9 sept 2012

La mudanza

Hace tres meses me he mudado a una casa nueva. Y aunque me gustan los cambios, las mudanzas siempre han sido muy difíciles para mí, esta en especial. Adoraba la casa anterior, me sentía muy bien en ella, a pesar de sus límites como el baño afuera del departamento. Había que salir a un balcón común, en checo llamado pavlač, y caminar por fuera unos veinte metros para llegar al baño. En verano era hasta romántico, na había que abrigarse ni ponerse zapatos, uno podía respirar la cálida noche y observar las estrellas. Pero en invierno era mucho más duro salir de la cama a los quince bajo cero, y si la temperatura permanecía baja más tiempo el baňo se congelaba.

Otro encanto de esa casa eran los vecinos. La mayoría era gente mayor sin recursos, una viuda, una señora divorciada, una madre soltera, una pareja extraña cuya ropa apestaba afuera en el tendedero mientras se lavaba con la lluvia. Me llevaba muy bien con la mayoría de ellos, sobre todo con mis dos vecinas, que casi no salían del edificio, porque no podían caminar bien, y se pasaban todo el tiempo fumando y chismeando en el balcón. El vecino del depa apestoso también me caía muy bien, le pusimos apodo "el Indio", porque se parecía al personaje de la película de Forman One Flew Over the Cuckoo's Nest. A parte de la similitud física daba señales que también había pasado por la cárcel. El Indio se sentaba afuera de la puerta a tomar su cerveza en botella para que su mujer no se enterara, y cuando aún le sobraban unas monedas me mandaba por otra.

Me gustaba mucho la atmósfera de la proximidad, aunque a veces un poco forzada, porque era simplemente imposible mantener la distancia si todos los vecinos sabían cuando entraba al baňo y conocían a toda la gente que frecuentaba mi casa. Pero la verdad es que yo prefiero mil veces esto que vivir en la indiferencia saludándose veinte años en la escalera sin realmente conocerse.

Admito que a veces cuando me sentía pésimo y no quería ver a nadie, y menos en el camino al baño, me costaba mucho abrir la puerta y dar la cara a las vecinas que casi nunca abandonaban sus puestos. Y eso que aún no he mencionado al vecino panzón que salía y fumarse su cigarrillo sólo en calzón y me hacía comentarios "chistosos". Pero bueno, había que pasar por allí de todas maneras, no quedaba otra. Muchas veces me quedé atrapada con alguna pregunta y había que seguir la conversación un rato, y a veces me hizo bien escuchar los peculiares juicios de las señoras, sobre todo si se trataba de los hombres.

El día de la mudanza me tomé varias copas de tequila con las vecinas, me pidieron que viniera a verlas cuando quiera y yo prometí hacerlo. En las primeras dos semanas en mi casa nueva realmente extrañaba la presencia de mis vecinas y dos veces pasé a verlas. Hacía tiempo que una de ellas, Helena, no se sentía muy bien, se le hinchaban las piernas y tosía, pero con la cantidad de cigarrillos que se fumaba no era de tanta sorpresa. Me contó que se iba por un par de días al hospital para que la examinaran. La tercera vez que fuí a verla me encontré al Indio en la escalera. Me contó que Helena había muerto unos días atrás.

Desde entonces he pasado unas cuantas veces más por el edificio, pero se sintió muy extraño pasar por las ventanas de Helena sabiendo que ya no está. Toqué la puerta de su amiga, estaba tomando el ron sola dentro de su casa, acompañada por su gato y el cotorro que nunca aprendió a hablar.

Recién ahí empecé a asimilar el hecho de que ese lugar ya no era mío.

...

Hace tiempo que tengo ganas de volver a escribir. No es que tenga algo que decir. Pero extraño esos momentos conmigo, pescando las palabras dentro del mar de sensaciónes revueltas y fugaces. No sé si voy a poder. Pero quiero intentarlo, aunque sea una frase diario. Quisiera también empezar a dibujar más, pero eso sí va a ser mucho más difícil por mis propias expectativas que me paralizan. En cambio escribir no me cuesta, puedo ser mala y no me importa nada. En fin, es un diálogo como cualquiera, una conversación. Y una buena conversación, a parte de otros pequeños placeres cotidianos, es lo más satisfactorio a lo que he podido llegar en los últimos tiempos...

