasaran las noches en sus casas. Habría mucho menos niños infelices si las madres estuvieran con sus hijos. Las empleadas no deben hacerme un favor trabajando para mí, ni yo a ella dándole ese trabajo. Debería ser un servicio como cualquiera, un trabajo que a ella le permita tener su propia cama "afuera". Todos deberían tener su propia vida tal como pueden hacerla. Sería mejor si el trabajo solo fuera trabajo y no el destino.
8 oct 2009
La soledad
Siempre escucho historias de gente que buscan la felicidad en una relacion y no la encuentran. No encuentran a la persona con la que podrían compartir sus vidas. Siempre creí que la soledad para mí fue algo natural pero, en verdad, nunca estuve sola. Siempre compartía mi vida con alguien de quien creía depender mi felicidad. Pero por alguna razón atraía a los hombres eternamente infelices. Cuando la infelicidad fue demasiada, me iba. No fue facil, simpre intentaba a soportarla pero al fin aprendí a distinguir mi propia infelicidad de la de ellos. Me había demorado años. Pero al deshacerme de la carga, mi propia infelicidad ya no pesaba nada. Fue un gran alivio darme cuenta que mi felicidad no dependía de nadie. Cuando creí que por fin podía estar sola y disfrutarlo, conocí a alguien tan feliz como yo. Alguien quien no me necesitaba para transmitirme sus penas. Fue un gran descubrimento. Desde entonces tengo mas espacio para mis propios desgarros. Es boníto tener a alguien a quien pueda contar todas mis debilidades y así recargar mis fuerzas. Pero tambien veo que con ciertas cosas estaré sola siempre. Existen cosas incomunicables y cosas a las que no hay respuestas conciliadoras.
Somos solos. Saberlo da miedo y aceptarlo es lo mas difícil. Parece que en la vida hacemos todo lo posible para olvidarnos de la soledad. Buscamos el amor, nos rodeamos de amigos, tenemos hijos. Todo eso nos ayuda a vivir pero en realidad seguimos solos y eso no cambia. Y aunque suene raro, el darme cuenta de ello me tranquiliza. Me asusta tambien pero me hace ver mis relaciones de otra perspectiva, quizás mas realista. Ya no las veo como algo que me salve de mi soledad. Mas bien es algo que me ayuda a vivir con ella. Me permite sentirme mas libre y la vez responsable por mi propia (in)felicidad.
Somos solos. Saberlo da miedo y aceptarlo es lo mas difícil. Parece que en la vida hacemos todo lo posible para olvidarnos de la soledad. Buscamos el amor, nos rodeamos de amigos, tenemos hijos. Todo eso nos ayuda a vivir pero en realidad seguimos solos y eso no cambia. Y aunque suene raro, el darme cuenta de ello me tranquiliza. Me asusta tambien pero me hace ver mis relaciones de otra perspectiva, quizás mas realista. Ya no las veo como algo que me salve de mi soledad. Mas bien es algo que me ayuda a vivir con ella. Me permite sentirme mas libre y la vez responsable por mi propia (in)felicidad.
30 sept 2009
En Lima
Lima. Una vez más tengo la oportunidad de hundirme en ella y através de la neblina tratar de ver las cosas con mas claridad. Me gusta volver pero no me emociono de estar aquí. Me gusta y no me gusta, creo que necesito de contradicciones. Hasta ahora no llego a descifrar la razón por la cual no puedo dejar de extrañar el Perú. Pero ya ni trato de entender, simplemento lo acepto. Cuando la gente me pregunta por qué he venido, no sé contestar bien, y es que no vengo a hacer algo realmente especial, algo que no podría hacer en Praga. No. Es que solo quiero estar, estar un tiempo tratando de explorar más del extraño vínculo que tengo con este lugar.
En los últimos días que estaba viendo la tele y leyendo los periódicos, tratando de enterarme de lo que está pasando en el Perú, me llamó la atención la crítica del (no)funcionamiento de los espacios públicos en Lima, los proyectos absurdos de los alcaldes, invirtiendo en obras que al final no le sírven mucho al público. Lo cierto es que el espacio público en Lima es muy difícil de habitar. Muy rara vez se permite a la gente que lo usara según como ellos quisieran. No está hecho para agradar sino mas bien para impresionar, para representar al alcalde, decir: miren cuanto he invertido en ustedes. Y sí, muchas veces solo es para mirar. El césped está para que se cuide, no para que crezca y menos para que la gente se siente o acueste en él. Es algo que daría mal impresión, atraería gente no tan representativa. Hay que mantenerlo todo en orden, el césped, las plantas, los arbustos, todo bien dominado, nada demasiado natural (que lo salvaje se quede en el campo). Y todo bien vigilado (te estamos protegiendo), pero no para que te sientas a gusto, sino para ayudar a mantener la orden, una orden que muchas veces es absurda, que impide hacer cosas que permitirían identificarse mas con el lugar, como por ejemplo hacer la parrillada en un parque que está al frente de mi casa. Y si no me permiten usar el espacio, tampoco voy a aprender a cuidarlo, porque no lo voy a considerar mío.
Esa sensación la conozco. Eso de sentir miedo en mi propio país, la desconfianza hacía los demas, la obligación de cumplir las ordenes sin sentido, el sentirse atrapado y culpable siempre... La experiencia de vivir en un sistema autoritario no parece ser muy diferente de la experiencia de un peruano. Estar emitido a una subestimación constantánea, ser considerado insuficiente de hacer decisiones independientes y por eso requerir de una autoridad que conozca mejor de nuestras necesidades.
La gente no se siente comprometida con el mundo que los rodea. No siente la responsabilidad porque no son ellos quienes hagan las decisiones. No se sienten obligados de cuplir las leyes porque no se identifican con las autoridades que las habían creado. La culpa se le echa a la autoridad. Donde no hay libertad, no hay responsabilidad. Pero me pregunto porque esto pasa en el Perú, donde la gente elije sus autoridades en unas elecciones democráticas? Me imagino que tendrá que ver con el concepto colonial que se va arrastrando através de los ciglos por todo lo que pasa en este país.
El proceso del cambio de un sistema autoritario hacía una sociedad civil lo asemejaría al paso de la infancia hacía la madurez. Se trata de admitir que a parte de ser un idivíduo formo parte de una família o de una sociedad, y que tengo obligaciones hacía ella. Pero, eso es lo mas difícil y se aprende con el tiempo. Y, en general, primero hay que pasar por una revuelta en contra la autoridad, para definirnos quienes somos como indivíduos. En este sentido los checos aún no alcanzamos a salir de la pubertad. En el caso de Perú me parece que sigue en una infancia prolongada y no muy idílica. Es un niño muy listo pero un poco facilista. Aún debe seguir en el colegio, ya ha aprendido a contar, pero falta que aprenda a leer y escribir. Cuando lo sepa, de repente se dará cuenta de todo lo que puede hacer y cuanto valor tiene.
27 sept 2009
NY
Mi primera vez en New York, mi primera vez en los Estados Unidos. De todo América lo único que hasta ahora he conocido fue Perú. No me imaginaba llegar hasta aquí, o sí, lo imaginaba, pero sabía bien que era el ejemplar de la persona al que jamas iban a dar la visa. Me resistía a pasar todo el trámite tan complicado y caro para que al final me dijeran que no. Incluso en mis viajes a Perú siempre buscaba pasajes directos para no tener que pedir siquiera la visa de tránsito. Me obstiné en no viajar a los EEUU antes de que no se cancelara la visa para los checos. Y ahora estoy aquí, en medio de Manhattan. A quién no le gusta ser parte de UE? A mí me encanta!
Durante el comunismo los EEUU para los checos eran una especie de mito. La gente estaba fascinada por todo lo que tenía que ver con el país "enemigo mas grande que quiere destruir nuestro mundo justo y democratico". Era lógico que había que prohibir todo lo que la gente adoraba tanto de la cultura norteamericana: la música, literatura, la forma de vestirse... En los años 50 podían detener o arrestar a los chicos admiradores del rocknroll solo por llevar el peinado de Elvis. Tanto miedo les daba. En las peliculas de lejano oeste que llegaban a los cines se mostraba la opresión del indio y el maltrato de los negros esclavos. Eso era parte de la propaganda así que podía ser mostrado. Pero los jovenes las apreciaban por otros motivos. Les gustaba la aventura, la naturaleza y el valor de los protagonistas. Les daba igual si se trataba de los indios o de vaqueros. Cualquiera era mas atractivo que los héroes del comunismo que les presentaban las autoridades.
En esa atmósfera han crecido mis padres y en una atmósfera no muy diferente he crecido yo. Por supuesto que en mi infancia ya todo estaba mas relajado, pero el acceso a los productos de América (bajo ese término los checos entedemos los EEUU) no mejoraba. Las cosas que llegaban por vías ilegales se vendían "bajo la barra" o sea en unas ventas informales que muchas veces se realizaban en las mismas tiendas del estado. Después de la caída del muro el mercado se abrió, la gente estaba ansiosa de comprar, leer y ver todo lo que antes no podía. Al cine llegaban películas de todo tipo, las películas eróticas las pasaban en los cines públicos. Empezó a salir un montón de libros, sobre todo los títulos que antes jamás hubieran sido aprobadas por la comision de censura. La gente empezó a ir a las iglesias, hacían yoga o se volvían budhistas o vegetarianos. De repente todo era posible. Fue una época embriagante.
De repente se podía salir del país, cruzar la frontera, viajar. Hasta ese momento yo había cruzado la frontera dos veces, una a la RDA, y la otra a Yugoslavia. Me acuerdo de nuestro primer viaje a Viena. Mañana temprano nos subimos a un bus con la mochila llena de sanguches y pasamos un día en Viena. Fuimos a una tienda de IKEA donde no fuimos a comprar sino ver las ultimas tendencias de diseño. Como si fuera una exposicion. Me sentí como la Alicia en el país de maravillas. Luego fuimos a una tienda de alpinismo y mi hermana se compró 10cm de cada cuerda, con los que luego se fabricó unas pulseras coloridas. Nada mas recuerdo.
Y bueno, ahora estoy en América, y me pregunto como se siente. Y no tengo la respuesta. Me doy cuenta que no puedo dejar de comparar la realidad con lo que antes me imaginaba. Es extraño, porque todo me es tan conocido sin haberlo visto nunca. O sí? Claro! Esa sensación que tengo viene de los libros que he leído y sobre todo de todas las películas que he visto. Creo que los EEUU es un país más mostrado en el cine, mas que cualquier otro país del mundo. El cine ha influido tanto mi punto de vista que con cada paso mío por las calles newyorkinas se me revelan imágenes, cada lugar lo tengo asociado con una escena que alguna vez había visto. Los policías de NYPD persiguiendo los delincuentes por la escalera de incendios en una calle estrecha y llena de basura. El inspector Kojak deteniendo los miembros de mafia en el barrio chino. Meg Ryan corriendo en el parque cerca del río, mientras que el futuro amor de su vida está pasenado su perro por ahí cerca (aún no se conocen). El crepúsculo en Central park, el sicópata en el oscuro túnel está esperando a su inocente víctima. Los detectives de CSI investigando en la Biblioteca nacional unos asesinatos causados por un libro contaminado con la radiación. Carrie Bradshaw, vestida en uno de sus modelitos extravagantes, en la escalera de su casa despidiendose de beso de su futuro, presente o ex-amante...
Las películas que vemos son historias que no vivimos pero hemos tenido la oportunidad de imaginar como sería vivirlas. Nos permiten pensar como acturíamos en situaciones que no hemos experimentado. Aceptamos las historias como parte de nuestra experiencia, nuestra memoria y recuerdos. Y como tales entran a nuestra inconsciencia, a nuestros sueños. Los sueños a veces parecen películas. (Que forma tenían los sueños antes de que se había inventado el cinematógrafo?)
Me imagino que uno se acostubra de todo. Pero yo dentro de las tres semanas en Nueva York no dejaba de reconocer las imagenes que se revelaban en mi mente. Y es justo así, ni mejor ni peor, cada de las películas muestra parte de la verdad. El cine americano es un retrato muy complejo y mas fiel de la sociedad que lo había creado.
24 ago 2009
Las idas y vueltas
Estoy preparandome para el viaje. Me quedan unos pocos días aquí, quisiera vivirlos como si nada, pero es imposible. El viaje ya se ha instalado en mí, en mi cabeza y en el estómago y no me deja en paz. Hablo de los viajes que de alguna manera forman nuestras vidas, los viajes que a mí me llevaron a escribir este blog. Los viajes que generan expectativas y tambien temores. Es un experimento en el que se debe intercambiar la certidumbre por la curiosidad, y la tranquilidad por una experiencia con un fin inseguro.
Los viajes que pienso y deseo cuando ninguno está en el horizonte son los más atractivos. Los inalcanzables. Cuando uno compra el pasaje y ya tiene una fecha concreta de la partida, la atractividad del viaje se disminuye día a día, hasta llegar los últimos que son los peores. Uno aún no está allí pero tampoco está aquí del todo, porque no puede hacer los planes del futuro con los demás. Es un tiempo que solo hay que dejar que pase.
En esos días uno se da cuenta de las cosas que está dejando atrás. De repente las cosas invisibles se hacen significantes. Porque al fin son ellas que forman nuestras vidas. Y son ellas que extrañamos después de estar más tiempo fuera del hogar. Cuando sufrí mi último „homesick“ grave, me puse a extrañar incluso las cosas que hasta ese momento no sabía que me gustaban. Comidas que se consideran típicas checas pero que casi nunca como. Ver las teleseries policiacas en la madrugada después de que se acaba la fuerza para trabajar. Comer las tostadas de pan viejo en la cama. Lo mas cotidiano que normalmente no considero importante, como ordenar mi casa, regar las plantas y tender la ropa limpia en el balcón de repente se vuelven algo que me define, sin que no sería yo.
Y luego hay momentos que no siempre valoro pero son los que me hacen saber donde tengo la casa. Los que hacen que vuelva. Es dormirse y levantarse al lado de la persona querida. Acariciar las mejillas de mi sobrino. Ir donde mis padres, caminar en el bosque. Poder habitar el paisaje de mi infancia, donde no tengo que estar curiosa, ni abierta, ni atenta. Donde solo puedo ser.
