28 dic 2008

Cerrando el año


Quiero cerrar este año. Lo recibí en Puno con sorroche y una taza de mate de coca y lo voy a cerrar en el corazon de Europa llamado Praga. Un año en que la sorpresa más grande para mí fui yo. Un año felicidad, confusion, tristeza y contradiccion. Y la busqueda y más busqueda... de como vivir en dos sitios en un solo cuerpo, como contar las historias para compartir lo que veo. Gracias a los que han compartido lo suyo conmigo! Que los fuegos de Ollantaytambo les iluminen la noche!
Y en el siguiente año espero recibir más comentarios!

14 nov 2008

Estar triste para ser feliz



Hace poco leí un artículo donde la psicoanalista y escritora Julia Kristeva decía que las mujeres nos deprimimos más porque nuestra personalidad es más complicada que la de los hombres. Buscamos a ser buenas madres, amantes, tener una profesion que nos llene. Dice que esa pluralidad es difícil de manejar pero las que encuentran el equilibrio entre todas esas identidades logran a ser más maduras que los hombres que muchas veces siguen siendo niños toda la vida.

Yo no sé si me quiero volver más madura pero sí busco un equilibrio o integridad. Es un gran reto llegar a saber qué es lo que debo hacer. Me encuentro en una época extraña cuando aparentemene no está pasando nada. Y yo quiero que pase. Pero tengo que esperar sin saber a qué y hasta cuando. Como si mi vida me estuviera diciendo: acá tienes un tiempo para pensar. Como ya tantas veces. A mí las cosas no me llegan fácil. Mi vida nunca ha seguido una trayectoria muy directa. Cuando hacía algo, pues lo hacía por gusto sin pensar hacía donde iba. Estudié arte por el interés al arte, no para volverme artista. He aprendido muchas cosas pero hasta ahora no llego a descubrir para que me sirven. No me arrepiento haberlas aprendido. Siento no saber aprovecharlas bien. Mi camino culebrea entre las piedras y arbustos y se pierde dentro de un bosque profundo. Lo sigo porque creo que detrás de todo hay un sentido. Sólo que a veces me desespero. Me pongo triste de no llegar a entender.

¿Acaso pido demasiado? Quizá toda la vida será como esa vereda perdiendose en la oscuridad que solo de vez en cuando se aclara.
Algunas personas dicen que necesito tener un hijo. Que cuando lo tenga dejaré de pensar huevadas. Mi mundo cambiará por completo. Pero eso tambien da miedo. Cómo puede que cambie tanto? Creo que no quiero que suceda, quiero seguir siendo yo. Son dos cosas diferentes y una no puede reemplazar a la otra. Uno no puede llenar su vida con la vida del otro. Aunque pretenda a hacerlo. Quizá me equivoco. No sé.
Mi estado parece al de una persona que no encuentra amor. Perdiendo el tiempo a solas. Con el corazón lleno de amor, gritando: ¡acá estoy, esperandote!
En verdad no tengo idea de si el destino nos busca a nosotros o hay que salir al encuentro con él. Pero como dice Julia Kristeva, siempre hay dos opciones: tomarse una pastilla y echarse a la cama, o crear algo.

A mí la tristeza me sirve para crear. Quizá no serán grandes cosas pero nadie puede hacerlas igual que yo. No hay quién tenga la misma experiencia. Es ella que me hace sentir solitaria pero también es ella que me hace única.
Mil veces me he preguntado para que me servía en mi vida praguense saber cual combi me lleva a Gamarra, o con que tipo de papa se prepara la causa. O en que parte de Makaha se levantan las olas. O saber decir: Arí, allillanmi kashani.
No lo sé. Pero aunque solo fuera para hacerme pensar de otra forma, me sirve. Para dar otro valor a las cosas que hay acá. Para saber que nada es automático. Y ojalá un día me ayudará a contar historias que harían pensar a los demás. De los demás.
Para por fin poder unir los dos mundos dentro de mí.

