29 mar 2009

Cherwuish



Entre todas las historias de las relaciones entre mi país y tierras de Sudamerica hay una especial. Es la historia del „primer indio“ que ha pisado el terruño Checo.
En 1904 el joven viajero checo Alberto Vojtěch Frič visitó Puerto Esperanza. Es un pueblo paraguayo situado a orillas del río Paraguay al Norte del Gran Chaco. Esta zona pantanosa estaba habitada por la tribu Chamacoco. Frič conoció esa tribu en circunstancias dramaticas durante una gran inundacion.

Sobre esa época cuenta Frič en su charla sobre el Chaco del 1911: „¿A quién se le habría ocurrido que en este país tan ajeno iba a encontrar lo que vanamente buscaba por otras partes - la amistad? Que entre esos „bárbaros“, de los que se dicen cosas mas crueles de las que cuenta su propia mitología, iba a encontrar gente tan relajada y sonriente.
Y que iban a aceptar como miembro de la tribu a un extranjero de un color de piel distinto, de una lengua y costumbres incomprensibles, y es más, que me iba a sentir entre ellos como en casa.“


Frič se enamoró y se casó con una mujer de la tribu, llamada Lorai y tuvieron una hija. Se quedó a vivir en el pueblo donde conoció tambien a Cherwuish Pioshad Mendoza quien, en el año 1908, acompañó a Frič a Europa como voluntario para dejarse examinar por médicos checos y buscar un medicamento para curar la enfermedad que amenazaba con extinguir a su tribu.

Frič cuenta: Cuando llegó el día de mi partida se me acercó el jefe de la tribu Lari y me dijo: „Nunca he visto las cumbres de montañas ni las ciudades llenas de gente ni tampoco los arboles que en vez de hojas tengan pelo como de un javalí. Me gustaría conocer a tu famila, tu gente de piel pálida y pelo rubio. He visto solo las almas de todo aquello (las fotos) pero ahora quisiera conocer a los cuerpos. Tu te vas y yo iré contigo.“

Pero al final el cacique cambió de opinion: „Mi gente no es como la tuya“ dijo. „Tenemos otras costumbres. No me puedo ir. Mi mujer está embarazada y en mi tribu la matarían si se quedara sin marido. Mi mujer es guapa, no la voy a dejar. Pero lleva a mi primo Mendoza. Es listo y sincero. Cuando regrese, nos contará todo.“ Así pasó que Cherwuish viajó a Europa. Me preguntaba como vaya a ver nuestro modo de vivir, si le gustará nuestra civilisacion y que vaya a criticar.



Dentro de dos días un barco nos llevaba hacía Asunción, donde Cherwuish por primera vez vio edificios de varios pisos y le extrañaba porque los blancos construyen un pueblo encima del otro si alrededor hay tanto espacio. Su talento para observar fue extraordinario y su logica implacable. En principio se negaba a usar ropa, pero antes de llegar a Buenos Aires aprendió vestirse tal como seguir la etiqueta en la mesa. En Viena me acompañó al congreso americanista e incluso a una recepcion en la municipalidad.


Le quise enseñar todo. Vio las montañas, el mar, el ferrocaril, el vidrio en las ventanas, los caballos en las calles, los tramvías y automóviles. Ha conocido Genova y Viena con todo su lujo, con los tobogánes en Prater. Cherwuish lo observaba todo con mucha atención pero de repente se puso a llorar:“Alberto, nada es como creía. En mi pueblo dicen que Europa es un río, el viento trae la ropa al río y la gente la saca y se la pone. Por eso los europeos pueden cambiarse la ropa cada día. Ahora veo que es mentira! La gente no me va a creer, van a decir que estoy inventando o tendré que mentir y decir que no llegué ni a Buenos Aires.“

La triste verdad es que Cherwuish no se ha equivocado mucho. La estancia de un año en Bohemia (así se llama la región donde se encuentra Praga) cambió a este joven indígena tanto que, al regresar a su pueblo natal, tuvo enormes problemas con sus familiares y amigos, que lo consideraban un mentiroso cuando les contaba de la civilización de los blancos. Al final, lo explusaron de la tribu. Alberto Vojtěch Frič pensaba que Cherwuish acabó como espía de la guarnición militar de Fuerte Olimpo y se emborrachó a muerte.