Sí, estoy teriblemente sentimental, pero de pronto se me pasa. Cuando cierro la puerta de mi casa y subo al metro con mi mochila rumbo al aeropuerto, cuando el avión se despega de la tierra, el peso se queda abajo y me invade esa extraña especie de felicidad sin motivo, o sin un motivo que se podría describir bien con las palabras. Y si se hace, suena cursi: la felicidad de vivir en un mundo donde las cosas pasan.
Los viajes que pienso y deseo cuando ninguno está en el horizonte son los más atractivos. Los inalcanzables. Cuando uno compra el pasaje y ya tiene una fecha concreta de la partida, la atractividad del viaje se disminuye día a día, hasta llegar los últimos que son los peores. Uno aún no está allí pero tampoco está aquí del todo, porque no puede hacer los planes del futuro con los demás. Es un tiempo que solo hay que dejar que pase.
En esos días uno se da cuenta de las cosas que está dejando atrás. De repente las cosas invisibles se hacen significantes. Porque al fin son ellas que forman nuestras vidas. Y son ellas que extrañamos después de estar más tiempo fuera del hogar. Cuando sufrí mi último „homesick“ grave, me puse a extrañar incluso las cosas que hasta ese momento no sabía que me gustaban. Comidas que se consideran típicas checas pero que casi nunca como. Ver las teleseries policiacas en la madrugada después de que se acaba la fuerza para trabajar. Comer las tostadas de pan viejo en la cama. Lo mas cotidiano que normalmente no considero importante, como ordenar mi casa, regar las plantas y tender la ropa limpia en el balcón de repente se vuelven algo que me define, sin que no sería yo.
Y luego hay momentos que no siempre valoro pero son los que me hacen saber donde tengo la casa. Los que hacen que vuelva. Es dormirse y levantarse al lado de la persona querida. Acariciar las mejillas de mi sobrino. Ir donde mis padres, caminar en el bosque. Poder habitar el paisaje de mi infancia, donde no tengo que estar curiosa, ni abierta, ni atenta. Donde solo puedo ser.
Sí, estoy teriblemente sentimental, pero de pronto se me pasa. Cuando cierro la puerta de mi casa y subo al metro con mi mochila rumbo al aeropuerto, cuando el avión se despega de la tierra, el peso se queda abajo y me invade esa extraña especie de felicidad sin motivo, o sin un motivo que se podría describir bien con las palabras. Y si se hace, suena cursi: la felicidad de vivir en un mundo donde las cosas pasan.
19 ago 2009
1!
Supersensación cumple un año.
Quisiera agradecer a todos los que se han dado el trabajo de leerme y dialogar conmígo. Gracias a otros bloggers, sobre todo a Talía, por inspirarme a compartir algo de mi vida con los demás. Gracias tambien a aquellos que no dejan de darme el ánimo que a veces falta para que sigua escribiendo. Gracias por volver a leer a pesar de los largos silencios que de vez en cuando me invaden. Gracias a este espacio virtual que permite compartir cosas reales.
4 ago 2009
La perfección
Uno pensaría que debiera motivarle cuando su esfuerzo sea valorado. No obstante a mí a veces me produce un efecto opuesto. Claro que me alegra saber que haya gente que les interese lo que escribo pero me hace pensar en las expectativas que genero en ellos. Y esas expectativas me paralizan un poco. Soy consciente de que son unas expectativas imaginarias y que mis desgarros no le vayan a quitar el sueño a nadie. Cuando empecé a escribir este blog no esperaba nada. No sabía porqué ni para quién lo hacía. Y ahora, sabiendo de que alguien me lea, que visite la página para ver que hay de nuevo mientras que yo no publico nada, pues eso me intimida.
Me acuerdo cuando una chica que conozco desde la infancia ha publicado su primer libro con bastante éxito. En las entrevistas siempre le preguntaban sobre su próximo libro. Y yo pensé que simplemente no podía dejar de escribir si bien quisiera. De repente se ha vuelto una escritora de la que se esperaban más y más libros...
Si lo pienso bien lo que me asusta es la responsabilidad por lo que hago. Seguir con la tarea que me propuse y llevarla a un cabo. E ir mejorando, madurando, perfeccionando. Pero cada vez más se me hace obvio que las expectativas no son de nadie sino mías. Igual que la inseguridad y el miedo de no ser capaz de cumplir mi propuesta. Soy yo entonces quién se paraliza a sí mismo.
Desde niña tenía la facilidad para varias cosas. Aprendía rápido, a veces más rápido que los demás, pero al alcanzar cierto nivel que me bastaba para realizar mis objetivos dejaba de esforzarme. Como si fuera una cuestion de supervivencia, aprendía una y otra cosa sin la necesidad de llegar a la perfección. Era lógico que mis compañeros que no tenían los intereses tan dispersos y escogían una sola área de pronto me superaban. Pero es que yo si me dedicaba a una sola cosa me sentía atrapada. Andaba cambiando de rumbos queriendo probar todo, sentía la necesidad de vivir varias vidas, tal vez para liberarme de la responsabilidad de ser buena en la una que tenía. Recuerdo haber querido aprender a tocar el violín y ahí mis padres ya me pararon, me dijeron que mejor me concentrara al dibujo. Hasta hoy no sé tocar ningún instrumento.
El dibujo. Lo único que no escogí pero que nunca dejé de hacer. En mi familia el arte era algo tan común y natural, que no aprendí a valorarlo. Pensaba que todos podían hacerlo. Me acuerdo que cuando tenía 18, al acabar los cuatro años de estudios de arte*, me sentía completamente inútil, envidiaba a los que estudiaron para ser carniceros o cocineros, porque tenían un camino claramente marcado sin tener que pensar porqué y para quién trabajaban. No me aceptaron en Bellas artes pues me quedé un año sin empleo y haciendo de todo, menos el arte. Estaba esperando que alguien me necesite pero solo buscaban las cajeras o secretarias. El siguiente año entré a Bellas artes y me propuse disfrutar de los estudios sin pensar mucho en que me esperara después.
No sé si fue la mejor idea pero la pasé bien y con el tiempo aprendí más o menos a superar el hecho de hacer algo que aparentemente no sea tan necesario, útil o que ayudara directamente a alguien. Apreciando el trabajo de otros trato de aprender a valorar el mío. Hasta ahora me cuesta, pero hago lo que sé hacer mejor de todo. Y de vez en cuando me pongo a coser, restaurar muebles, reparar las bicicletas o a escribir para quitarme el peso de encima. Porque, al fin, lo que se disfruta es lo que cuenta y no hay que ser bueno en todo. Y además, es una buena excusa eso de escribir en otro idioma... no?
*El sistema educativo checo: 8(hoy 9) años el colegio (obligatorios), 4 años la secundaria(high school), 5-6 años la universidad (en mi caso Bellas artes)
Me acuerdo cuando una chica que conozco desde la infancia ha publicado su primer libro con bastante éxito. En las entrevistas siempre le preguntaban sobre su próximo libro. Y yo pensé que simplemente no podía dejar de escribir si bien quisiera. De repente se ha vuelto una escritora de la que se esperaban más y más libros...
Si lo pienso bien lo que me asusta es la responsabilidad por lo que hago. Seguir con la tarea que me propuse y llevarla a un cabo. E ir mejorando, madurando, perfeccionando. Pero cada vez más se me hace obvio que las expectativas no son de nadie sino mías. Igual que la inseguridad y el miedo de no ser capaz de cumplir mi propuesta. Soy yo entonces quién se paraliza a sí mismo.
Desde niña tenía la facilidad para varias cosas. Aprendía rápido, a veces más rápido que los demás, pero al alcanzar cierto nivel que me bastaba para realizar mis objetivos dejaba de esforzarme. Como si fuera una cuestion de supervivencia, aprendía una y otra cosa sin la necesidad de llegar a la perfección. Era lógico que mis compañeros que no tenían los intereses tan dispersos y escogían una sola área de pronto me superaban. Pero es que yo si me dedicaba a una sola cosa me sentía atrapada. Andaba cambiando de rumbos queriendo probar todo, sentía la necesidad de vivir varias vidas, tal vez para liberarme de la responsabilidad de ser buena en la una que tenía. Recuerdo haber querido aprender a tocar el violín y ahí mis padres ya me pararon, me dijeron que mejor me concentrara al dibujo. Hasta hoy no sé tocar ningún instrumento.
El dibujo. Lo único que no escogí pero que nunca dejé de hacer. En mi familia el arte era algo tan común y natural, que no aprendí a valorarlo. Pensaba que todos podían hacerlo. Me acuerdo que cuando tenía 18, al acabar los cuatro años de estudios de arte*, me sentía completamente inútil, envidiaba a los que estudiaron para ser carniceros o cocineros, porque tenían un camino claramente marcado sin tener que pensar porqué y para quién trabajaban. No me aceptaron en Bellas artes pues me quedé un año sin empleo y haciendo de todo, menos el arte. Estaba esperando que alguien me necesite pero solo buscaban las cajeras o secretarias. El siguiente año entré a Bellas artes y me propuse disfrutar de los estudios sin pensar mucho en que me esperara después.
No sé si fue la mejor idea pero la pasé bien y con el tiempo aprendí más o menos a superar el hecho de hacer algo que aparentemente no sea tan necesario, útil o que ayudara directamente a alguien. Apreciando el trabajo de otros trato de aprender a valorar el mío. Hasta ahora me cuesta, pero hago lo que sé hacer mejor de todo. Y de vez en cuando me pongo a coser, restaurar muebles, reparar las bicicletas o a escribir para quitarme el peso de encima. Porque, al fin, lo que se disfruta es lo que cuenta y no hay que ser bueno en todo. Y además, es una buena excusa eso de escribir en otro idioma... no?
*El sistema educativo checo: 8(hoy 9) años el colegio (obligatorios), 4 años la secundaria(high school), 5-6 años la universidad (en mi caso Bellas artes)
2 jul 2009
Las vacaciones
No, no me gustaba ir al colegio. En el principio me resistía, lloraba, pero luego me había acostumbrado. No tenía amigos buenos en mi clase, y tampoco habían maestros a los que hubiera querido. El colegio era un mal necesario, un tiempo que había que sobrevivir.
A pesar de ello no era mala estudiante. Pero tampoco era la mejor. Era promedia y para serlo no había que esforzarse demasiado. Entrando al quinto año los niños se dividían. Los talentosos se iban a la clase matemática y los demas se quedaban. Yo era buena en el dibujo, la lengua checa, geografía y biología, pero era pésima en matemáticas. Mis padres pensaban que como era buena en lo manual iba a sufrir estudiando. Puede que han tenido la razón, no era tan estudiosa, especialmente en las materias que no me parecían divertidas. Pues me quedé en la clase mediocre.
Cuando me aburría durante las clases, me ponía a dibujar. Era mi forma de soñar, de trasladarme a lugares mas bonitos e interesante, me permitía vivir unas historias extraordinarias. Mis dibujos a menudo estaban influidos por los libros que leía. Los libros era otro escape y mis dibujos eran un intento de acercarme a la realidad que solo existía dentro de ellos. La mayoría eran historias de aventuras, como el Robinson Crusoe, Dos años de vacaciones del Verne, Tom Sawyer de Mark Twain o novelas de Arthur Ransome. Lo que me gustaba dibujar eran unas islas abandonadas o bosques, habitados por niños.
Me consolaba la idea de las vacaciones, del unico tiempo que valía la pena. En esos dos meses de verano esperaba a vivir lo que el resto del año estaba soñando. Ahí sí me sentía libre, metida en los bosques, corriendo, nadando, o haciendo trabajos verdaderos como cortar leña. Y todo eso con gente que quería. Unos meses antes de las vacaciones hacía el calendario. Era una hoja grande llena de rayitas que representaban los días que quedaban hasta el julio, y cada noche tachábamos el día que acababa de pasar. Cuando se acercaba el fin de agosto, me deprimía, me angustiaba. No quería que terminara. Al septiembre realmente lo odiaba, con su olor a manzanas maduras, con sus lluvias y noches frescas.
Esas sensaciones se me quedaron grabadas. Aunque después del colegio había estudiado diez años mas, aunque en la universidad las vacaciones duraban hasta el fin de septiembre, y a pesar de que hace tiempo que no tengo ningunas vacaciones, siguo viviendo según mi viejo calendario. Por él al comienzo de julio me siento libre y con ganas de vivir. Me hace feliz el solo hecho de andar descalza sin tener que abrigarme, de noche tener la ventana abierta, ver mi oleandro a florecer. Y tambien siguo odiando el septiembre. Y sé que por dentro siguo siendo la niña que se resiste a ir todos los días al colegio y que quiere escaparse a una isla de eternas vacaciones.
A pesar de ello no era mala estudiante. Pero tampoco era la mejor. Era promedia y para serlo no había que esforzarse demasiado. Entrando al quinto año los niños se dividían. Los talentosos se iban a la clase matemática y los demas se quedaban. Yo era buena en el dibujo, la lengua checa, geografía y biología, pero era pésima en matemáticas. Mis padres pensaban que como era buena en lo manual iba a sufrir estudiando. Puede que han tenido la razón, no era tan estudiosa, especialmente en las materias que no me parecían divertidas. Pues me quedé en la clase mediocre.
Cuando me aburría durante las clases, me ponía a dibujar. Era mi forma de soñar, de trasladarme a lugares mas bonitos e interesante, me permitía vivir unas historias extraordinarias. Mis dibujos a menudo estaban influidos por los libros que leía. Los libros era otro escape y mis dibujos eran un intento de acercarme a la realidad que solo existía dentro de ellos. La mayoría eran historias de aventuras, como el Robinson Crusoe, Dos años de vacaciones del Verne, Tom Sawyer de Mark Twain o novelas de Arthur Ransome. Lo que me gustaba dibujar eran unas islas abandonadas o bosques, habitados por niños.
Me consolaba la idea de las vacaciones, del unico tiempo que valía la pena. En esos dos meses de verano esperaba a vivir lo que el resto del año estaba soñando. Ahí sí me sentía libre, metida en los bosques, corriendo, nadando, o haciendo trabajos verdaderos como cortar leña. Y todo eso con gente que quería. Unos meses antes de las vacaciones hacía el calendario. Era una hoja grande llena de rayitas que representaban los días que quedaban hasta el julio, y cada noche tachábamos el día que acababa de pasar. Cuando se acercaba el fin de agosto, me deprimía, me angustiaba. No quería que terminara. Al septiembre realmente lo odiaba, con su olor a manzanas maduras, con sus lluvias y noches frescas.