30 sept 2008

Preguntas


Los peruanos suelen hacer sus pequeñas entrevistas a los extranjeros que encuentran. A mí siempre me asombraba la facilidad con la que empezaban las conversaciones. En principio me facilitaba la comunicacion, me gustaba el interés que mostraban por mí, pero con el tiempo contestar siempre las mismas preguntas me cansaba. Incluso llegaron momentos cuando me deseperaba y me ponía antisociable. Mucha gente preguntaba pero poca buscaba a cambiar la imagen que tenía de mí. Pero a veces lograban a sorprenderme con sus preguntas. Sin darse cuenta me daban temas para pensar. Una vez un pescador me preguntó de qué más extrañaba de mi país viviendo fuera.

Hay momentos en los que a uno le parece extrañar todo. La gente. Los olores cotidianos que activan la memoria. La comida. Las canciones. Pero en realidad no es eso que se extraña.
Me di cuenta de que extrañaba ser la Dora que conocían mis padres, mis hermanos y amigos. La Dora en su contexto, con su trasfondo, con su historia. La que no tenía que explicar quién es y de donde venía. La que compartía la historia y el presente con los demás checos. La Dora que dominaba su lengua y la sentía. Extrañaba ser local, extrañaba sentirme en casa. Extrañaba de que me trataran igual y no como a la gringa que admiraban y despreciaban a la vez. Extrañaba que me quisieran no por ser diferente sino por ser parecida a ellos. Extrañaba ser común e invisible. Sentirme segura. Tener amigos entre los hombres. Poder sentarme sola en un bar sin que nadie molestara...

Pero entonces ¿qué es lo que extraño de mi hogar adoptivo cuando vuelvo a Checolandia? Pues... mi vida en Perú. Mi libertad. El hecho de vivir sin el peso de la memoria, de la familia, de las expectativas de la gente que me rodea. Extraño adaptarme, empezar desde cero. Extraño las amistades con aquellos que no necesitaban conocerme del todo para poder quererme. Y a los que se tomaron el trabajo de conocerme. Extraño sentirme parte sin haber crecido en las mismas condiciones, sin haber visto los mismos dibujos animados de chibola. Sentirme identificada a pesar de tener otra experiencia. A pesar de haber crecido en otro clima... Extraño las calles, los lugares, las costumbres, los sabores,las casas donde viví, todo lo que considero tan mío y aquí no tengo con quien compartirlo. Extraño el mar y el aire de la sierra... la chirimoya, los helados de lúcuma en la playa y un millon de cosas más.

Demasiada contradiccion? Sí, pues.

11 sept 2008

Historias que vi

Túcume. Casa recién construída de una familia joven.


Hualhuas. Mujeres con niños lavando ropa y lana en el riachuelo.
"¿De dónde vienes?"
"De Europa"
"¿Y tu mamá, dónde está?"
"Allá"
"¿Y tu, qué haces por acá?"


Túcume. En la cocina.


Puno.


Misti. Ciudad de Dios.


Tarma. Exposición agropecuaria.


Altiplano. Festejando la Virgen del Carmen con peluche de oso y zapatillas Nike.


Canta. "¿Dónde alquilan caballos?" "Allá donde Pedro"

La calle Libertad


„Es una casa de color lúcuma“, me dijo la señora en el teléfono. Decidí irme del depa miraflorino porque ya se me hacía insoportable la convivencia con esa chica tan difícil. Aguanté dos meses durmiendo en el sofá de su sala y ya no quería más.

Esa mañana iba a ver dos departamentos en Barranco. El primero lo encontré rápido y me hubiera gustado pero la dueña buscaba a alguien quién se quedara por lo mínimo un año. Y a mí me quedaban unos cinco meses más. Fuí a la otra cita pero nunca llegué. Me topé con dos mujeres que me engañaron y robaron de tal forma que volví a casa llorando de rabia e impotencia. Nunca deja de sorprenderme como los rateros sean tan buenos sicólogos. La vida les ha enseñado encontrar siempre la mejor manera de engañar la determinada persona. En mí vieron una chica que quería ayudar a la pobre empleada serrana abusada por sus patrones. Aaaahhh....que buenas!