27 ago 2011

Me quedo

A veces sueño que estoy en Lima. Estoy allí sin tener que hacer las maletas, sin las despedidas en los aeropuertos, sin los viajes. Es como dormirse en un país y despertar en otro, un día cualquiera, sin que nadie sepa. Veo que estoy allí y sé que no debería, que es poco probable. Decido no complicarme y recibir ese regalo no esperado. Aún sorprendida pero feliz me pongo a pensar a quién llamar. Me encanta la idea de poder marcar el número de algún amigo del que normalmente me separa una distancia enorme y decirle: hola, estoy aquí, quieres tomar una chela conmigo? No sé porqué ahí el sueño se termina. Nunca dura lo suficiente para poder hacer la llamada.

Y aunque en mis sueños esos traslados aún me sorprenden, en mi realidad el Perú ha dejado de ser otro país. Por mucho tiempo lo estaba protegiendo en mí como una especie de exilio. Un sitio que no podía compartir con gente aquí. Algo que me alejaba de ellos y que con el tiempo se volvió un lastre. Pero tenía miedo de perderlo. Por alguna razón necesitaba de ese exilio.

Ahora siento que ese peso se va disolviendo. Me doy cuenta que ya no hay que guardar ese espacio porque no hay quién me lo quiera quitar. Puede que nunca hubo alguien así, pero eso creía. Quizás porque no tenía la opción de elegir. Pero ahora que podría irme a donde quiera, me quedo. Me quedo porque sé que mi vida conmigo es la misma aquí y allá.

29 jul 2011

Paisajes

Como si el porvenir y aun el presente carecieran de
entidad, Lima y los limeños vivimos saturados de pasado. Este nos ha sido impuesto por quienes creyeron desentrañar el enigma de nuestro ser, acerca del cual, para fijarnos un destino, preguntamos perplejos desde siempre. Se ha decidido así que nuestra ciudad está impregnada de una como extraviada nostalgia, y esto es cierto más en lo que atañe al descamino del sentimiento que al sentimiento mismo.
Sebastián Salazar Bondy, Lima la horrible (1964)

Dibujos con tinta china hechos en Praga. ©DoraCan
(Para ampliar haz click sobre la imágen)









2 mar 2011

La intensidad


Cuando era pequeña las cosas eran como eran y así estaba bien. Se vivía por primera vez, probando lo que había, con naturaleza, frescura, curiosidad y a veces con algo de miedo, pero de todas maneras siempre experimentando. No recuerdo haberme exigido algo más de lo que me traía la satisfacción y me resultaba difícil convencerme de que las otras cosas menos agradables también eran necesarias. Lo que me gustaba me salía con facilidad, pero tampoco pretendía a llegar a un resultado sobresaliente.

Lo que más recuerdo de la infancia es hacer las cosas al máximo. Desconocer los límites, o más bien ir conociéndolos. Correr hasta no poder. Gritar en plena voz. Reír hasta llorar. Fastidiar hasta que me pegaran. Comer tantas cerezas hasta vomitar. Jugar en la nieve hasta enfermarme. Trepar los arboles, esquiar, montar la bici... hasta casi matarme.

No sé exactamente cuando cambió, pero creo que fue alrededor de los doce-trece años. A uno de repente se le abre un mar de sensaciones, emociones y deseos, trata de entenderse a sí mismo y como no lo logra, desea ser entendido por los demás. El expresarse, compartir e identificarse se vuelve una necesidad. Pero no es fácil satisfacerla.

Aparece el miedo. Las dudas. La inseguridad. Uno empieza a moverse dentro de los límites, dentro de los esquemas. Disminuye la velocidad, deja de chocar, romperse las rodillas. Baja la voz, por si estuviera equivocado, esperando que haya alguien quién lo escuche a pesar de hablar en media voz.

Y así se va perdiendo la intensidad, como si la madurez requiriera de eso. Pero no se puede dejar de desearla. La perseguimos en los sabores, roces, besos y orgasmos, la buscamos en las historias, imagenes y rostros, tratamos de alcanzarla creando cosas y vidas nuevas para volver a vivirla...

25 feb 2011

(In)seguridades

Mucho tiempo creía ser capaz de reconocer qué me hacía bien y qué me hacía daño. Creía que sabía cuando estaba viviendo algo bueno, y cuando lo bueno dejaba de ser bueno y se convertía en algo difícil con que había que luchar, o que había que aguantar, hasta convertirse en algo malo. Pero en los ultimos años me di cuenta que mi deseo de estar bien es tan fuerte que me hace engañarme a mí misma. Es un poco perturbador saber eso, y me gustaría poder aprender de ello para no volver a vivirlo. Pero en verdad no sé para que me sirve saber que lo que pienso estar viviendo dentro de un tiempo puede resultar a ser otra cosa, si en el momento cuando lo vivo no llego a descifrarlo.