Esas sensaciones se me quedaron grabadas. Aunque después del colegio había estudiado diez años mas, aunque en la universidad las vacaciones duraban hasta el fin de septiembre, y a pesar de que hace tiempo que no tengo ningunas vacaciones, siguo viviendo según mi viejo calendario. Por él al comienzo de julio me siento libre y con ganas de vivir. Me hace feliz el solo hecho de andar descalza sin tener que abrigarme, de noche tener la ventana abierta, ver mi oleandro a florecer. Y tambien siguo odiando el septiembre. Y sé que por dentro siguo siendo la niña que se resiste a ir todos los días al colegio y que quiere escaparse a una isla de eternas vacaciones.
26 jun 2009
La fe
Cuando tenía cuatro años temía a la muerte. Quería mucho a mis padres y sabía que ellos me querían mucho a mí. Acostada en mi cama, después del cuento y el beso para la buena noche, en la oscuridad de mi cuarto me estaba imaginando que pasaría si mis padres murieran o si muriera yo. Recuerdo con claridad la imaginaria escena de mis padres llorando, vista desde el fondo de la tumba. Imaginarme eso me deseperaba muchísimo y siempre terminaba llorando pero a la vez no era capaz de sacarmelo de la cabeza. Era algo que no podía superar, fue la peor pesadilla que no me dejaba dormir.
Mi madre, muy preocupada, me llevó a un psicólogo. Hace poco leí los apuntes de las sesiones, donde el psicólogo describe una niña sumisa que le tiene miedo al mundo. La niña le decía que la mejor solución de los problemas sería no crecer, quedarse pequeña para siempre. Yo no recuerdo mucho de que estábamos hablando, recuerdo solo haber dibujado nuestra familia como animalitos. Tampoco recuerdo haberme deshecho del miedo. Creo que poco y poco aprendí ser más independiente, pero el miedo no se ha ido nunca. Si lo pienso ahora, creo que el doctor no pudo encontrar ningun problema a parte de que fuí una niña quizás algo sensible. En la familia andaba todo bien. Pienso que solo necesitaba un poco de fe, que no tenía de quien aprender.
En mi familia había respeto a la religion. Se podría decir que nos educaron según la ley cristiana, pero no había fe. Ni mis abuelos, e incluso los bisabuelos la tenían. No era nada raro, dicen que la historia complicada de mi pueblo tiene la culpa. Yo, la verdad, no sé. Mi generación que creció en la última década del comunismo estaba educada según las ideas del materialismo científico. El mundo era conocible y no quedaba espacio para creer. Recuerdo cuando me enteré de que el universo era interminable. Con mi mejor amiga de entonces nos echábamos al pasto y con los ojos cerrados nos imaginábamos la infinita oscuridad llena de galaxias. No se podía... daba vértigo. Lo mismo nos pasaba al tratar de imaginarse la nada.
Recuerdo haber tenido una amiga que a escondidas iba al catequismo. No llegaba a entender para que le servía. Mis padres nos contaban sobre el Cristo, sobre todo en la Navidad. Es interesante que en la tradición checa navideña los regalos siempre los traía Jesús, y nadie mas. Ningun Santa Claus ni "Abuelo Hielo" que tenían los niños en Rusia. Yo sabía que Cristo era un señor muy bueno que lo mataron y que revivió. Me sabía toda la historia, la conocía de mis padres que también nos llevaban a todas las iglesias antiguas que encontrabamos en nuestros viajes. Me enseñaron a admirar la arqitectura y las decoraciones, pero no me enseñaron a rezar.
Cuando tenía trece, me enamoré. Fue una relacion platónica pero fuerte. Cuando tenía dieciséis, el chico murió. Otra vez la muerte me agarró desprevenida para enseñarme que no tenía armas para protegerme. En la época que siguió la trágica experiencia fue cuando más sentía la carencia de la fe en mi vida. No entendía que pasó y que debía de hacer. No encontarba la manera de como reconciliarme con el mundo. Esa vez no se les había ocurrido a mis padres mandarme al psicólogo. No tenía con quien hablarlo, solo con el mismo chico que se había ido. Le seguía escribiendo cartas. No sabía a donde mandarlas pues me las quedaba. No sabía si él podía leerlas, pero quería creer que sí.
No sé que va pasar cuando las pesadillas de la niña, que no quería crecer, se hagan realidad. No se puede estar preparado. Ahora sé que la fe es un don. Es un regalo que no dejaré de desear.
Mi madre, muy preocupada, me llevó a un psicólogo. Hace poco leí los apuntes de las sesiones, donde el psicólogo describe una niña sumisa que le tiene miedo al mundo. La niña le decía que la mejor solución de los problemas sería no crecer, quedarse pequeña para siempre. Yo no recuerdo mucho de que estábamos hablando, recuerdo solo haber dibujado nuestra familia como animalitos. Tampoco recuerdo haberme deshecho del miedo. Creo que poco y poco aprendí ser más independiente, pero el miedo no se ha ido nunca. Si lo pienso ahora, creo que el doctor no pudo encontrar ningun problema a parte de que fuí una niña quizás algo sensible. En la familia andaba todo bien. Pienso que solo necesitaba un poco de fe, que no tenía de quien aprender.
En mi familia había respeto a la religion. Se podría decir que nos educaron según la ley cristiana, pero no había fe. Ni mis abuelos, e incluso los bisabuelos la tenían. No era nada raro, dicen que la historia complicada de mi pueblo tiene la culpa. Yo, la verdad, no sé. Mi generación que creció en la última década del comunismo estaba educada según las ideas del materialismo científico. El mundo era conocible y no quedaba espacio para creer. Recuerdo cuando me enteré de que el universo era interminable. Con mi mejor amiga de entonces nos echábamos al pasto y con los ojos cerrados nos imaginábamos la infinita oscuridad llena de galaxias. No se podía... daba vértigo. Lo mismo nos pasaba al tratar de imaginarse la nada.
Recuerdo haber tenido una amiga que a escondidas iba al catequismo. No llegaba a entender para que le servía. Mis padres nos contaban sobre el Cristo, sobre todo en la Navidad. Es interesante que en la tradición checa navideña los regalos siempre los traía Jesús, y nadie mas. Ningun Santa Claus ni "Abuelo Hielo" que tenían los niños en Rusia. Yo sabía que Cristo era un señor muy bueno que lo mataron y que revivió. Me sabía toda la historia, la conocía de mis padres que también nos llevaban a todas las iglesias antiguas que encontrabamos en nuestros viajes. Me enseñaron a admirar la arqitectura y las decoraciones, pero no me enseñaron a rezar.
Cuando tenía trece, me enamoré. Fue una relacion platónica pero fuerte. Cuando tenía dieciséis, el chico murió. Otra vez la muerte me agarró desprevenida para enseñarme que no tenía armas para protegerme. En la época que siguió la trágica experiencia fue cuando más sentía la carencia de la fe en mi vida. No entendía que pasó y que debía de hacer. No encontarba la manera de como reconciliarme con el mundo. Esa vez no se les había ocurrido a mis padres mandarme al psicólogo. No tenía con quien hablarlo, solo con el mismo chico que se había ido. Le seguía escribiendo cartas. No sabía a donde mandarlas pues me las quedaba. No sabía si él podía leerlas, pero quería creer que sí.
No sé que va pasar cuando las pesadillas de la niña, que no quería crecer, se hagan realidad. No se puede estar preparado. Ahora sé que la fe es un don. Es un regalo que no dejaré de desear.
20 jun 2009
Los miedos pronunciados
Acabo de leer el libro de Jaime Bayly "Y de repente, un ángel". Me lo acabé en dos días porque era facil de leer por usar el lenguaje común e dinamico. He disfrutado mucho la lectura, me gustó el tema y me divertí con las jergas. Me he dado cuenta que leyendo en español soy mucho menos exigente que en checo. Lo mismo me pasa tambien con el cine o con la musica. Simplemente disfruto del hecho de poder comprender y si es que no me guste del todo por lo menos aprendo algo nuevo.
Mientras estaba leyendo me dio muchas ganas de traducir el libro al checo. No paraba de pensar en como se tradujeran algunas expresiones e dialogos y descubrí algo interesante. Advertí de que en checo me faltarían buenos equivalentes a los insultos y groserías español-peruanas. No es que en checo haya menos palabras insultantes pero tienen otro significado.
Carecemos totalmente de las expresiones que tienen que ver con las madres, las partes de sus cuerpos o cualquier activiadad sexual donde figuraran. Tampoco comparamos las madres con las prostitutas, aunque el termino para decir "prostituta" es bastante popular al señalar personas que nos caen mal o, en el sentido mas abstracto, cuando algo nos desconcerta. Tampoco se usan palabras tipo malnacido o malparido, rara vez tratamos de bastardos e hijos de puta.
Las groserías checas mas populares en cambio tienen que ver con los fecales y el proceso de excreción. Las palabrotas mas efectivas en general deben contener la letra "r". A las personas desagradables no las mandamos al carajo sino a las partes traseras del cuerpo humano. Luego hay una cantidad de sustantitvos, adjetivos y verbos que se refieren a los genitales y al acto sexual, pero estas en general se usan para hablar de las actividades mencionadas y no tanto para insultar, como se suele hacer por ejemplo en inglés. Tambien encontramos en español muchos insultos referidos al origen, raza u orientacion sexual, lo que en checo tambien existe pero no se usa con tanta frecuencia.
Cada sociedad tendrá sus angustias y miedos que se reflejan en el idoma. Es notable que en la sociedad católica la madre juega un papel especial. Lo mismo se puede decir sobre el tema del origen y la legitimidad del niño. Lo que no me queda tan claro es que dice nuestro hablar sobre los checos. Que es racista e homofobica se puede decir de cualquier sociedad existente, de la checa tambien. Los checos hemos perdido la fe hace tiempo. Existen encuestas que comprueban que somos la sociedad mas atea del mundo. Yo diría mas bien que no confiamos a las iglesias e instituciones de todo tipo, hasta los partidos políticos. Los checos mayormente somos sin religion. Será que ya no nos quedan muchos temas intocables? Que insultar a las madres no nos resulta actual porque no tenemos una relacion tan estrecha en la familia? O acaso somos una sociedad tan avanzada de que consideramos a las mujeres (incluyendo las madres) unos seres libres que pueden decidir tambien sobre sus cuerpos y vida sexual sin necesariamente depender de sus hombres protectores?
Ahora ya estoy inventando... De hecho existan estudios sobre el tema, el idioma y la identidad social e nacional. He buscado en internet pero no encuentro. Alguien sabe de un texto relacionado al tema?
Disculpen por las palabras fuertes en este post, es que decirlas en otro idioma es tan facil!
Mientras estaba leyendo me dio muchas ganas de traducir el libro al checo. No paraba de pensar en como se tradujeran algunas expresiones e dialogos y descubrí algo interesante. Advertí de que en checo me faltarían buenos equivalentes a los insultos y groserías español-peruanas. No es que en checo haya menos palabras insultantes pero tienen otro significado.
Carecemos totalmente de las expresiones que tienen que ver con las madres, las partes de sus cuerpos o cualquier activiadad sexual donde figuraran. Tampoco comparamos las madres con las prostitutas, aunque el termino para decir "prostituta" es bastante popular al señalar personas que nos caen mal o, en el sentido mas abstracto, cuando algo nos desconcerta. Tampoco se usan palabras tipo malnacido o malparido, rara vez tratamos de bastardos e hijos de puta.
Las groserías checas mas populares en cambio tienen que ver con los fecales y el proceso de excreción. Las palabrotas mas efectivas en general deben contener la letra "r". A las personas desagradables no las mandamos al carajo sino a las partes traseras del cuerpo humano. Luego hay una cantidad de sustantitvos, adjetivos y verbos que se refieren a los genitales y al acto sexual, pero estas en general se usan para hablar de las actividades mencionadas y no tanto para insultar, como se suele hacer por ejemplo en inglés. Tambien encontramos en español muchos insultos referidos al origen, raza u orientacion sexual, lo que en checo tambien existe pero no se usa con tanta frecuencia.
Cada sociedad tendrá sus angustias y miedos que se reflejan en el idoma. Es notable que en la sociedad católica la madre juega un papel especial. Lo mismo se puede decir sobre el tema del origen y la legitimidad del niño. Lo que no me queda tan claro es que dice nuestro hablar sobre los checos. Que es racista e homofobica se puede decir de cualquier sociedad existente, de la checa tambien. Los checos hemos perdido la fe hace tiempo. Existen encuestas que comprueban que somos la sociedad mas atea del mundo. Yo diría mas bien que no confiamos a las iglesias e instituciones de todo tipo, hasta los partidos políticos. Los checos mayormente somos sin religion. Será que ya no nos quedan muchos temas intocables? Que insultar a las madres no nos resulta actual porque no tenemos una relacion tan estrecha en la familia? O acaso somos una sociedad tan avanzada de que consideramos a las mujeres (incluyendo las madres) unos seres libres que pueden decidir tambien sobre sus cuerpos y vida sexual sin necesariamente depender de sus hombres protectores?
Ahora ya estoy inventando... De hecho existan estudios sobre el tema, el idioma y la identidad social e nacional. He buscado en internet pero no encuentro. Alguien sabe de un texto relacionado al tema?
Disculpen por las palabras fuertes en este post, es que decirlas en otro idioma es tan facil!
16 jun 2009
Googleando la felicidad
Un día se me ha ocurrido poner el Stat-counter a mi blog. Es una aplicación "espía" que me dice de donde viene la gente que entra a mi blog. Por ella me enteré de que tengo un fiel lector en Sendai-Japón y que también tengo unos pocos lectores entre los checos. Mucha publicidad me han hecho Gonzalo y Talía, desde cuyos blogs vienen varios curiosos.
Sí, el counter no es nada discreto. No solo averigua desde que país se conectan sino también de que página web vienen y para donde parten. E incluso, si es que la persona viene de algun buscador tipo Google, revela la frase o las palabras que estuvo buscando. La verdad es que cuando puse el counter no tenía ni idea de esta función y tengo que decir que hasta me pareció impertinente enterarme del objeto de las búsquedas de la gente, si bien anónima. Pero al final me resultó lo más interesante.