Al mismo Frič le pasó algo parecido al regresar a su país: “Tuve una coleccion de objetos mas extraños para poder comprobar mis palabras, pero la gente igual dudaba. Tambien aquí se cuentan historias equívocas sobre los crueles canibales que roban y matan a la gente inocente. Si yo regresé no solo sano y vivo, pero además encantado por los indios que he conocido, muchos me miraban de reojo. Pensaban que seguramente no había visto nada, que compré por ahí un par de artesanías y los pretendía impresionar con mis aventuras.“

Despues del 1913 Frič no ha vuelto más a Alto Praguay por causa de los problemas de su salud. En 1922 se casó de nuevo y tuvo otra familia en Praga. Falleció en 1944.
Falta decir que la historia no termina con la muerte de sus protagonistas. En 2000 la familia Frič se había enterado de que tenía parientes en Paraguay y fundaron una ONG llamada Checomacoco, que se dedica y apoyar su lejana familia india de la tribu Chamacoco, que hoy cuenta con 160 miembros.

Así tambien llegamos a comprobar que la historia de Cherwuish tuvo un final distinto (según dice Yvonna Fričová - la esposa del nieto de A.V.Frič): "Al penetrar en el siglo XX cada vez más en el Gran Chaco los logros técnicos de la civilización, por ejemplo, los primeros aviones, Cherwuish fue convirtiéndose en una persona importante y estimada, ya que era el único de los indígenas que sabía explicar a los suyos de qué se trataba. Al final lo volvieron a acoger con mucho honor en el seno de la tribu y Cherwuish supuestamente falleció a una edad muy avanzada en los años 60".

Fuentes:
http://www.radio.cz/es/articulo/76695
http://www.checomacoco.cz/espanol

8 mar 2009

Observaciones de la playa II.




Una cosa que tambien me llamó la atencion es la relacion de los peruanos con el cuerpo. Para mí el Perú siempre ha sido un lugar donde lo físico se sentía muy intenso. No quiero que suene mal. Me explico: cuando vine a Perú, la realidad atacó mis sentidos con una fuerza inesperada. El aire nunca estaba sin olor, olía a fritura, a mar, a pescado, a smog, a humo, a sudor. La gente siempre estaba muy cerca, en las calles, en los micros. Los colores siempre muy puros y fuertes, atacandome de todos lados. Los sabores...mmm... intensos, picantes, dulces. Y los sonidos igual, fuertes y demasiados. Y los peruanos disfrutando de todo eso, excitandose con sus cumbias, emocionandose con sus huaynitos, comiendo toneladas de ají y endulzandose la vida con los picarones y Sublimes... Buscando siempre todos los placeres que la vida ofrece.

No sé si es por el clima cálido, o es una cuestion cultural. Yo creo que se da tanta importancia a las cosas banales justo por no ser tan banales como parecen. En Perú no todos tienen comida suficiente, ni pueden divertirse todos los días y tal vez por eso sigue siendo algo tan especial. Nunca en mi vida he tenido tantas conversaciones sobre la comida como en Perú. En Europa nadie se emociona con la comida de tal manera como los peruanos, cuando se van a comer „el cevichito“, y todos alrededor inmediatamente saltan: ayy qué rico! A los europeos les emocionan pocas cosas.

Pero quería hablar de otra cosa que podía observar en la playa. Del pudor. Observando las maniobras que hacía la gente con las toallas al cambiarse me parecía exagerado. Incluso a los niños pequeñitos los hacían entrenar aunque podían tranquilamente andar calatos (qué?!). Claro que decidí asimilarme para no provocar, pero en mi patria no me hago tanto rollo. Para que? Una peruana una vez me dijo que nosotros (los gringos) no valoramos nuestro cuerpo. (Se refería a una chica israelí que dormía en un cuarto compartido de un hospedaje en un short sin taparse). Algunos peruanos lo llaman „ser liberal“. Yo diría que, tal vez, en algunos sentidos, somos mas relajados (pero seguramente no en todos los que se imaginan).