Llegando a casa no se me ocurrió nada mejor que tomarme una botella de liquor que había traído de Praga como regalo para gente buena que esperaba conocer. Como no suelo tomar mucho me puse muy mal. Justo estaba en el baño vomitando cuando sonó el teléfono. La señora me preguntaba porqué no había llegado a la cita. Le conté la historia y ella prometió venir a recogerme. Subiendo al carro de señora Carmen y su esposo pensé, pucha, que tal si son unos pervertidos, me pueden llevar a cualquier parte y yo qué... Pero pronto paramos frente la pared color lúcuma y yo me sentí muy agradecida por haberme tratado bien.

Era una casa sencilla, de esas que esperan que les construyan otro piso cuando sea necesario. No tenía nada de muebles pero los dueños me iban a poner una cama, cocina y refrigerador. Por el momento no necesitaba más. Tenía tres cuartos de los que yo usaba uno solo (luego dos amigas americanas se mudaron conmigo), por un corredor sin techo se entraba a la cocina y al baño con ducha, que era tan baja que cuando se le puso la terma yo ya no entraba y siempre me chocaba la corriente tocandola con la cabeza mojada. Por una escalera se subía al techo donde había otro cuarto que no se podía cerrar y ese era „la sala“ y el lugar de las fiestas.

En el techo encontré unos ladrillos y una puerta vieja que me servían para construir mi mesa. Quedó bajita así que me sentaba en el piso mientras dibujaba. En Praga de vez en cuando encontraba hasta muebles viejos en la calle pero en Lima resultó un problema encontar siquiera una tabla o un pedazo de madera. Todo aún servía a alguien.

Un día Sra. Carmen decidió a llenar el tanque del techo con agua. Ya ni sé porqué, si por no tener que usar la terma matadora... Estaba trabajando en el taller de la uni, cuando me llamó Alejandra que acababa de llegar y encontró la casa inundada! Con Harmony (otra amiga cuyos padres hippies le han puesto ese lindo nombre) chapamos un taxi y regresamos a Barranco. Como casi no teníamos muebles, todas las cosas que estuvieron en el suelo flotaban sobre el agua! Llamamos a la dueña y nos pusimos a limpiar y secar las cosas, tendiendo la ropa y los papeles en el techo. Sra. Carmen se arrepintió mucho viendo el desastre y prometió areglar todo. El día siguiente volviendo de las clases... de nuevo! Supuestamente areglaron el tanque pero quién sabe como... Carmen aún más arrepentida nos trajó una tele viejita como recompensa. La hemos puesto a la sala junto con un colchón inflable.

Le rogamos que porfavor ya no aregle nada, que la casa estaba perfecta así. Pero no lo estaba. La luz fallaba muy a menudo. El refrigerador se apagaba y la terma tambien tenía sus mañas. Pero no todos los problemas estaban en nuestra casa. Los apagones, la tubería rota, el agua corriendo por la pista se nos hicieron cotidianas. Vivíamos momentos romanticos, duchandonos con agua fría iluminadas por las velas.

Así encontré La Libertad donde viví unos tiempos muy felices. Me consideraba la chica del barrio, conocía a los vecinos, los kioskeros, hasta tenía mi local que estaba en una cochera de calle Independencia, dónde siempre ibamos a comprar pizza y conversar con los dueños que nos prestaban sus platos a casa. Me gustaba vivir ahí, en el límite con Chorrillos, que ya estaba fuera de la zona turística y de la borachera barranquina. Me despertaba con el canto de las colegialas que así comenzaban sus clases. Otros días pasaba la procesión o venían los testigos de Jehova a conversar sobre la Biblia (lo que nunca pudieron conmigo).

Nada que ver con la casa miraflorina enrejada y con el guachimán abajo.

1 sept 2008

Homenaje al mar


Quisiera dedicar este post al mar. Al mar que no tengo en este país y que me hace falta. Algunos días me levanto, abro la ventana y lo huelo en el aire. Está cientos de kilómetros de acá. Se podrá oler?

Siempre deseaba tenerlo cerca. Desde chiquita soñaba de verlo un día. Años antes de siquiera haberlo visto hacía montones de dibujos de islas perdidas en el océano, habitadas de niños náufragos viviendo felices sin adultos y escuelas. Aún los tengo por ahí guardados.