Es obvio de que esta gente que llega a mi blog por casulidad en inmediato se dan cuenta de que no han encontrado lo que estaban buscando. Me sorprendidó cuantas personas andan buscando la felicidad por internet. O existe otro pretexto para poner al buscador frases como: "Estoy triste, quiero ser feliz" o "Como pasar de triste a ser feliz"? Es una ironía que han aterizado en mi post "Estar triste para ser feliz" donde desgraciadamente no se encuentra ninguna formula que les indicara a los infelices que hacer. Me gustaría ponerla, por si acaso vuelvan, pero tampoco la tengo.
Yo me considero una persona feliz, aunque mis tristezas me entran por varios motivos y muchas veces sin tener alguno, sobre todo en los meses de invierno. Me he acostumbrado de esos desequilibrios y los considero necesarios. La felicidad es algo irracional igual que la necesidad de buscarla. Creo que mas infeliz estoy cuando lo vivido no coresponde con mis emociones. Hace años, un (ex)enamorado me dijo que "la felicidad no era el sentido de la vida". Quizá no lo es pero sirve de motor. Yo sí quería ser feliz así que lo dejé.
La felicidad para mí sigue siendo el motivo. Necesito de esos momentos efímeros en los que siento que esta es la vida que quiero, con todo lo que trae. Aunque la mayoría del tiempo sean los intentos de alcanzar la felicidad que no dura...
Suerte a todos los que no dejan de buscar...
Sí, el counter no es nada discreto. No solo averigua desde que país se conectan sino también de que página web vienen y para donde parten. E incluso, si es que la persona viene de algun buscador tipo Google, revela la frase o las palabras que estuvo buscando. La verdad es que cuando puse el counter no tenía ni idea de esta función y tengo que decir que hasta me pareció impertinente enterarme del objeto de las búsquedas de la gente, si bien anónima. Pero al final me resultó lo más interesante.
Es obvio de que esta gente que llega a mi blog por casulidad en inmediato se dan cuenta de que no han encontrado lo que estaban buscando. Me sorprendidó cuantas personas andan buscando la felicidad por internet. O existe otro pretexto para poner al buscador frases como: "Estoy triste, quiero ser feliz" o "Como pasar de triste a ser feliz"? Es una ironía que han aterizado en mi post "Estar triste para ser feliz" donde desgraciadamente no se encuentra ninguna formula que les indicara a los infelices que hacer. Me gustaría ponerla, por si acaso vuelvan, pero tampoco la tengo.
Yo me considero una persona feliz, aunque mis tristezas me entran por varios motivos y muchas veces sin tener alguno, sobre todo en los meses de invierno. Me he acostumbrado de esos desequilibrios y los considero necesarios. La felicidad es algo irracional igual que la necesidad de buscarla. Creo que mas infeliz estoy cuando lo vivido no coresponde con mis emociones. Hace años, un (ex)enamorado me dijo que "la felicidad no era el sentido de la vida". Quizá no lo es pero sirve de motor. Yo sí quería ser feliz así que lo dejé.
La felicidad para mí sigue siendo el motivo. Necesito de esos momentos efímeros en los que siento que esta es la vida que quiero, con todo lo que trae. Aunque la mayoría del tiempo sean los intentos de alcanzar la felicidad que no dura...
Suerte a todos los que no dejan de buscar...
3 jun 2009
Humildad y humillación
Ya he hablado en este blog sobre varios aspectos del carácter peruano. En mis ojos los peruanos tienen muchas cualidades. Siempre he valorado lo amistoso y comunicativo que son. Admiro la perseverancia y la capacidad de adaptarse a las condiciones difíciles. Y a pesar de esas condiciones saben alegrarse y disfrutar de lo que hay. Esa levedad de ser es muy contagiosa. Pero hay ciertas cosas de las que no puedo ni quiero acostumbrarme.
No me acostumbro que en la caja de los supermercados limeños hay gente que acomoda mis compras a una, o varias, bolsas de plástico. Mis amigos me decían que simplemente les dejara a hacerlo, que era su trabajo y ellos estaban felices de tenerlo. Sabía que les pagaban por eso. Pero yo no podía dejar de sentirme mal al ver esos jovenes tan humildes y cuando podía, llevaba una bolsa de tela para poder acomodar mis compras yo misma. Aquí en Europa el trabajo en los supermercados no es de lo mejor y muchas veces lo hacen imigrantes, pero ninguno de ellos tiene esa actitud de sirviente. Y tampoco nadie la reclama.
En las cafeterías dentro del campus universitario trabajan jóvenes que no han tenido la suerte de poder estudiar. Hay otros que hacen limpieza o cuidan el jardín. Aunque los muchachos parecen relativamente contentos, me pregunto porque no hay ningun rastro de amistad entre ellos y los estudiantes. A pesar de tener la misma edad hay una distancia entre unos y otros claramente marcada que hasta parece natural. En las universidades en los EEUU estos trabajos los hacen los estudiantes junto con los profesionales. En Peru los empleados de la cafetería se sientan a una mesa apartada de los demás.
Otra pesadilla son los lustrabotas. No sé si es por la educación o de puro alibismo pero prefiero pagarle al niño por dejar mis zapatos cochinos que permitir que se arrodille delante mío. En un parque de Cusco he observado a una señora, acompañada por su hija y un pequeño nieto. Se le acercó un niño-lustrabotas y le ofreció su servicio. La señora aceptó y mientras su nieto estaba jugando en el parque, el otro niño se puso a trabajar. Fue increíble de como cambiaba su voz, dulce al hablar a su nieto y tan frío y duro al criticar la obra de otro niño.
Me estaba comprando una blusa en el mercado de Cusco. La vendedora me dijo que me quedaba bien. Yo le contesté que a ella tambien le quedaría. Y ella dijo que los colores en mí se veían mejor por el color de mi piel. Le dije que yo no lo veía así, que a cada persona le quedaban colores diferentes, pero que nadie sabía vestirse de los colores tan alegres y combinarlos tan bien como hacían las mujeres peruanas de la sierra.
En las ruinas de Quenqo me quedé conversando con un guachimán. Estaba tratando de coqetear conmigo, diciendome algo sobre mis lindos ojos. Le pregunté si los ojos claros realmente le parecían mas bonitos que los oscuros. No sabía contestarme. Al fin me dijo que muchos peruanos quisieran casarse conmigo para que sus hijos salieran con los ojos así. Para mejorar la raza, dijo. O sea para adquirir la vida mejor para ellos.
De donde han sacado eso? Que es lo que aprenden en sus casas y en los colegios? Es la humildad una herencia de la época colonial o es un rasgo que han tenido siempre? Es el resultado de la lucha diaria con el racismo y discriminación? Todos hemos experimentado algún grado de inferioridad en nuestra vida. Pero cuanta humillación se necesita para que se desarrolle un complejo que nos hace víctimas de nosotros mismos?
Me acordé de lo que me dijo un joven universitario limeño. Que a pesar de vivir en el mismo país él no se identificaba con los habitantes de los Andes porque no tenía nada que compartir con ellos. Es algo raro que no entiendo. Porqué es tan difícil de aceptar que todos formamos parte del mismo mundo? De donde viene la idea de que mi hijo es diferente del hijo de aquella mujer? Con esas ideas no nacimos, las aprendemos. Pero, como los chicos de la cafetería van a educar a sus hijos? Y el guachimán, como va a convencer a su hija que es bella con sus ojos negros? Y las chicas del Metro, esperarán que alguien acomode sus compras a la bolsa? O se irán al mercado donde compra „gente como ellas“? Y el nieto de la señora del parque... dejará que otros niños limpiaran sus zapatos. Porque así le enseñaron. Porque así debe ser.
No me acostumbro que en la caja de los supermercados limeños hay gente que acomoda mis compras a una, o varias, bolsas de plástico. Mis amigos me decían que simplemente les dejara a hacerlo, que era su trabajo y ellos estaban felices de tenerlo. Sabía que les pagaban por eso. Pero yo no podía dejar de sentirme mal al ver esos jovenes tan humildes y cuando podía, llevaba una bolsa de tela para poder acomodar mis compras yo misma. Aquí en Europa el trabajo en los supermercados no es de lo mejor y muchas veces lo hacen imigrantes, pero ninguno de ellos tiene esa actitud de sirviente. Y tampoco nadie la reclama.
En las cafeterías dentro del campus universitario trabajan jóvenes que no han tenido la suerte de poder estudiar. Hay otros que hacen limpieza o cuidan el jardín. Aunque los muchachos parecen relativamente contentos, me pregunto porque no hay ningun rastro de amistad entre ellos y los estudiantes. A pesar de tener la misma edad hay una distancia entre unos y otros claramente marcada que hasta parece natural. En las universidades en los EEUU estos trabajos los hacen los estudiantes junto con los profesionales. En Peru los empleados de la cafetería se sientan a una mesa apartada de los demás.
Otra pesadilla son los lustrabotas. No sé si es por la educación o de puro alibismo pero prefiero pagarle al niño por dejar mis zapatos cochinos que permitir que se arrodille delante mío. En un parque de Cusco he observado a una señora, acompañada por su hija y un pequeño nieto. Se le acercó un niño-lustrabotas y le ofreció su servicio. La señora aceptó y mientras su nieto estaba jugando en el parque, el otro niño se puso a trabajar. Fue increíble de como cambiaba su voz, dulce al hablar a su nieto y tan frío y duro al criticar la obra de otro niño.
Me estaba comprando una blusa en el mercado de Cusco. La vendedora me dijo que me quedaba bien. Yo le contesté que a ella tambien le quedaría. Y ella dijo que los colores en mí se veían mejor por el color de mi piel. Le dije que yo no lo veía así, que a cada persona le quedaban colores diferentes, pero que nadie sabía vestirse de los colores tan alegres y combinarlos tan bien como hacían las mujeres peruanas de la sierra.
En las ruinas de Quenqo me quedé conversando con un guachimán. Estaba tratando de coqetear conmigo, diciendome algo sobre mis lindos ojos. Le pregunté si los ojos claros realmente le parecían mas bonitos que los oscuros. No sabía contestarme. Al fin me dijo que muchos peruanos quisieran casarse conmigo para que sus hijos salieran con los ojos así. Para mejorar la raza, dijo. O sea para adquirir la vida mejor para ellos.
De donde han sacado eso? Que es lo que aprenden en sus casas y en los colegios? Es la humildad una herencia de la época colonial o es un rasgo que han tenido siempre? Es el resultado de la lucha diaria con el racismo y discriminación? Todos hemos experimentado algún grado de inferioridad en nuestra vida. Pero cuanta humillación se necesita para que se desarrolle un complejo que nos hace víctimas de nosotros mismos?
Me acordé de lo que me dijo un joven universitario limeño. Que a pesar de vivir en el mismo país él no se identificaba con los habitantes de los Andes porque no tenía nada que compartir con ellos. Es algo raro que no entiendo. Porqué es tan difícil de aceptar que todos formamos parte del mismo mundo? De donde viene la idea de que mi hijo es diferente del hijo de aquella mujer? Con esas ideas no nacimos, las aprendemos. Pero, como los chicos de la cafetería van a educar a sus hijos? Y el guachimán, como va a convencer a su hija que es bella con sus ojos negros? Y las chicas del Metro, esperarán que alguien acomode sus compras a la bolsa? O se irán al mercado donde compra „gente como ellas“? Y el nieto de la señora del parque... dejará que otros niños limpiaran sus zapatos. Porque así le enseñaron. Porque así debe ser.
17 may 2009
Los tesoros
En una epoca de mi niñez mi juego favorito era „de los niños pobres“. Hasta ese tiempo no había conocido a ningun niño pobre, o por lo menos eso pensaba. Fue entonces una influencia literaria mezclada con el romanticismo, que me hacía fantasear de un viaje en tiempo hacía atrás. Supongo que la propaganda que nos metían en la cabeza en el colegio también tomó su parte en mi fascinacion con la pobreza. Era algo que solo existía en el pasado o en el „otro mundo“ capitalista e hostil. En „nuestro mundo“ los pobres eran los buenos, los que tenían que ser liberados y tomar su poder. Y en „mi mundo“ ser pobre era una cosa atractiva e interesante.
El juego „de los niños pobres“ se realizaba en el campo a donde ibamos los fines de semana y donde pasábamos el verano. Mis padres se mataban de risa cuando obligaba a los demás niños vestirse de serranitos, quitarse los zapatos y mudarse de la casa al granero, donde vivíamos los pobres huerfanos. Para ganarse la vida había que ir a pastorear las cabras de la vecina o pedir algun trabajo a mis padres, o sea a los hacendados. Cada quién inventaba lo que le gustaba a hacer, pero aceptábamos tambien los trabajos que normalmente no nos encantaban. Yo hacía limpieza en la casa de los patrones, lavaba platos o trabajaba en la chacra. Mi hermanito se hizo herrero, se encerraba en el taller donde con un martillo aplastaba las tapas de las gaseosas, y así las convertía en monedas, que luego intercambiaba por el pan, queso u otras cosas que nos vendían los patrones. De noche prendíamos fogatas, ya junto con nuestros explotadores, y nos poníamos a cantar.
Estaba fascinada por el folclore y las costumbres del pasado o mas bien por el hecho de que en alguna epoca esas cosas se vivían en verdad. Y no dejó de impresionarme ni después. Cuando entré a estudiar arte y tuve que mudarme a la capital, me sentía algo perdida. Esa ciudad tan grande me daba miedo. Felizmente me podía quedar en el departamento en el que, en otros tiempos, habían vivido mis bisabuelos. Era un departamento que compraron después de que había nacido mi abuelo. El creció allá y ellos han pasado el resto de sus vidas en esa casa. Hacía años desde que habían muerto, y dentro de los siguientes años han pasado muchas personas viviendo en el departamento. Pero a pesar del tiempo la presencia de mis bisabuelos aún se notaba. La casa me guardaba sus tesoros. Estaban los muebles de los años 30, la ropa, la maquina de coser, la cocina con la antigua vajilla, las recetas escritas a mano, las fotos y finalmente, los libros.