Tampoco logro a conciliar mis dos caras, la tranquila y razonable, y la curiosa e inquieta. Siguen en conflicto y cuando una de ellas parece estar ganando, la otra no tarda en cruzarle el camino y cambiarle los planes. Y yo queriendo seguir las dos voy cambiando de rumbos y perdiendome cada rato. La primera es la que valora lo que tiene, lo cuida, protege, mantiene, echa raíces, odia los conflictos. La otra quiere conocer, le gustan los cambios, el movimiento, actividad e independencia. Parecen contradecirse, pero una sin otra no puede existir, pierde el sentido. Una va hacía la otra hasta negarse a sí misma. Solo pueden coexistir en una lucha interminable.

Y así sucede que a veces prefiero vivir algo intenso sin saber hacía donde me lleva, arriesgando las seguridades y a veces perdiendolas para siempre. Perdiendo algo bueno, que quizás algun día resultaría no tan bueno, cambiandolo por algo desconocido e intenso, y por eso bueno, que dentro de un tiempo tambien puede resultar malo. No sé como el tiempo puede cambiar las cosas, si es el tiempo que las cambia, o soy yo misma. Solo sé que así tiene que ser, y si no, sería insoportable para una de las "yo". Igual como lo es ahora.

Mejor no sigo, aunque dudo que es esta la verdad a la que deseaba llegar.

11 dic 2010

Caminando lento



El mundo cambia cuando se cubre de nieve. Se pone más lento, más torpe, menos seguro. La gente se olvida de sus autos y sale caminando a tomar los tranvías o buses que tardan y se llenan de gente. Se camina despacio, pisando con cuidado, esperando la trampa del hielo resbaloso bajo la nieve. No hay tierra para dar apoyo a los pasos firmes.

Me gusta ese cambio. O mejor dicho, me conviene. Porque así se me hace más fácil camuflar mi propia torpeza e inseguridad. Tengo una teoría que uno va por la vida de una manera parecida a como camina por la calle. Claro, cada quién tiene varias maneras de caminar, dependiendo de la situación, pero hay ciertos rasgos que no cambian.

Hay personas que caminan con decisión, sabiendo a dónde van, buscando el camino más corto o dirrecto. Hay gente que va por el centro de la vereda y hace que todos se le retiran del camino, y otros que van con agresión y no les importa a chocar con los demás transeúntes. Hay caminantes distraídos, que van sin mirar adelante y que tropiezan con los demás sin querer. Algunos avanzan despacio, parándose en cada esquina para conversar y hay otros que van muy ensimismados ignorando el mundo.

Yo, en general, camino mucho. Camino para caminar. Camino porque tengo tiempo, y camino cuando no lo tengo, porque a veces es más rápido. Voy mirando a todos lados, sobre todo la gente. A veces, a propósito, paso por los lugares repletos de gente solo para verlos. Pero a veces pienso que ellos no me ven a mí. Rara vez me pasa que me dieran el paso. Muchas veces me tengo que esquivar por un espacio muy estrecho o tengo que bajar de la vereda y pasar por la pista. Y a veces no sé por donde meterme, si a la derecha o a la izquierda, y por indecisa termino chocando.

Ahora debería hacer alguna conclusión, qué está bien o mal y que cosa debería cambiar o algo así... Pero no. Camino como puedo y como me da la gana. Puede que me de coraje la gente que se me meta en el camino, o la gente que no ve. Pero no me importa tanto. A veces es bueno estar invisible y a veces hay que chocar. Por ahora, avanzo despacio, con cuidado, prestando atención a cada paso para no caerme.

Y si bien me caiga...

13 nov 2010

Hay veces

A veces no tengo para dar. A veces el abrirme me trae demasiado dolor. En esos momentos todo el amor que tengo lo necesito para mi. No quiero saber del mundo. Quiero cerrar mi cortina de hierro y quedarme atrás.

24 oct 2010

Grano de arena



Si no escribo, es porque todo lo que pueda decir sería demasiado obvio. No siento estar descubriendo algo nuevo, si bien fuera nuevo para mí. Veo que mi vida se parece a millones de otras vidas, que no es nada extraordinaria. Me siento un pequeño grano de arena en una playa infinita. Será eso la madurez?