Llegué a verlo a los 12 años. En Yugoslavia en el 1988, justo antes de haber empezado la guerra ahí. El siguiente año se abrieron las fronteras de mi país y se podía a salir a otras partes también. Después he visto el mar en Italia, Francia, Inglaterra, Irlanda, España, Russia... Pero nunca he vivido a su lado hasta en Lima.
La ciudad que tiene el mar se gana una dimensión más. Es algo salvaje dentro de la civilización. En Lima siempre buscaba vivir cerca del malecón y las épocas más bonitas y más largas pasé en Barranco. Me quedaba lejos de la Uni pero me gustaba más que vivir en Pueblo libre o Jesús María dónde también viví un tiempo. Es más fácil ubicarse, hay algo claro – el borde de la ciudad claramente marcada. El malecón – la playa – el mar. El fin. Algo seguro en una ciudad tan plana y grande con margenes dispersos y movedizos.

El verano pasado nos familiariazamos aún más. Yo y el Pacífico. Empecé a meterme con la tabla. Decir a correr sería exagerado. Pero igual lo disfrutaba muchísimo. Es fácil volverse adicto a esa diversión. Fue una diversión para mí porque no buscaba la perfección, solo quería estar en el contacto con el agua, aprender a moverme dentro de ella, relajarme y olvidarme de los problemas „terrestres“. Y para eso funccionaba muy bien. Syncronizarme con la marea, esperar la ola, cogerla y dejarme llevar… es mejor que el sexo! (Será por eso la playa llena de chicos que obviamente les hace falta?)

Acá en Praga no sé bien como limpiarme la cabeza. No sé con que quitarme el dolor de la espalda. Por eso extraño al Pacífico.

29 ago 2008

Entrando al cuadro


Mi primer contacto con el Perú fue visual. Antes de poder comunicarme verbalmente me puse a observar. Y todo me gustaba. No es que todo fuera bonito. Pero todo fue interasantísimo. Me moría de ganas bajarme de esa combi guiada, salirme de la ruta turística y entrar a ese mundo tan fascinante. Lo veía como un gran cuadro lleno de colores, personajes fantásticos y caras arcaicas, pero un cuadro que además tenía olores, sonidos y sabores. Un cuadro demasiado perfecto. Quería absorberlo todo, saborearlo, comprender y aprender moverme dentro de él.

Hasta ese momento había viajado poco. Nunca había subido un avion y jamás había pisado otro continente. Tenía poca experiencia y era idealista. Crecí dentro de un país que por mayoría de mi vida estaba detrás de la „cortina de hierro“. Viajar era algo que no todos podían. Es decir se podía viajar a los países „amigos“ en los que la situacion era bastante parecida a la de Checoslovaquia y por eso no nos llamaba mucha atencion. En cambio a los otros países (que eran la mayoría) había que pedir el permiso del ministerio del interior y ese lo daba solo a muy pocos elegidos, miembros del partido comunista (a los que jamás se hubiera ocurrido escapar del „paraíso“ en el que vivían). La gente aprendió viajar sin salir de sus casas - leyendo libros. Yo tambien leía mucho. Y de vez en cuando iba al cine. Aproximadamente a los siete años me enamoré de un Apache llamado Vinnetou. Fue un heroe de películas hechas según las novelas de Karl May, un escritor alemán que nunca viajó al lejano oeste. Las películas las hicieron en Yugoslavia, el actor que actuaba el papel de Vinnetou era francés y su hermano blanco, Old Shatterhand, americano. Todos los niños de mi barrio jugaban de indios y de vaqueros, y todos deseabamos ser indios. La generacion de mis padres así jugaba de alemanes y rusos.

En mi casa hasta mis 16 años no teníamos tele. No es que fuera algo de lujo, al contrario, la tele era algo que unía a las masas, les daba temas a las conversaciones de mis compañeros del colegio. Cuando los niños se burlaban de nosotros por no tenerla, mi hermana les decía: "Es que estamos ahorrando para comprarnos un helicóptero". Y todos callaron. La verdad fue que la gran mayoría de los programas era pura basura y propaganda del partido. Por eso mi padre decidió no tenerla. Mis padres eran artistas que no hacían arte. Ser artista en un país totalitario no es nada envidiable. Así que prefirieron ser maestros y dedicarse a enseñar a los niños. En esa sociaedad tan uniforme mi familia parecía bastante rara. Mi madre me enseñó a apreciar la diferencia (imaginense una niña cuyo color favorito sea marón). Cuando veíamos la Olimpiada mi mamá que nunca se interesaba por los deportes la miraba y decía: „Mira las piernotas de esos negros, qué musculos… y viste el culo de la maratonista Nigeriana, qué tan paradito está! Qué guapa! Fíjate que cualquier color les queda mejor que a nosotros.“