Así he pasado los primeros años en Praga, leyendo las novelas de amor romantico, las historias de aventura y de viajes, y tambien libros de las primeras dos escritoras- mujeres checas del siglo 19. A pesar de no haberlos conocido, estaba viviendo con los bisabuelos. Caminaba por la ciudad y pensaba en como era antes. Sabía cuales edificios habían desaparecido en el „saneamiento“ del principio del siglo 20. o durante el bombardeo en la guerra II. La verdad es que vivía más el pasado que el presente, al que no encontraba mucho encanto.
En el tercer año llegué a Perú. Las circunstancias de ese viaje he descrito en el primer post de este blog. También ya he hablado de lo mucho que me impresionó ese viaje, tanto que no he podido dejar de ir hasta hoy día. La gente aquí y allá no deja de preguntarme de qué tiene tan especial ese país que es casi la única destinacion de todos mis viajes. Nunca he tenido una buena respuesta. Pero podría ser esa: En el Perú se juntan varios tiempos historicos. Tiene algo que en Europa ya no existe porque no se vive. Es la antigua cultura y tradiciones que a pesar de mucho esfuerzo no se han logrado a aniquilar. Que coexisten junto con la modernidad. Que tal vez, paradojicamente, han sobrevivido gracias a las condiciones que tanto complican la vida de los peruanos, la difícil geografía, gobiernos irresponsables, la falta de infraestructura y presencia continua de la pobreza. Todo eso junto con la impresionante resistencia de la gente.
En mi país fueron los 40 años del comunismo que arruinaron el campo checoslovaco. En el Perú hubieran sido los terroristas. Pero, hasta ahora siguen teniendo el tesoro. Y no se dan cuenta. Creen que lo que vienen a apreciar los turistas son las ruinas del imperio Inca o Mochica. Pero esas, si bien importantes, son solo unas piedras muertas. En cambio la verdadera riqueza de los peruanos está caminando en las ojotas por la sierra y el altiplano pastoreando llamas. O vive alejada de la civilizacion dentro del bosque. Lo que la mayoría desprecia es lo que les hace únicos en el mundo. Ese es el tesoro que yo les envidio. Y si no lo reconozcan al tiempo, si una vez se pierde, no lo van a recuperar jamás.
El juego „de los niños pobres“ se realizaba en el campo a donde ibamos los fines de semana y donde pasábamos el verano. Mis padres se mataban de risa cuando obligaba a los demás niños vestirse de serranitos, quitarse los zapatos y mudarse de la casa al granero, donde vivíamos los pobres huerfanos. Para ganarse la vida había que ir a pastorear las cabras de la vecina o pedir algun trabajo a mis padres, o sea a los hacendados. Cada quién inventaba lo que le gustaba a hacer, pero aceptábamos tambien los trabajos que normalmente no nos encantaban. Yo hacía limpieza en la casa de los patrones, lavaba platos o trabajaba en la chacra. Mi hermanito se hizo herrero, se encerraba en el taller donde con un martillo aplastaba las tapas de las gaseosas, y así las convertía en monedas, que luego intercambiaba por el pan, queso u otras cosas que nos vendían los patrones. De noche prendíamos fogatas, ya junto con nuestros explotadores, y nos poníamos a cantar.
Estaba fascinada por el folclore y las costumbres del pasado o mas bien por el hecho de que en alguna epoca esas cosas se vivían en verdad. Y no dejó de impresionarme ni después. Cuando entré a estudiar arte y tuve que mudarme a la capital, me sentía algo perdida. Esa ciudad tan grande me daba miedo. Felizmente me podía quedar en el departamento en el que, en otros tiempos, habían vivido mis bisabuelos. Era un departamento que compraron después de que había nacido mi abuelo. El creció allá y ellos han pasado el resto de sus vidas en esa casa. Hacía años desde que habían muerto, y dentro de los siguientes años han pasado muchas personas viviendo en el departamento. Pero a pesar del tiempo la presencia de mis bisabuelos aún se notaba. La casa me guardaba sus tesoros. Estaban los muebles de los años 30, la ropa, la maquina de coser, la cocina con la antigua vajilla, las recetas escritas a mano, las fotos y finalmente, los libros.
Así he pasado los primeros años en Praga, leyendo las novelas de amor romantico, las historias de aventura y de viajes, y tambien libros de las primeras dos escritoras- mujeres checas del siglo 19. A pesar de no haberlos conocido, estaba viviendo con los bisabuelos. Caminaba por la ciudad y pensaba en como era antes. Sabía cuales edificios habían desaparecido en el „saneamiento“ del principio del siglo 20. o durante el bombardeo en la guerra II. La verdad es que vivía más el pasado que el presente, al que no encontraba mucho encanto.
En el tercer año llegué a Perú. Las circunstancias de ese viaje he descrito en el primer post de este blog. También ya he hablado de lo mucho que me impresionó ese viaje, tanto que no he podido dejar de ir hasta hoy día. La gente aquí y allá no deja de preguntarme de qué tiene tan especial ese país que es casi la única destinacion de todos mis viajes. Nunca he tenido una buena respuesta. Pero podría ser esa: En el Perú se juntan varios tiempos historicos. Tiene algo que en Europa ya no existe porque no se vive. Es la antigua cultura y tradiciones que a pesar de mucho esfuerzo no se han logrado a aniquilar. Que coexisten junto con la modernidad. Que tal vez, paradojicamente, han sobrevivido gracias a las condiciones que tanto complican la vida de los peruanos, la difícil geografía, gobiernos irresponsables, la falta de infraestructura y presencia continua de la pobreza. Todo eso junto con la impresionante resistencia de la gente.
En mi país fueron los 40 años del comunismo que arruinaron el campo checoslovaco. En el Perú hubieran sido los terroristas. Pero, hasta ahora siguen teniendo el tesoro. Y no se dan cuenta. Creen que lo que vienen a apreciar los turistas son las ruinas del imperio Inca o Mochica. Pero esas, si bien importantes, son solo unas piedras muertas. En cambio la verdadera riqueza de los peruanos está caminando en las ojotas por la sierra y el altiplano pastoreando llamas. O vive alejada de la civilizacion dentro del bosque. Lo que la mayoría desprecia es lo que les hace únicos en el mundo. Ese es el tesoro que yo les envidio. Y si no lo reconozcan al tiempo, si una vez se pierde, no lo van a recuperar jamás.
28 abr 2009
Ostalgie?
Ostalgie es un término alemán usado para referirse a la nostalgia de la vida en tiempos de la antigua República Democrática Alemana. Es un acrónimo de las palabras Ost (Este) y Nostalgie (nostalgia). (...) En concreto, la Ostalgie se refiere a la nostalgia de aspectos de la cultura y el día a día de la RDA que desaparecieron tras la Reunificación.
(http://es.wikipedia.org)
La gente de mi generación tambien sufre la (n)ostalgia. Ninguno de nosotros realmente desearía volver a los viejos tiempos pero a la vez se extrañan ciertas cosas en las que crecimos. Me acuerdo de los primeros años de los 90, cuando el mercado se abrió y empezaron a llegar los productos del oeste. Todo lo viejo se botaba y se cambiaba por cosas nuevas, que no siempre eran de mejor calidad, pero tenían una estetica diferente y entonces más deseable. Por la razón de que vivimos por cuarenta años en un encierro, el diseño de las cosas no cambiaba según la necesidad del mercado o de los clientes. Los precios eran fijos. No hubo una competencia natural porque el productor de todo era el estado. El problema principal entonces no fue conseguir el producto más bonito sino conseguir alguno.
No quiero decir que todo lo que se hubiera producido fuera de mala calidad. Para nada. Solo que la superposición del estado, su control total del todo, ha marcado también la forma de las cosas que nos rodeaban. Existían las comisiónes que aprobaban la forma y el contenido de todo. Es muy curioso que en las áreas menos importantes se producían cosas mejores y mas atrevidas por haber sido menos influenciadas desde arriba. También en ciertas áreas que ahora no se desarrollan por falta de recursos se ha llegado a muy buenos resultados, porque el estado los finanziaba.
Supongo que el termino “estetica marxista” existe, pero seguramente no se usa en este contexto. Pero para la descripción de algunos “artefactos” de mi infancia sería ideal. Según Karl Marx el miembro de la sociedad comunista debe ganar solo el sueldo mínimo, necesario para la supervivencia de su familia, pero no más, para no poder acumular el capital. Esta austeridad se proyectaba en la estetica de la manera que las cosas no necesitaban ser bellas sino solo útiles. Esta tendencia llegó a sus extremos en los años 50, cuando las mujeres a proposito se vestían mal porque lucir elegante sería visto como un gesto de conspiración.
Por cierto el diseño y la moda durante la era comunista estaban influenciados por el resto del mundo, pero solo hasta cierto punto. La gente moría por tener algo diferente, algo especial, pero en las tiendas encontraban siempre las mismas prendas. La información sobre las tendencias en el extranjero llegaba solo con las pocas personas que viajaban. Por eso mi generación creció vestida en la misma ropa, rodeada de los muebles identicos, jugando con los mismos juguetes, comiendo el pan con la única mantequilla y tomando la única leche que existía. Lo que antes nos unificaba ahora nos une.
Puede que nos podemos dar el lujo de sentir esta (n)ostalgia, porque hemos vivido la decada menos peligrosa y más relajada de esos cuarenta años. Quizá es fácil recordarla así sabiendo que fue la última. Y quizás el tiempo que hemos vivido en ese ambiente fue el tiempo justo. No hemos tenido que seguir viviendo en él y no hemos llegado a sentir sus límites. Lo recordamos como el tiempo más o menos idílico e idealizado, y hasta con ternura, porque así recordamos la infancia. Pero lo bueno es que ya hemos crecido y no tenemos que volver a vivirla.
(http://es.wikipedia.org)
La gente de mi generación tambien sufre la (n)ostalgia. Ninguno de nosotros realmente desearía volver a los viejos tiempos pero a la vez se extrañan ciertas cosas en las que crecimos. Me acuerdo de los primeros años de los 90, cuando el mercado se abrió y empezaron a llegar los productos del oeste. Todo lo viejo se botaba y se cambiaba por cosas nuevas, que no siempre eran de mejor calidad, pero tenían una estetica diferente y entonces más deseable. Por la razón de que vivimos por cuarenta años en un encierro, el diseño de las cosas no cambiaba según la necesidad del mercado o de los clientes. Los precios eran fijos. No hubo una competencia natural porque el productor de todo era el estado. El problema principal entonces no fue conseguir el producto más bonito sino conseguir alguno.
No quiero decir que todo lo que se hubiera producido fuera de mala calidad. Para nada. Solo que la superposición del estado, su control total del todo, ha marcado también la forma de las cosas que nos rodeaban. Existían las comisiónes que aprobaban la forma y el contenido de todo. Es muy curioso que en las áreas menos importantes se producían cosas mejores y mas atrevidas por haber sido menos influenciadas desde arriba. También en ciertas áreas que ahora no se desarrollan por falta de recursos se ha llegado a muy buenos resultados, porque el estado los finanziaba.
Supongo que el termino “estetica marxista” existe, pero seguramente no se usa en este contexto. Pero para la descripción de algunos “artefactos” de mi infancia sería ideal. Según Karl Marx el miembro de la sociedad comunista debe ganar solo el sueldo mínimo, necesario para la supervivencia de su familia, pero no más, para no poder acumular el capital. Esta austeridad se proyectaba en la estetica de la manera que las cosas no necesitaban ser bellas sino solo útiles. Esta tendencia llegó a sus extremos en los años 50, cuando las mujeres a proposito se vestían mal porque lucir elegante sería visto como un gesto de conspiración.
Por cierto el diseño y la moda durante la era comunista estaban influenciados por el resto del mundo, pero solo hasta cierto punto. La gente moría por tener algo diferente, algo especial, pero en las tiendas encontraban siempre las mismas prendas. La información sobre las tendencias en el extranjero llegaba solo con las pocas personas que viajaban. Por eso mi generación creció vestida en la misma ropa, rodeada de los muebles identicos, jugando con los mismos juguetes, comiendo el pan con la única mantequilla y tomando la única leche que existía. Lo que antes nos unificaba ahora nos une.
Puede que nos podemos dar el lujo de sentir esta (n)ostalgia, porque hemos vivido la decada menos peligrosa y más relajada de esos cuarenta años. Quizá es fácil recordarla así sabiendo que fue la última. Y quizás el tiempo que hemos vivido en ese ambiente fue el tiempo justo. No hemos tenido que seguir viviendo en él y no hemos llegado a sentir sus límites. Lo recordamos como el tiempo más o menos idílico e idealizado, y hasta con ternura, porque así recordamos la infancia. Pero lo bueno es que ya hemos crecido y no tenemos que volver a vivirla.
18 abr 2009
Recuerdo...
Mi primer recuerdo es de las vacaciones en el sur de Bohemia. Tengo dos años. Mis padres, mi hermana y yo acampando en las orillas del río Vltava. Otro día, mientras comía frambuesas con leche en un huerto de cerezos, me picó una avispa que se sentó en la cuchara.
Otro recuerdo, del kinder. Con las maestras y otros niños paseando por cerca de mi casa. Una de las maestras diciendo en voz baja: mira la ventana... como los gitanos.... No sé como pero entendí que se refería a la ventana de mi cuarto, que estaba rota y pegada con una cinta transparente. Mi papá no había cambiado el vidiro porque la casa „se movía" y ese vidrio se quebraría de nuevo. Tampoco usabamos cortinas para que entrara más luz, cosa que por alguna razón también les irritaba a las maestras.
El colegio. En el principio no me gustaba comer sin mi mamá. Luego me acostumbré. Nuestra maestra era vieja, nerviosa y colérica. Cuando no sabíamos, nos pegaba. Creía que estaba bien, que lo merecía. Recuerdo haber robado flores del jardín para regalarselas, esperando que así se le quitara la cólera. Recuerdo tomar leche para la merienda y tapar la carne dura con el puré de papas para poder irme a casa. De postre nos daban una mitad de naranja, la sobreproducción de nuestros hermanos de Cuba, que pulverizaban con una sustancia química que causaba una reaccion alergica. Años después me enteré que eran las naranjas para para hacer jugo, pero eso nadie sabía.