Pero, si dibujo, tampoco dibujo algo novedoso. Miro el mundo y dibujo lo que veo. No necesito inventar nada más, me fascina tal como es. No siento la necesidad de mostrar mi interior, si el mundo exterior es tan interesante. Al contrario, lo que pretendo es interiorizar el exterior, apoderarme por un instante de la realidad, hacerla pasar por mis ojos y mi cerebro, recrearla con mis manos. Así puedo acercarme al mundo y tocarlo. No puedo decir que me ayudara a entenderlo, pero aceptarlo y quererlo sí. Esa es la forma de como me relaciono con el mundo.

Hace tiempo que dibujo los Cristos, Virgenes y Santos y no me lo explico muy bien, ya que no soy cristiana y ni siquiera sé si creo en Dios. Pero ahora lo veo mucho más claro. No es porque me identifique con los Santos, sus divinas cualidades, o que me atraiga el sufrimiento. No. Me interesa la imágen como tal, quiero saber de donde viene la fuerza que atrae a tanta gente, la fuerza que hace que sean adoraradas y queridas. Me pregunto porqué sucede justo con estas imágenes, y con otras no. Y si re-dibujo los íconos de los Santos peruanos, es porqué así quiero acercarme a la gente que sí siente la fuerza que generan, y saber si yo también soy capaz de sentirla e incluso, de crearla.

Puede que ahora piensan que tonta soy, que esa fuerza no es nada más que la fe, y que esta no está en las imágenes sino en nosotros. Somos nosostros que ponemos la fuerza en ellas para que se cumplan nuestros deseos. Y sí, de hecho tiene mucho que ver. Pero yo insisito que algo debe tener la imágen. Algo que hace que la gente se queda mirando y cree en cosas que no ven, que están detrás...

Si no escribo, no significa que no dibujo. Pero a veces no dibujo, y me siento como un grano de arena...

26 ago 2010

De dónde venimos...


Imágen: Petr Malina

Durante mi viaje por Suecia tres veces tomé el barco. Dos veces fueron barcos suecos y de regreso tomé un barco alemán que iba a Rostock. La diferencia fue sorprendente.

A Suecia la encontré como un país muy agradable, ordenado y limpio, y a los suecos como gente muy amable, contenta y bien educada. A pesar del duro clima y un verano muy corto los suecos se encuentran entre los pueblos más felices del mundo. Para nuestra joven democrácia checa los países escandinavos siempre han servido de ejemplo de como puede funcionar un país pequeño dentro de una comunidad tan grande, como la europea.
Los primeros dos viajes en los barcos suecos fueron agradables. La gente en el bordo disfrutaba del sol y nada les importaba el fuerte viento. En la cafetería esperaban tranquilamente en la cola, y el personal trataba a todo el mundo con amabilidad y todos hablaban inglés. Fue realmente muy fácil acostumbrarse de todo eso.

En el barco hacía Rostock fue diferente. La mayoría de los pasajeros no eran suecos, sino gente de Europa del este, Alemanes, de Ukrania, Russia, Bulgaria, Eslovaquia... y República Checa. Muchos de ellos eran choferes de los trucks u obreros. Y de repente, después de acostubrarme ver a los suecos bien vestidos, deportistas, sanos y bien nutridos, me chocó ver la gente del "otro Europa", gastados, gordos, calvos, con ojeras, mal olientes y en ropa vieja... Pero no solo fue la apariencia sino también el comportamiento. La gente llegó corriendo a la cafetería, chocando con los demás, adelantandose y gritando al personal en ruso (o lo que sea), ignorando que eran alemanes, y llevándose con avidez una cantidad de comida que no se podían comer.
Me dije: ¡bienvenida a casa! y me invadió una mezcla de verguenza y tristeza al pensar que así nos ven los suecos (alemanes, francéses, ingléses..) también a nosotros. O sea, que es el mundo al que yo también pertenezco. Un mundo que aún no sabe bien hacía donde ir, ni que sabe caminar bien.

Pero luego, al preguntarme en que otro país quisiera nacer si tuviera la oportunidad de escoger, me di cuenta que no encontraría una alternativa mejor. Soy feliz de haber nacido en el lugar y la época en que nací. Me gusta el punto desde el que puedo observar el mundo, el punto que me ha moldeado para ser lo que soy ahora. Me parece más que perfecto haber nacido en el comunismo, vivir en él justo lo suficiente para recordar la tristeza y el vacío en los que se acostumbró a vivir la gente, y que éste se haya derrumbado justo cuando empecé a tomar conciencia. Que pude estudiar ya en una época de más justicia y libertad, que he vivido el cambio, que he visto como nace la democracia y que tan difícil es aprender a no descuidarla nunca.