A mí no me parecería raro cambiarme en la playa sin amarrarme la toalla, pero no termina extrañarme que en la mitad de los programas en la tele peruana salen mujeres semidesnudas, acompañando así no solo programas de musica sino salen tambien en programas infantiles y hasta en las discusiones politicas pueden aparecer por ahí haciendo el fondo. Hasta creo que es una profesion que tiene un nombre.

Lo que más me gustaba de la playa fue observar a las familias serranas que venían los domingos con sus gaseosas de 1,5l. Venían las mujeres, abuelitas, niños, todos. Se sentaban muy cerca a la orilla y siempre se dejaban sorprender por la marea que subía hasta arriba. Saltaban, gritaban y se sentaban de nuevo, un poquito mas lejos. Una de las mujeres, madre de un par de chibolos, se quito las capas de su pollera y se quedó solo con la de arriba y así se dejaba mojar todita. Como se reía y corría dentro del agua, el cabello largo se le pegaba a la cara, se veía como una niña de quince años. Se quedaron horas, hasta que bajó el sol.

Observaciones de la playa I.




Como ya mencioné en uno de mis post anteriores, tuve la iportunidad de pasar un verano entero en una playa limeña. Ay, qué rico!, dirían los que van los fines de semana con su botella de Inca kola. Qué aburrido, pensarán los enemigos de deportes acuáticos. Qué superficial, dirán los intelectuales. Mientras que yo, una espía disfrazada de surfista, digo: pero qué interesante!

En la playa se acumula una sociedad muy especial. Es gente que normalmente no vendría a conocer. Me acuerdo que antes de empezar a correr olas no disfrutaba mucho las caminatas por la playa, justo por los chicos que la frecuentaban, por sus comentarios y por la imposibilidad de poder sentarme en paz sin ser la carnada para los rateros. Pero al entrar a ese mundillo, al conocer sus reglas y costumbres le perdí el miedo.

Como dije, la fauna playera es bien diversa. Empezando con los que vienen en la busqueda de la diversion, como los alumnos de las numerosas escuelas de surf, sus orgullosos padres, alumnos ya mayores-padres de famílias mejorando su físico, los miembros de los clubs, los turistas extranjeros o los limeños que simplemente vienen a descansar y tomar el sol, y finalmente los campesinos que están visitando la capital. Siguen los que viven de los primeros: los ambulantes, los heladeros y quiosqueros, los artesanos, los salvavidas, guardias, pescadores, instructores de surf, los guarda-tablas nocturnos, los recycladores de la basura... y los bricheros.

Aunque no parezca, todo tiene su orden aquí. La gente viene a la misma hora todos los días, cada quien tiene su lugar, su puesto donde hace su negocio. Existe cierta jerarquía que depende de varios aspectos, que no siempre son muy claros. Al parecer todo funcciona bien. Los quiosqueros por ejemplo por unas propinas guardan cosas de los surfistas mientras estén en el agua. Los instructores colaboran con los salvavidas, que al parecer le tienen miedo al agua (!). Algunas escuelas colaboran entre ellas, se prestan tablas cuando al otro le faltan.

Parece que todos son muy amigos, pero muchas veces solo son alianzas economicas. Hay muchísima competencia, muchos chismes, a veces recelo y hasta odio entre algunos. Como no, si se pelean por los clientes (sobre todo por los rubios, que se cobran doble precio), se llevan alumnos del otro y hasta las tablas se roban. Si se es amigo de uno, no se puede ser amigo del otro (siendo la tercera persona), podría ser tomado por ofensa o traicion, y eso incluso si ellos se saludan a diario de „broder“. Así que se complican bastante las relaciones y lo mas seguro resulta amistarse con la niña de la vendedora de raspadilla o con la señora de los sanguchitos de pollo con papitas. Por lo menos eso hacía yo.

Al fin lo mejor fue meterse al agua.