En terecer año me di cuenta que casi todos los niños del colegio eran Pioneros. No sabía como pasó. Pero veía que algo andaba mal conmigo. Quería ser como los demás y poder usar la camisa celeste y el pañuelo rojo en los días feriados. Recuerdo un día así observando por la ventana a los niños yendo al colegio. Me puse algo celeste y me amarré un pañuelo rojo con pequeñas florcitas azules esperando que no se notaran desde abajo.
Al cumplir diez años erano fuí con mi hermana a un campamento de verano. Una noche nos despertaron y llevaron al bosque. Allá, al lado de una gran fogata me hicieron jurar a la bandera checoslovaca, que iba a trabajar, estudiar y vivir según la orden del Pionero y que iba a luchar para proteger nuestra república socialista. Cuando volví a casa después de las tres semanas con el pañuelo rojo en el cuello, mis padres me miraron raro pero no lo comentaron.
En el cuarto año, en la clase de historia tuve que escribir sobre la época entre las dos guerras mundiales en mi país. Yo no tenía mucha idea del asunto así que le pedí ayuda a mi padre. Juntos hemos escrito algo sobre la primera y segunda república y sobre el presidente Masaryk. El día siguiente presenté mi trabajo y esperaba recibir la mejor nota. Pero cuál fue mi sorpresa cuando la profe escribió el 5, la peor calificacion posible. Pregunté por qué, pero la profe no me sabía contestar, solo dijo que dejara de ofenderla. En casa le comenté a mi papá sobre lo que pasó y el me dijo que no me preocupara, que estuvo bien lo que dije, solo la profe esperaba que dijera otra cosa.
Recuerdo las enormes colas en las tiendas antes de abrir. Recuerdo que una vez al año, antes de la Navidad, llegaban los plátanos, mi fruta favorita. A cada madre solo le vendían tantos platanos cuantos hijos tenía. Recuerdo que a veces había que esperar mucho tiempo y teníamos que turnarse con mis hermanos. Me comía mi platano muy despacito, sin morderlo, como si fuera un helado que no se derretía. Me acuerdo que en una época no se podía conseguir papel higienico. Un día regresando de la clase de atletismo pasé por una tienda donde hubo una cola enorme porque les llegó el papel. Recuerdo la sensación de triunfo y orgullo al conquistar mis dos rollos y entregarlos a mis padres.
Recuerdo estar esperando con mi mamá en la librería cada jueves, porque ese fue el día cuando llegaban los títulos nuevos y se acababan inmediatamente. Recuerdo a mi madre cosiendo y recosiendo la ropa para nosotros, tiñendo las telas y hasta los zapatos, para que quedaran más bonitos. Recuerdo a mi padre haciendo muebles y juguetes para nosotros.
Recuerdo la primera vez de haber visto la frontera, comiendo helado en el castillo de Mikulov, mirando hacía las tierras prohibidas de Austria. Recuerdo la primera vez de haberla cruzado, unos pocos kilómetros a la República Democrática Alemana, a un pueblo cuyo nombre no recuerdo. Recuerdo lo asombrada que estaba por la cantidad y la diferencia de cosas que veía.
Recuerdo la felicidad que nos causaron los regalos traídos por mis padres del viaje a Grecia. Eran latas de gaseosas que encontraron al lado de la carretera mientras viajaban tirando dedo. Nos adornamos el cuarto con ellas. Y lo mejor fue que nos compraron a cada uno su lata llena. Estaba guardando mi Coca-cola como medio año para abrirla en una ocasion especial que nunca llegó.
Recuerdo todo eso y pienso que los jóvenes de 20 años ya no recuerdan nada de eso. El año 1989 para ellos es solo una fecha más para memorizar. Algo tan lejano como el 1968 para mí. O tal vez más. La prehistoria. Les parece lógico que todo lo que quieren se puede, con cierto esfuerzo, alcanzar o comprar. Está bien... o no?
Otro recuerdo, del kinder. Con las maestras y otros niños paseando por cerca de mi casa. Una de las maestras diciendo en voz baja: mira la ventana... como los gitanos.... No sé como pero entendí que se refería a la ventana de mi cuarto, que estaba rota y pegada con una cinta transparente. Mi papá no había cambiado el vidiro porque la casa „se movía" y ese vidrio se quebraría de nuevo. Tampoco usabamos cortinas para que entrara más luz, cosa que por alguna razón también les irritaba a las maestras.
El colegio. En el principio no me gustaba comer sin mi mamá. Luego me acostumbré. Nuestra maestra era vieja, nerviosa y colérica. Cuando no sabíamos, nos pegaba. Creía que estaba bien, que lo merecía. Recuerdo haber robado flores del jardín para regalarselas, esperando que así se le quitara la cólera. Recuerdo tomar leche para la merienda y tapar la carne dura con el puré de papas para poder irme a casa. De postre nos daban una mitad de naranja, la sobreproducción de nuestros hermanos de Cuba, que pulverizaban con una sustancia química que causaba una reaccion alergica. Años después me enteré que eran las naranjas para para hacer jugo, pero eso nadie sabía.
En terecer año me di cuenta que casi todos los niños del colegio eran Pioneros. No sabía como pasó. Pero veía que algo andaba mal conmigo. Quería ser como los demás y poder usar la camisa celeste y el pañuelo rojo en los días feriados. Recuerdo un día así observando por la ventana a los niños yendo al colegio. Me puse algo celeste y me amarré un pañuelo rojo con pequeñas florcitas azules esperando que no se notaran desde abajo.
Al cumplir diez años erano fuí con mi hermana a un campamento de verano. Una noche nos despertaron y llevaron al bosque. Allá, al lado de una gran fogata me hicieron jurar a la bandera checoslovaca, que iba a trabajar, estudiar y vivir según la orden del Pionero y que iba a luchar para proteger nuestra república socialista. Cuando volví a casa después de las tres semanas con el pañuelo rojo en el cuello, mis padres me miraron raro pero no lo comentaron.
En el cuarto año, en la clase de historia tuve que escribir sobre la época entre las dos guerras mundiales en mi país. Yo no tenía mucha idea del asunto así que le pedí ayuda a mi padre. Juntos hemos escrito algo sobre la primera y segunda república y sobre el presidente Masaryk. El día siguiente presenté mi trabajo y esperaba recibir la mejor nota. Pero cuál fue mi sorpresa cuando la profe escribió el 5, la peor calificacion posible. Pregunté por qué, pero la profe no me sabía contestar, solo dijo que dejara de ofenderla. En casa le comenté a mi papá sobre lo que pasó y el me dijo que no me preocupara, que estuvo bien lo que dije, solo la profe esperaba que dijera otra cosa.
Recuerdo las enormes colas en las tiendas antes de abrir. Recuerdo que una vez al año, antes de la Navidad, llegaban los plátanos, mi fruta favorita. A cada madre solo le vendían tantos platanos cuantos hijos tenía. Recuerdo que a veces había que esperar mucho tiempo y teníamos que turnarse con mis hermanos. Me comía mi platano muy despacito, sin morderlo, como si fuera un helado que no se derretía. Me acuerdo que en una época no se podía conseguir papel higienico. Un día regresando de la clase de atletismo pasé por una tienda donde hubo una cola enorme porque les llegó el papel. Recuerdo la sensación de triunfo y orgullo al conquistar mis dos rollos y entregarlos a mis padres.
Recuerdo estar esperando con mi mamá en la librería cada jueves, porque ese fue el día cuando llegaban los títulos nuevos y se acababan inmediatamente. Recuerdo a mi madre cosiendo y recosiendo la ropa para nosotros, tiñendo las telas y hasta los zapatos, para que quedaran más bonitos. Recuerdo a mi padre haciendo muebles y juguetes para nosotros.
Recuerdo la primera vez de haber visto la frontera, comiendo helado en el castillo de Mikulov, mirando hacía las tierras prohibidas de Austria. Recuerdo la primera vez de haberla cruzado, unos pocos kilómetros a la República Democrática Alemana, a un pueblo cuyo nombre no recuerdo. Recuerdo lo asombrada que estaba por la cantidad y la diferencia de cosas que veía.
Recuerdo la felicidad que nos causaron los regalos traídos por mis padres del viaje a Grecia. Eran latas de gaseosas que encontraron al lado de la carretera mientras viajaban tirando dedo. Nos adornamos el cuarto con ellas. Y lo mejor fue que nos compraron a cada uno su lata llena. Estaba guardando mi Coca-cola como medio año para abrirla en una ocasion especial que nunca llegó.
Recuerdo todo eso y pienso que los jóvenes de 20 años ya no recuerdan nada de eso. El año 1989 para ellos es solo una fecha más para memorizar. Algo tan lejano como el 1968 para mí. O tal vez más. La prehistoria. Les parece lógico que todo lo que quieren se puede, con cierto esfuerzo, alcanzar o comprar. Está bien... o no?
15 abr 2009
Los ideales II.
Hace poco he redescubierto a Joan Baez, cantante americana de la era hippie a que no he vuelto a escuchar desde mi infancia. Me di cuenta que su voz me sigue gustando igual que antes y lo que no sabía, que tiene buena cantidad de canciones en español. Entre otros el famoso himno del „Comandante Che Guevara“. Admito que me considero „hippie“ en varios aspectos, pero no tanto como para „aprender a querer al comandante Che“. Acepto que su vida se podría considerar admirable... pero solo hasta el momento que dejó de ser medico y decidió hacerse revolucionario.
No pude no fijarme que en America Latina hay una percepcion diferente del comunismo. Mientras que en Europa está percibido como un movimiento extremista y peligroso, pero sobre todo superado, en America Latina sigue siendo para muchos una posibilidad bastante atractiva. Una vez un peruano me preguntó porqué el comunismo era malo, si en mi país no se vivía tan mal. No había gente tan pobre como en Perú. Todos tenían trabajo y la educacion y el servicio medico eran gratis. Todo eso es cierto. No vivíamos tan mal. Parece que en la Checoslovaquia de entonces las clases sociales habían desaparecido. Pero en realidad los líderes comunistas solo cambiaron de clave para clasificar la gente. Me puse a pensar pero no encontraba una respuesta satisfactoria. En la comparacion con la miseria, hambre y enfermedades mis argumentos sobre la falta de libertad y la imposibilidad de realizacion intelectual sonaban insignificantes. Me acordé de una cancion checa de los 80 que decía algo así como: „en otra parte este infierno sería un paraíso...“
La idea del comunismo quizá no era mala, pero no funcionó porque se negaba ver la realidad. El problema principal es que la igualdad dentro de una sociedad nunca se produce de una manera natural. No se cuenta con el hecho de que no somos identicos, que nunca pensaremos de una forma igual. Pero con la igualdad forzada se acaba la democracia. El filosofo checo Václav Bělohradský dice que „el catastrofe historico del comunismo surge de la falta de respeto a la realidad y a la misma estructura de la existencia humana. Surge de la terrible supervaloracion del „hecho revolucionario“ que impone a la gente una forma que solo pueden fingir y un mundo en que no se puede vivir sin un gran aparato forzador.“
La verdad es muy difícil explicar el mal del comunismo. A pesar de haber vivido en el 12 años. O por eso mismo? A veces pienso de como sería mi vida sin haber llegado el cambio en 1989. Los 12 años es justo la edad cuando uno empieza darse cuenta de lo que está pasando en su alrededor. Me da curiosidad cual sería mi postura en aquel mundo. De todas maneras he tenido suerte de no tener que experimentarlo. Me puedo dar el lujo de solo pensarlo, y comparar los sistemas que me ha tocado vivir. Al fin creo que vivir en la pobreza es igual de miserable como vivir sin libertad. Porque ¿cuanta libertad tienen los habitantes de una barriada? La falta de libertad nos lleva a la letargía. Igual que la pobreza. La falta de libertad es la pobreza. Y la pobreza es falta de libertad.
Le dije a mi amigo, instructor de surf, que la respuesta porqué no podía funccionar el sistema comunista, estaba tambien en él. Que si el quería vivir en una sociedad justa, debía empezar a construirla. Por ejemplo podría empezar a cobrar el mismo precio a todos sus clientes. ¿Porque les debiera costar doble a los gringos? Pero mi idea no le gustó. En el Perú la gente siempre se queja del desorden, pero si hay ley alguna, no tardan de eludirla. ¿Si todos lo hacen, porque yo me vaya a resistir? Es que dejarse llevar por la corriente es lo mas facil.
Pero la revuelta individual es lo que cuenta. No una gran revolucion triunfal sino cientos de pequeñas acciones nos liberan. La revuelta nunca vence pero aumenta la resistencia de la especie humana y abre el camino de cada futura opresion. No la revolucion sino la disposicion a la posible revuelta personal es lo que nos reconcilia con nuestra condicion humana. (Václav Bělohradský)
7 abr 2009
Los ideales I.
El mundo no es perfecto. Todos sabemos de las cosas que podrían mejorar. Pero, al alcanzar la perfección, estaríamos felices? Nos gustaría vivir la perfección? No pregunto si es posible. Cada quién se imagina la perfección de manera diferente. Sospechamos que no vamos a llegar al ideal pero a pesar de ello no dejamos de buscarlo.
Nací en una ciudad hoy llamada Zlín. En el siglo 19. fue una ciudad pequeña sin mayor importancia en una region pobre y montañosa. En 1898 Tomáš Baťa junto con sus hermanos puso su negocio de zapatero. El taller se fue convirtiendo en la fabrica que en 1918 llegó a tener 400 trabajadores y en 1925, gracias al pedido del ejercito austro-hungaro, 5200 trabajadores. Pero no solo crecía la fabrica sino tambien la ciudad. Para atraer la gente Baťa invitó los mejores arquitectos funccionalistas (incluyendo al famoso Le Corbusier) para construir una ciudad nueva y progresiva, con miles de viviendas, mercados, cines, escuelas, parques, piscinas y estadios. En la guerra segunda mundial Zlín contaba con el edifio más alto del Tercer Reich. Fue el cerebro de la fabrica dentro del cual se movía mismo Baťa en su oficina-ascensor.