Por eso cuando yo llegué a Perú estaba un poco como mi madre viendo la Olimpiada. Viendolo desde el punto de vista de hoy fuí una víctima perfecta de los rateros, bricheros y otra fauna urbana que frecuenta lugares llenas de niñas como yo. Me acuerdo de la primera vez que nos llevaron al centro de Lima paseandonos por la Alameda Chabuca Granda y nos dijeron que jamás cruzaramos el puente detrás de Palacio del gobierno. El día siguiente chapamos un taxi directo al puente. Porsupuesto lo cruzamos y caminamos subiendo por el cerro San Cristóbal. Llegamos hasta la cruz sanos y vivos. Luego entendí que el tipo que nos enseñaba la ciudad probablemente nunca se subió a una combi y jamás estuvo en un barrio como Rímac.

Con el tiempo aprendí a moverme por la ciudad sin sentirme amenazada. La verdad es que nunca me sentí igual que caminando por las calles de Praga, tan relajada y segura sin que nadie me observara ni hiciera comentarios. Pero aprendí a dónde y cuando podía ir sola, a dónde acompañada y a dónde ni hablar. Entendí que era una ciudad dividida, que uno no se podía mover libremente dentro de ella. Aprendí a estar siempre atenta pero no negativa – una cosa difícil. No es recomendable salir ala calle si a uno le viene un bajón o sea no debe mostrarlo porque la gente siente la debilidad y ataca. Cuando uno está mal siempre puede estar peor. La ciudad está llena de tristeza y deseperación y no hay que esperar la compasión. En la jungla urbana cuentes con la ley que „el fuerte gana“.

A cambio de la tranquilidad praguense mi vida en Lima se volvió una aventura diaria. Al aprender a comunicarme en castellano entré a ese cuadro colorido que tanta atención me llamaba. En cada paso aprendía cosas nuevas e útiles. En una reunion con mis amigos de la Uni se sobreusaban palabras „chévere“ y „bacan“ que no estaban en el diccionario. En cambio la palabra „escarchado“ estaba pero igual no entendía porqué estaba escrita junto con un número de teléfono por toda la ciudad.

17 ago 2008

Así empezó...

Llegué a Perú por casualidad. En esa época yo era estudiante de animación en la Escuela de arte en Praga (www.vsup.cz). Un día apareció en el taller un peruano que trabajaba en una asociación cultural en Nueva York y nos presentó un proyecto que se basaba en popularizar culturas precolombinas de Perú através del medio de la animación. Hablaba de la antigua cultura Moche, sus cerámicas e iconografía, nos dejó unas copias de las figuras y se fue.

Regresó en medio año en el que yo y otros tres estudiantes interesados en el tema hemos trabajado en unos proyectos libres vinculados con el Perú antiguo. Y ahí se empezó a hablar de la posibilidad de ir a Perú para conocer mejor la materia. Aunque no lo creíamos en el noviembre 1999 partimos rumbo a Lima. Después de hacer contactos en la Universidad Católica y la TV Canal N hemos hecho un viaje por la costa norte de Perú. No voy a describir los detalles del viaje, no era nada excepcional pero yo me quedé impresionada. A pesar de no haber visto el Cusco ni Machu Picchu, nada de la sierra y menos de la selva, a pesar de no haber hablado el idioma decidí volver.

Despúes de este viaje hice la animación „Agenda del Perú“. El proyecto de los mochicas no se realizó nunca, porque no se ha encontrado el presupuesto.

En el siguiente año me dediqué a estudiar el castellano para poder ser aceptada en La Católica como estudiante de arte. En el mismo tiempo surgió un trato entre las dos universidades para intercambiar estudiantes. Me aceptaron del conejillo de indias… pero esa ya es otra historia.

Pd: Disculpen la terrible calidad del sonido!