17 may 2009

Los tesoros

En una epoca de mi niñez mi juego favorito era „de los niños pobres“. Hasta ese tiempo no había conocido a ningun niño pobre, o por lo menos eso pensaba. Fue entonces una influencia literaria mezclada con el romanticismo, que me hacía fantasear de un viaje en tiempo hacía atrás. Supongo que la propaganda que nos metían en la cabeza en el colegio también tomó su parte en mi fascinacion con la pobreza. Era algo que solo existía en el pasado o en el „otro mundo“ capitalista e hostil. En „nuestro mundo“ los pobres eran los buenos, los que tenían que ser liberados y tomar su poder. Y en „mi mundo“ ser pobre era una cosa atractiva e interesante.

El juego „de los niños pobres“ se realizaba en el campo a donde ibamos los fines de semana y donde pasábamos el verano. Mis padres se mataban de risa cuando obligaba a los demás niños vestirse de serranitos, quitarse los zapatos y mudarse de la casa al granero, donde vivíamos los pobres huerfanos. Para ganarse la vida había que ir a pastorear las cabras de la vecina o pedir algun trabajo a mis padres, o sea a los hacendados. Cada quién inventaba lo que le gustaba a hacer, pero aceptábamos tambien los trabajos que normalmente no nos encantaban. Yo hacía limpieza en la casa de los patrones, lavaba platos o trabajaba en la chacra. Mi hermanito se hizo herrero, se encerraba en el taller donde con un martillo aplastaba las tapas de las gaseosas, y así las convertía en monedas, que luego intercambiaba por el pan, queso u otras cosas que nos vendían los patrones. De noche prendíamos fogatas, ya junto con nuestros explotadores, y nos poníamos a cantar.

Estaba fascinada por el folclore y las costumbres del pasado o mas bien por el hecho de que en alguna epoca esas cosas se vivían en verdad. Y no dejó de impresionarme ni después. Cuando entré a estudiar arte y tuve que mudarme a la capital, me sentía algo perdida. Esa ciudad tan grande me daba miedo. Felizmente me podía quedar en el departamento en el que, en otros tiempos, habían vivido mis bisabuelos. Era un departamento que compraron después de que había nacido mi abuelo. El creció allá y ellos han pasado el resto de sus vidas en esa casa. Hacía años desde que habían muerto, y dentro de los siguientes años han pasado muchas personas viviendo en el departamento. Pero a pesar del tiempo la presencia de mis bisabuelos aún se notaba. La casa me guardaba sus tesoros. Estaban los muebles de los años 30, la ropa, la maquina de coser, la cocina con la antigua vajilla, las recetas escritas a mano, las fotos y finalmente, los libros.

Así he pasado los primeros años en Praga, leyendo las novelas de amor romantico, las historias de aventura y de viajes, y tambien libros de las primeras dos escritoras- mujeres checas del siglo 19. A pesar de no haberlos conocido, estaba viviendo con los bisabuelos. Caminaba por la ciudad y pensaba en como era antes. Sabía cuales edificios habían desaparecido en el „saneamiento“ del principio del siglo 20. o durante el bombardeo en la guerra II. La verdad es que vivía más el pasado que el presente, al que no encontraba mucho encanto.



En el tercer año llegué a Perú. Las circunstancias de ese viaje he descrito en el primer post de este blog. También ya he hablado de lo mucho que me impresionó ese viaje, tanto que no he podido dejar de ir hasta hoy día. La gente aquí y allá no deja de preguntarme de qué tiene tan especial ese país que es casi la única destinacion de todos mis viajes. Nunca he tenido una buena respuesta. Pero podría ser esa: En el Perú se juntan varios tiempos historicos. Tiene algo que en Europa ya no existe porque no se vive. Es la antigua cultura y tradiciones que a pesar de mucho esfuerzo no se han logrado a aniquilar. Que coexisten junto con la modernidad. Que tal vez, paradojicamente, han sobrevivido gracias a las condiciones que tanto complican la vida de los peruanos, la difícil geografía, gobiernos irresponsables, la falta de infraestructura y presencia continua de la pobreza. Todo eso junto con la impresionante resistencia de la gente.

En mi país fueron los 40 años del comunismo que arruinaron el campo checoslovaco. En el Perú hubieran sido los terroristas. Pero, hasta ahora siguen teniendo el tesoro. Y no se dan cuenta. Creen que lo que vienen a apreciar los turistas son las ruinas del imperio Inca o Mochica. Pero esas, si bien importantes, son solo unas piedras muertas. En cambio la verdadera riqueza de los peruanos está caminando en las ojotas por la sierra y el altiplano pastoreando llamas. O vive alejada de la civilizacion dentro del bosque. Lo que la mayoría desprecia es lo que les hace únicos en el mundo. Ese es el tesoro que yo les envidio. Y si no lo reconozcan al tiempo, si una vez se pierde, no lo van a recuperar jamás.