Su filosofía fue que la gente que tenga una propiedad, aunque fuera pequeña, estará contenta y no se va a organisar contra el fabricante, no habrán paros ni otros problemas. Y su teoría se ha comprobado. En las pequeñas casitas de ladrillo con los jardincitos de un par de metros cuadrados viven los felices Zlinenses hasta hoy día, aunque Baťa pensaba que no iban a durar mas que 50 años. Lo que no duró fue la fabrica de Baťa en Zlín. Durante de la guerra II. estaba fabricando zapatos para los soldaddos Nazi y antes de terminar la guerra la familia Baťa migró a Canada. La companía seguía creciendo fuera del país. Llegó a ser tan popular que los Limeños piensan que es una companía peruana del barrio Rimac. E igual pensarán los Brasileros o Hindús sobre las fabricas en sus países.
En 1945 la fabrica Baťa fue estatizada igual que todas las empresas en el país. Le cambiaron el nombre a Svit (luz, lumbre) pero la cuidad seguía siendo el ícono del capitalismo, representaba el „sueño americano“ y por eso había que borrarla del mapa y de las mentes del pueblo. Nada mas facil que cambiarle el nombre y ponerle uno nuevo, según el primer presidente comunista-Gottwaldov. Curioso que el presidente tuvo un apellido alemán... Despues de la guerra se seguía construyendo. Pero ya no eran casas privadas. Eran edificios grandes con muchos departamentos. Y tambien se construían los ideales. Había un edificio llamado Casa colectiva. Dentro de ella habían departamentos, pero tambien espacios colectivos, como cocinas, lavanderías, una sala grande para realizar los eventos sociales. Y no funccionó. Ya me imagino una tele y treinta personas peleando por ella. Aunque en esa epoca hubo un solo programa (luego dos, y con eso llegamos hasta los 80). La gente no quería compartir sus vidas con los demás.
Yo nací en Gottwaldov. Cuando era niña no entendía bien porque mi ciudad no tenía un centro histórico como las otras ciudades „normales“. Tambien me extrañaba que mi bisabuela le decía Zlín a la ciudad que yo llamaba Gottwaldov. Las bisabuelas usan palabras raras. No me gustaban los edificios con fachadas puristas, de ladrillo sin camisa y de forma cuadrada. De pronto me enteré que vivía en una ciuadad única y especial, según me explicó mi padre arquitecto. Pero no me importaba mucho. La enorme fábrica seguía siendo su corazón y su altísima chimenea se podía observar desde las suburbias donde quedaba mi casa. Todo el mundo trabajaba en Svit y cuando llegaron las vacaciones, se apagaba el agua caliente en toda la ciudad que se quedaba practicamente vacía.
El tiempo pasaba tranquilamente hasta que se acercó el 1989. Cumplí 12 años. En el otoño llegó la revolucion de terciopelo. Me di cuenta que la política tenía que ver tambien conmígo. Pregunté a mis padres porque el presidente era malo, si no hacía nada. Me contestaron, que justamente por eso. Me enamoré. Iba a manifestaciones a la Plaza de la paz porque el chico que me gustaba tambien iba. Nos quedabamos largas horas parados encima de los basureros con las velas en las manos. Nevaba. Los guantes quedaban empapados de cera. Había que plancharlos através del periódico pero igual quedaban duros. A la ciudad le han devuelto su nombre Zlín. Nos acostumbramos rapido, porque es un nombre bien corto y claro. Baťa sigue vendiendo sus zapatos en todo el mundo, tambien a los checos . La fabrica Svit quebró.
29 mar 2009
Cherwuish
Entre todas las historias de las relaciones entre mi país y tierras de Sudamerica hay una especial. Es la historia del „primer indio“ que ha pisado el terruño Checo.
En 1904 el joven viajero checo Alberto Vojtěch Frič visitó Puerto Esperanza. Es un pueblo paraguayo situado a orillas del río Paraguay al Norte del Gran Chaco. Esta zona pantanosa estaba habitada por la tribu Chamacoco. Frič conoció esa tribu en circunstancias dramaticas durante una gran inundacion.
Sobre esa época cuenta Frič en su charla sobre el Chaco del 1911: „¿A quién se le habría ocurrido que en este país tan ajeno iba a encontrar lo que vanamente buscaba por otras partes - la amistad? Que entre esos „bárbaros“, de los que se dicen cosas mas crueles de las que cuenta su propia mitología, iba a encontrar gente tan relajada y sonriente.
Y que iban a aceptar como miembro de la tribu a un extranjero de un color de piel distinto, de una lengua y costumbres incomprensibles, y es más, que me iba a sentir entre ellos como en casa.“
Frič se enamoró y se casó con una mujer de la tribu, llamada Lorai y tuvieron una hija. Se quedó a vivir en el pueblo donde conoció tambien a Cherwuish Pioshad Mendoza quien, en el año 1908, acompañó a Frič a Europa como voluntario para dejarse examinar por médicos checos y buscar un medicamento para curar la enfermedad que amenazaba con extinguir a su tribu.
Frič cuenta: Cuando llegó el día de mi partida se me acercó el jefe de la tribu Lari y me dijo: „Nunca he visto las cumbres de montañas ni las ciudades llenas de gente ni tampoco los arboles que en vez de hojas tengan pelo como de un javalí. Me gustaría conocer a tu famila, tu gente de piel pálida y pelo rubio. He visto solo las almas de todo aquello (las fotos) pero ahora quisiera conocer a los cuerpos. Tu te vas y yo iré contigo.“
Pero al final el cacique cambió de opinion: „Mi gente no es como la tuya“ dijo. „Tenemos otras costumbres. No me puedo ir. Mi mujer está embarazada y en mi tribu la matarían si se quedara sin marido. Mi mujer es guapa, no la voy a dejar. Pero lleva a mi primo Mendoza. Es listo y sincero. Cuando regrese, nos contará todo.“ Así pasó que Cherwuish viajó a Europa. Me preguntaba como vaya a ver nuestro modo de vivir, si le gustará nuestra civilisacion y que vaya a criticar.
Dentro de dos días un barco nos llevaba hacía Asunción, donde Cherwuish por primera vez vio edificios de varios pisos y le extrañaba porque los blancos construyen un pueblo encima del otro si alrededor hay tanto espacio. Su talento para observar fue extraordinario y su logica implacable. En principio se negaba a usar ropa, pero antes de llegar a Buenos Aires aprendió vestirse tal como seguir la etiqueta en la mesa. En Viena me acompañó al congreso americanista e incluso a una recepcion en la municipalidad.
Le quise enseñar todo. Vio las montañas, el mar, el ferrocaril, el vidrio en las ventanas, los caballos en las calles, los tramvías y automóviles. Ha conocido Genova y Viena con todo su lujo, con los tobogánes en Prater. Cherwuish lo observaba todo con mucha atención pero de repente se puso a llorar:“Alberto, nada es como creía. En mi pueblo dicen que Europa es un río, el viento trae la ropa al río y la gente la saca y se la pone. Por eso los europeos pueden cambiarse la ropa cada día. Ahora veo que es mentira! La gente no me va a creer, van a decir que estoy inventando o tendré que mentir y decir que no llegué ni a Buenos Aires.“
La triste verdad es que Cherwuish no se ha equivocado mucho. La estancia de un año en Bohemia (así se llama la región donde se encuentra Praga) cambió a este joven indígena tanto que, al regresar a su pueblo natal, tuvo enormes problemas con sus familiares y amigos, que lo consideraban un mentiroso cuando les contaba de la civilización de los blancos. Al final, lo explusaron de la tribu. Alberto Vojtěch Frič pensaba que Cherwuish acabó como espía de la guarnición militar de Fuerte Olimpo y se emborrachó a muerte.
Al mismo Frič le pasó algo parecido al regresar a su país: “Tuve una coleccion de objetos mas extraños para poder comprobar mis palabras, pero la gente igual dudaba. Tambien aquí se cuentan historias equívocas sobre los crueles canibales que roban y matan a la gente inocente. Si yo regresé no solo sano y vivo, pero además encantado por los indios que he conocido, muchos me miraban de reojo. Pensaban que seguramente no había visto nada, que compré por ahí un par de artesanías y los pretendía impresionar con mis aventuras.“
Despues del 1913 Frič no ha vuelto más a Alto Praguay por causa de los problemas de su salud. En 1922 se casó de nuevo y tuvo otra familia en Praga. Falleció en 1944.
Falta decir que la historia no termina con la muerte de sus protagonistas. En 2000 la familia Frič se había enterado de que tenía parientes en Paraguay y fundaron una ONG llamada Checomacoco, que se dedica y apoyar su lejana familia india de la tribu Chamacoco, que hoy cuenta con 160 miembros.
Así tambien llegamos a comprobar que la historia de Cherwuish tuvo un final distinto (según dice Yvonna Fričová - la esposa del nieto de A.V.Frič): "Al penetrar en el siglo XX cada vez más en el Gran Chaco los logros técnicos de la civilización, por ejemplo, los primeros aviones, Cherwuish fue convirtiéndose en una persona importante y estimada, ya que era el único de los indígenas que sabía explicar a los suyos de qué se trataba. Al final lo volvieron a acoger con mucho honor en el seno de la tribu y Cherwuish supuestamente falleció a una edad muy avanzada en los años 60".
Fuentes:
http://www.radio.cz/es/articulo/76695
http://www.checomacoco.cz/espanol
8 mar 2009
Observaciones de la playa II.
Una cosa que tambien me llamó la atencion es la relacion de los peruanos con el cuerpo. Para mí el Perú siempre ha sido un lugar donde lo físico se sentía muy intenso. No quiero que suene mal. Me explico: cuando vine a Perú, la realidad atacó mis sentidos con una fuerza inesperada. El aire nunca estaba sin olor, olía a fritura, a mar, a pescado, a smog, a humo, a sudor. La gente siempre estaba muy cerca, en las calles, en los micros. Los colores siempre muy puros y fuertes, atacandome de todos lados. Los sabores...mmm... intensos, picantes, dulces. Y los sonidos igual, fuertes y demasiados. Y los peruanos disfrutando de todo eso, excitandose con sus cumbias, emocionandose con sus huaynitos, comiendo toneladas de ají y endulzandose la vida con los picarones y Sublimes... Buscando siempre todos los placeres que la vida ofrece.
No sé si es por el clima cálido, o es una cuestion cultural. Yo creo que se da tanta importancia a las cosas banales justo por no ser tan banales como parecen. En Perú no todos tienen comida suficiente, ni pueden divertirse todos los días y tal vez por eso sigue siendo algo tan especial. Nunca en mi vida he tenido tantas conversaciones sobre la comida como en Perú. En Europa nadie se emociona con la comida de tal manera como los peruanos, cuando se van a comer „el cevichito“, y todos alrededor inmediatamente saltan: ayy qué rico! A los europeos les emocionan pocas cosas.
Pero quería hablar de otra cosa que podía observar en la playa. Del pudor. Observando las maniobras que hacía la gente con las toallas al cambiarse me parecía exagerado. Incluso a los niños pequeñitos los hacían entrenar aunque podían tranquilamente andar calatos (qué?!). Claro que decidí asimilarme para no provocar, pero en mi patria no me hago tanto rollo. Para que? Una peruana una vez me dijo que nosotros (los gringos) no valoramos nuestro cuerpo. (Se refería a una chica israelí que dormía en un cuarto compartido de un hospedaje en un short sin taparse). Algunos peruanos lo llaman „ser liberal“. Yo diría que, tal vez, en algunos sentidos, somos mas relajados (pero seguramente no en todos los que se imaginan).
A mí no me parecería raro cambiarme en la playa sin amarrarme la toalla, pero no termina extrañarme que en la mitad de los programas en la tele peruana salen mujeres semidesnudas, acompañando así no solo programas de musica sino salen tambien en programas infantiles y hasta en las discusiones politicas pueden aparecer por ahí haciendo el fondo. Hasta creo que es una profesion que tiene un nombre.
Lo que más me gustaba de la playa fue observar a las familias serranas que venían los domingos con sus gaseosas de 1,5l. Venían las mujeres, abuelitas, niños, todos. Se sentaban muy cerca a la orilla y siempre se dejaban sorprender por la marea que subía hasta arriba. Saltaban, gritaban y se sentaban de nuevo, un poquito mas lejos. Una de las mujeres, madre de un par de chibolos, se quito las capas de su pollera y se quedó solo con la de arriba y así se dejaba mojar todita. Como se reía y corría dentro del agua, el cabello largo se le pegaba a la cara, se veía como una niña de quince años. Se quedaron horas, hasta que bajó el sol.
Observaciones de la playa I.
Como ya mencioné en uno de mis post anteriores, tuve la iportunidad de pasar un verano entero en una playa limeña. Ay, qué rico!, dirían los que van los fines de semana con su botella de Inca kola. Qué aburrido, pensarán los enemigos de deportes acuáticos. Qué superficial, dirán los intelectuales. Mientras que yo, una espía disfrazada de surfista, digo: pero qué interesante!
En la playa se acumula una sociedad muy especial. Es gente que normalmente no vendría a conocer. Me acuerdo que antes de empezar a correr olas no disfrutaba mucho las caminatas por la playa, justo por los chicos que la frecuentaban, por sus comentarios y por la imposibilidad de poder sentarme en paz sin ser la carnada para los rateros. Pero al entrar a ese mundillo, al conocer sus reglas y costumbres le perdí el miedo.
Como dije, la fauna playera es bien diversa. Empezando con los que vienen en la busqueda de la diversion, como los alumnos de las numerosas escuelas de surf, sus orgullosos padres, alumnos ya mayores-padres de famílias mejorando su físico, los miembros de los clubs, los turistas extranjeros o los limeños que simplemente vienen a descansar y tomar el sol, y finalmente los campesinos que están visitando la capital. Siguen los que viven de los primeros: los ambulantes, los heladeros y quiosqueros, los artesanos, los salvavidas, guardias, pescadores, instructores de surf, los guarda-tablas nocturnos, los recycladores de la basura... y los bricheros.
Aunque no parezca, todo tiene su orden aquí. La gente viene a la misma hora todos los días, cada quien tiene su lugar, su puesto donde hace su negocio. Existe cierta jerarquía que depende de varios aspectos, que no siempre son muy claros. Al parecer todo funcciona bien. Los quiosqueros por ejemplo por unas propinas guardan cosas de los surfistas mientras estén en el agua. Los instructores colaboran con los salvavidas, que al parecer le tienen miedo al agua (!). Algunas escuelas colaboran entre ellas, se prestan tablas cuando al otro le faltan.