27 jun 2010

No me basto

A veces no me reconozco. No soy la que pienso ser. Y es que es una de las épocas de transformación en la que ya no me basta ser la que soy. Recién descubro que ser mujer implica ir transformándome de una época de la vida a la otra, redefiniéndome con cada papel que me toca representar. Como un renacuajo que pierde sus aletas al convertirse en rana, la niña también pierde algo de sí durante el proceso de convertirse en amante, pareja, esposa... madre. Hasta ahora no me queda claro como funciona eso de transformarse. Muchas veces observo mujeres en la calle y me pregunto como han sido cuando tenían veinte, y adónde se han ido esas chicas.

Ultimamente el tema de la maternidad me está atacando de todos lados. Hasta el cansancio... Tengo la oportunidad de observar como se van transformando las mujeres en mi alrededor. Poco a poco perdí casi todas las amigas que tenía. Suena duro, pero es un poco así. Se han vuelto madres y a pesar de haberme/se asegurado de que nada va a cambiar (“Si te hable de los pañales, me paras nomas!”) las conversaciones que tenemos ahora ya no son las de antes. Me buscan como a la amiga con la que pueden conversar de otros temas, no solo de sus hijos, pero como que no les sale. Y yo no las paro cuando me hablan de “los pañales”, porque me parece injusto. Las escucho, pero es como si me hablaran del otro lado del río.

Quizás ahora parezco una mujer anti-niños. Pero así no es. Los niños siempre me han gustado y parece que yo les gusto también. Me encanta pasar el tiempo con mis sobrinos u otros niños, disfruto de la posibilidad de encariñarme con niños que no sean míos. Creo que siendo madre dificilmente sentiría eso. No pienso que al convertirse en madre se acaba el mundo. Pero según lo que veo, cambia bastante. Nunca he tenido dudas si ser madre, pero creo que tengo miedo a perder mis aletas.

Por eso se me hace difícil identificarme con la mujer que soy ahora. Me siento atrapada en el tiempo, un renacuajo sacado del agua pretendiendo seguir nadando pero muriendo con cada respiro. Siento que no puedo seguir así. Necesito volverme un ser nuevo, uno que sepa respirar el aire sin ahogarse. Y no sé como hacer...

28 abr 2010

Traduciendo

Tengo en mi mesa veinte cartas de niños de Paucartambo. Son cartas de los niños peruanos a sus padrinos checos, padrinos que desconocen pero gracias a los que pueden estudiar. Esta ayuda para los niños talentosos y pobres del departamento Cusco organiza Fundación Inca, una pequeña organización fundada por Olga Vilímková después de pasar un año enseñando en un colegio del departamento de Cusco. Desde el año 2001 ha aportado ayuda a más que 930 niños, muchos de ellos se han graduado y ahora ejercen sus profesiónes en sus comunidades y una niña recibió beca del gobierno Checo y entró a la universidad de Praga, donde estudia en checo.

Yo, a parte de ser orgullosa madrina de un chibolo, me ofrecí de traductora de las cartas al checo. Para mí es una experiencia única, un contacto mas cercano y autentico que podría tener. La mayoría son niños del 4to hasta 6to grado, y es interesante ver el dominio del español de los niños, cuya lengua materna es quechua. Me causa mucha ternura leer frases tipo: "En bacacion e estado halegre y felis" o "Me despido con fuerte huabraso" o "Ser proficional sería un grande triunfo para mi, sería ser feliz."

Algunas de las cartas son un poco repetitivas, se nota que el niño no supo que escribir, entonces ha puesto lo que la maestra le dijo. Algunos cuentan de sus vidas, describen sus casas, familias y costumbres en el pueblo. Uno hasta escribió un poema, donde cuenta:"...hay jugando con mis hermanitos, hay riendonos, haciendo chistes, con mis amigos habeses pasteando mis hobejitas y habeses subiendo ha Huallamoco dar pasto a mis conejos". Hay historias mas personales, en las que se nota que el niño no sabe expresarse bien en castellano, así que no se entiende bien. Hay una carta indescifrable, que ni reconozco si es español o quechua, que parece ser de un dislexico.