Parece que todos son muy amigos, pero muchas veces solo son alianzas economicas. Hay muchísima competencia, muchos chismes, a veces recelo y hasta odio entre algunos. Como no, si se pelean por los clientes (sobre todo por los rubios, que se cobran doble precio), se llevan alumnos del otro y hasta las tablas se roban. Si se es amigo de uno, no se puede ser amigo del otro (siendo la tercera persona), podría ser tomado por ofensa o traicion, y eso incluso si ellos se saludan a diario de „broder“. Así que se complican bastante las relaciones y lo mas seguro resulta amistarse con la niña de la vendedora de raspadilla o con la señora de los sanguchitos de pollo con papitas. Por lo menos eso hacía yo.
Al fin lo mejor fue meterse al agua.
26 feb 2009
En general...
No me gusta generalizar. Pero lo hago. Como todos. Se que es peligroso sobre todo si se trata de la gente. Porque, como se sabe, cada quien es original e unico. Pero a veces es inevitable. En un mundo no-generalizado nos perderiamos. Pero en un mundo generalizado hay que tener en cuenta que nada es tan simple y claro como quisiera parecer. Todas las siencias generalizan y aunque parezca superficial, así pueden llegar a unas verdades muy profundas. Esta vez voy a generalizar a pesar de saber que hay miles de excepciones, voy a hacerlo porque no conozco otra forma de como tratar el tema.
Hablar de los peruanos es igual de confuso como hablar de los gringos, europeos o checos. Mi vision de los peruanos de hecho es limitada. Se deriva por parte de mi experiencia en la universidad y sobre todo de mi contacto con la gente en las calles de Lima y en el campo. Siendo fiel a la clasificacion peruana diria que en la universidad había mas personas de la clase media y media alta mientras que la gente que trabajaba en la calle o en el campo pertenecía a las clases bajas. Hay que mencionar que los pertenecientes a la clase alta practicamente desconozco.
Juzgar la gente según la apariencia es una costubre muy común en el Perú. Para la mayoria de los peruanos soy „gringa“. Lo soy por mi apariencia y lo sería siempre, incluso después de vivir en Perú por años o si obtuviera la nacionalidad perunana. A la gente le basta solo verme y ya sabe que 1./soy extranjera 2./tengo plata. Puede ser verdad o tampoco no. No necesitan preguntar nada, no se les ocurre que de repente estaba ahorrando años para poder pasar mis vacaciones de voluntaria en Peru. No saben que en otras partes incluso la gente „blanca“ puede ser pobre. Los peruanos suelen pensar que en cualquier otra parte se vive mejor que en el Perú, sobrevaloran las cosas que vienen desde fuera a pesar de desconocerlas. Por otro lado tienen un orgullo muy iracional sobre algunas cosas, sin realmente saber como son en otra parte. (Ejemplo: El pollo peruano es el mejor del mundo).
En Peru se suele llamar a determinadas personas gordo, chato, negro, chino o flaco. En principio me chocó, me parecía demasiado bruto. Aunque luego entendí que no eran ofensas, que incluso pueden ser nombres de cariño, hasta ahora me cuesta decir: Oye, gordo... De hecho es cultural. En los Estados Unidos a los indigenas llaman „native american“ y a los „negros“ „african american“ y decir indio o negro es casi un crimen. Esa forma de diplomacia es ajena a los peruanos, que no entienden que advertir las diferencias no siempre viene al caso... Por otro lado puede parecer menos pretencioso y mas honesto „llamar las cosas por su nombre“. No pretendo juzgar cual de las formas es mejor. Las dos pueden ser problematicas. Al fin, lo importante es con que intencion lo estamos diciendo.
Igual que los peruanos no ven las diferencias entre los gringos, los checos no saben distinguir a los peruanos.
Una amiga checa durante su vuelo a Lima conocio a un peruano. Toda encantada le dijo en ingles que era el primer indio que jamas había visto en su vida. No se que tanto era indigena pero de todas maneras se habia ofendido. Fue un verdadero choque cultural. Ella no lo dijo como una ofensa, para muchos checos los indigenas son lo maximo, un ejemplar de heroe, visto con el romanticismo de las peliculas de los años 70. Pero el pobre no tenía idea de eso, creció en otra atmosfera y seguramente no se consideraba indigena aunque lo fuera.
A mí se me hace imposible ver las diferencias entre los peruanos como las ven ellos. En principio no entendía como en un país mestizo puede haber tanto racismo. Sé que la causa está en la historia. Pero yo no veía ningunos españoles o incas. Solo veía los peruanos. No creo que existan tantas tonalidades de piel que saben distinguir. Pienso que hoy ya no solo es una cuestion racial. Todas esas clases, apellidos, barrios y colegios solo sirven para excluirse. Parece que mas importante que buscar como aproximarse se les hace marcar las diferencias entre ellos. ¿Porque en vez de buscar lo que nos une destacamos lo que nos separa? Habrá igualdad sin tener que ser identicos?
Quizá es mas facil definir lo que no somos que aceptar lo que somos...
11 feb 2009
Unirme
Durante los ultimos años he descubierto varios mundos en mí. En estos mundos habitan varias Doras con las que trato de convivir. Sospecho que siempre han estado ahí solo que ultimamente algunas han crecido mas rapido que otras. Se parecen bastante pero a veces me piden cosas que no les puedo dar, algunas son tan rebeldes que hasta quieren todo lo contrario que las otras. Y yo no puedo hacerles caso a todas. Creo que mientras mas Doras estén ahí, mas dificil será decidir por ellas. Quisiera hacerlas felices a todas y hasta ahora niego que no sea posible. Pretendo de hacer todo lo posible pero al final siento que nada hago bien. Porque no me riendo? Si estoy acá, no puedo estar allá. Es lógico. Pero yo lo siguo intentando. Y así no estoy bien en ninguna parte.
A veces me olvido y los mundos dentro de mí aparecen cuando menos lo espero. Como una vez en el hospital de Praga al despertarme de la narcosis me salió el castellano. Y hoy me soñé caminando por un malecón inexistente de Barranco con una tabla bajo la mano y unos chicos gritando: „Está cruda, mirala...“ (refiriendose al color de mi piel). Así recuerdo la frase, en castellano, pero no tengo idea si alguna vez escuché esa expresión, si se usa o me la inventé.
No soy ninguna aventurera. No viajo por viajar. No me gusta cambiar de lugar diario. Quiero dormir siempre en la misma cama. Soy alguien que donde esté busca su hogar? Acaso yo no lo tengo? El hogar que nos lo llevamos adentro? O es que simplemnete me entraño de los lugares y las personas y me cuesta alejarme? Pero si solo me pasa con el Perú? Porque encuentro la cercanía tan lejos?
Quisiera encontrar un trabajo que conectara esos mundos dentro de mí. Que les diera sentido y a mí me enseñara hacía donde ir. No espero quedarme en un solo mundo pero que tenga el porqué quedarme entre ellos. Por parte estoy acostumbrada de jugar ese papel, crecí entre el campo y la ciudad sin pertenecer a ninguno y considerandome parte de los dos. Ser diferente, excluida pero con gran necesidad de aceptacion. No sé a donde pertenzco pero sé que tengo que hacer. Quiero conectar.
21 ene 2009
Orden del desorden
Cuando me gradué, no sabía que hacer. Hice la maestría en arte, saqué mi diploma y necesitaba vivir de algo. Aún me acordaba del año antes de entrar a estudiar arte. Estaba sin trabajo y me sentía perfectamente inútil. No quería repetir eso por nada del mundo.
Unos años antes, al acabar mis estudios en la PUCP en Lima, mi profesora Carolina me dijo que si alguna vez decidiera enseñar, ella podía darme trabajo. Me acordé de sus palabras y pensé que no iba a perder nada si le escribía. Pronto me llegó su respuesta. Decía que tenía trabajo para mí, que podía dictar unos cursos de grabado. Me pareció increíble, un trabajo así en Praga jamás hubiera conseguido. Estaba feliz. Que bien que no tenía idea sobre lo que me esperaba...
Me puse a hacer todos los tramites necesarios. En aquella época los checos aun necesitabamos visa para viajar a Perú. En la embajada de Perú en Praga iba a pedir una visa de trabajo pero según me dijeron esa la tenía que pedir en Lima, cuando tendría el contrato de la universidad. Ellos solo me podían dar una visa de turista para después cambiarla. Pero para (supuestamente) facilitarme los trámites me dieron una visa oficial.
Después tuve que sacar las copias de mi diploma y del pasaporte. Legalizarlas, dejarlas traducir al español y legalizar las traducciones. Por conseguir los sellos requeridos tuve que hacer un recorrido por el notario, la traductora, ministerio de justicia, el corte municipal, ministerio de educacion y ministerio de relaciones exteriores. Todo el recorido lo hice en una semana y aunque tuve que pagar por cada sello, todo marchaba bien, según las instrucciones que recibí en el principio.
Llegué a Lima, empecé a trabajar. Tenía cuatro cursos y veinte horas semanales. Pasó un mes y yo no había recibido ningun sueldo porque la universidad no me había hecho mi contrato. Aparecieron problemas de los que nadie me había avisado antes. Me daba la impresion como si fuera primera extranjera que vino a trabajar legalmente a Perú. Ninguno de los responsables en las oficinas por los que transitaba me sabía dar instrucciones claras. Siempre aparecía algun sello o autorización que faltaba y que seguramente fue lo ultimo. En principio les creía, pero después de un tiempo estaba convencida de que simplemente inventaban. Aquí les haré una breve recapitulacion del proceso.
Primero fui a migraciones donde pretendía a cambiar mi visa oficial por visa de trabajo. Tuve que boxear para poder entrar al edificio, pero igual no me servía. Un señor „tramitador“ me ofreció sus servicios, pero yo creía que podía hacerlo por mi propia cuenta. Que ingenua! Me mandaron al ministerio de relaciones exteriores para legalizar mis papeles. Pero faltaban unos sellos... Fui al notario para legalizar mi visa. Volví al ministerio para legalizar la copia del diploma. Ahí recién me enteré de que la copia legalizada de Praga no era valida en Perú. Tenía que ser traducida por un traductor oficial peruano. Llamé a la embajada checa para preguntar que si me podían ayudar a conseguir el traductor. Me informaron de que en Perú no había una persona que pudiera hacerlo. Por eso lo hacen en la Rep. Checa. Volví al ministerio y les repetí lo que me dijeron los oficiales checos. Esperaba que aceptaran mi traduccion, pero me había equivocado. Me sorprendieron con la demanda de una constancia de la consul sobre el hecho de la no-existencia del traductor oficial. Ahí fue cuando me empecé a sentir parte de una novela de Kafka.
Les dije que podían llamar a la consul para verificar la informacion, pero no, tenía que ser escrito. En la embajada solo se reieron. “Si te la piden, pues te la sacamos“ dijo la consul y firmó el papel con un gesto teatral. „Ojalá funccione. Con los peruanos nunca se sabe...“ me dijo. Igual no podían hacer mas por mí, dijeron y me regalaron unas revistas sobre mi patria en español. Entregué la constancia en el ministerio con curiosidad que iba faltar esta vez. Y... hay que decir que era muy creativo el encargado, porque había descubierto que la firma de la consul no estaba registrada! Caracho! Y ahora?
Mientras perdía mis esperanzas de poder trabajar legalmente en Perú, pasó otro mes. Pedí un anticipo en la uni y me lo dieron! Durante todo el tiempo me perseguían los aseguradores. No entendía bien porqué, les había explicado que no pensaba llegar a jubilarme en Perú, pero no les interesaba. Felizmente sin el contrato no podían hacer nada.
Al pasar el tercer mes mi supervisa oficial había vencido. Cuando quise prolongarlo resultó que era algo complicado, justamente por ser oficial. Ya ni me acuerdo bien cual era el problema. Solo recuerdo que varias veces esperé ante una oficina para no ser recibida nunca. No podía viajar fuera del país, tenía que asistir las clases. Ya solo faltaban unas semanas para el fin de semestre. Me tenían que pagar sí o sí. Y de repente se les ocurrió una idea genial en la oficina de salarios de la uni. Pagarme como profesora visitante en vez de profesora contratada. Increíble...
Se acercó la Navidad... Los burocratas se fueron de vacaciones. El encargado de mi visa no volvía hasta el Año Nuevo. Mi pasaje la tenía para el 31 de diciembre. Decidí olvidarme de él y disfrutar el tiempo que me quedaba. No había forma de estar legal... pues estaba ilegal. Y fue facil. Nadie me dijo nada incluso en el aeropuerto no hubo ningun problema. Ni me hicieron pagar la multa!
Lo bueno de todo eso fue que conocí bien el centro. Perdí el miedo de caminar por la avenida Abancay, el mercado central y mercado las Amazonas. He tenido varias conversaciones interesantes con taxistas, guachimánes y ambulantes. Hize buenas relaciones con vendedores de zapatos en las zapaterías que rodean el ministerio de relaciones exteriores. Me hubieran hecho muy buenos precios si es que hubiera necesitado zapatos.
Unos años después cruzaba la frontera en Tumbes. Mi visa había vencido unos días antes. Esperaba problemas y estaba curiosa que pasara. El policía me dijo que mi visa estaba vencida así que estaba ilegal. Entonces tenían derecho de tratarme como una delincuente y si quisieran, podrían meterme a la cárcel. Le pregunté que me aconsejaba a hacer. Primero dijo que debía volver a Lima y ahí ir a las migraciones. Le dije que no pensaba a hacerlo. Entonces, dijo, te entregamos a la policía de Tumbes. Pero no queremos problemas, dijo. Yo pregunté si no se podía areglar en la oficina de migraciones de Tumbes. El pata me mandó donde su colega. Entendía bien de que se trataba. Solo esperaba que me lo dijera, quería saber, como iba formular la frase... Pero creo que ellos pensaban que no entendía. El amigo que me acompañaba vino a preguntar que pasaba... y el policía cuando vio que era peruano me ignoró y empezó a referirse solo a el. „ Oe, hermano, no queremos hacer problemas, pero tu amiga...etc.“ Empezó la litanía y no terminaba hasta que mi amigo no le puso la plata en la mano. Ahí se calló y yo pude pasar.
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