Y hay tambien historias tristes y conmovedoras, donde el niño le cuenta sus penas al padrino, siendo el la única persona a que puede quejarse. Una niña cuenta de su papá boracho que la pega a ella y a su madre, o de un profesor que pega a los niños en el cole: "mi profesor era malo, nos sobaba con puntero". Dice: "Padrinos mios, quiero que vengas, yo no puedo venir porque Praga es lejos. Pero un poco les conosco en buestra foto...".

Me pregunto como será el futuro de estos niños. Como les influirá la experiencia del encuentro con el otro mundo? Cómo seguirán estudiando, si ya en Cusco se encontrarán con discriminación de parte de los ciudadanos de su propio país? Les servirá saber que en algún lugar lejano hay alguien que los considera dignos de una buena educación? Les ayudará sentirse mas seguros? Y se cumplirán las expectativas de que los graduados se quedarán trabajando en sus comunidades, y no se irán a vivir "una vida mejor" a una de las ciudades más grandes?

No se sabe. Pero yo quiero creer que les servirá, sin importar si siguan estudiando o no, ya solo para ver que saber leer y escribir sirve para algo más que sacar buenas notas. Y que no solo importa el dinero que uno regala sino cuanto interés en el otro demuestra y cuanto cariño le pone a las palabras escritas. Porque es bueno ver que puede haber un diálogo entre dos personas que no hablan el mismo idioma, que viven muy lejos y que ni siquiera se han visto. Que a pesar de tantos obstáculos la carta al final llega a su destinatario. Quiero creer que uno llega a transformar su mirada, sus actitudes y sus valores al ingresar en el universo del otro. Porque el diálogo cambia a sus participantes y, al confrontarlos, los vuelve más humanos.



Cita: Cultura de paz, bilingüismo e interculturalidad,
Juan Carlos Godenzzi
Fundación Inka: http://www.inkaperu.cz/

26 feb 2010

El aniversario

En noviembre del año pasado Perú y yo cumplimos diez años. Para mí fue un amor a primera vista. Y a pesar de que nos conocimos por casualidad, sin haberlo planeado o siquiera pensado antes, fue un encuentro que ha marcado mi vida. No me imagino quién sería hoy sin haber hecho aquel viaje. De niña he visto un documental sobre los astronautas, donde uno de ellos comentaba sobre su experiencia de ver el planeta Tierra desde el universo. Dijo que sentía una mezcla de ternura y responsabilidad. Un sentimiento por el planeta que le ha cambiado la perspectiva para siempre. No sé porqué se me grabó tanto su testimonio, pero creo que también deseaba algún día sentir algo así.

Me sucedió cuando he cruzado el Atlantico en mi primer viaje a Perú. Y aunque hasta ahora no llego a descubrir porqué y para qué este vínculo se ha hecho tan fuerte, le encuentro cierta lógica. Uno tiene que tener una predisposición para poder apreciar y querer ciertas cosas, paisajes o personas. Yo inmediatamente reconocí que llegué al lugar de mis sueños, o mas bien a un lugar del cuento que ni me atreví a pensar que existía. No es que hubiera encontrado algo tan bello o idílico, pero era algo fuerte que no podía ni quería resistir. Una fuerza que hasta ese momento en mi vida faltaba. De repente no importaba que no hablara el idioma, simplemente decidí comprenderlo, comunicarme de todas maneras.

Si ahora me pregunto que cosa fue que me gustó tanto, no podría decirlo. Fueron unos veinte días en los que solo he visto Lima y la costa del norte. Muchas cosas me han chocado, sorprendido, me han dado pena, me han encantado o disgustado. He visto sitios y personas que me daban miedo. Pero no pude dejar de sentir la atracción y curiosidad. No siempre lo atractivo debe ser positivo. O sea, puede ser positivo por despertar fuertes emociones, si es lo que buscamos. E igual, no todo lo desconocido tiene que ser atractivo, pero lo puede ser si nos interesa. A mí me interesaba. Miraba la gente en la calle y me preguntaba de que hablaban, los veía dormidos en las combis y me preguntaba hacía donde iban y que vidas llevaban, leía palabras como "Canto Grande" y "Puente Piedra" que no entendía pero me sonaban sumamente poéticos. Me preguntaba cómo era el pueblo del nombre "Peaje", cuyos luces brillaban en la oscuridad del desierto.

Desde entonces he aprendido un montón de cosas. No solo de Perú sino tambien de mí misma. Me di cuenta que hablar el castellano ha despertado cosas en mí que desconocía. No sentía el mismo miedo de expresarme como me sucedía en checo. He descubierto que ese miedo causado por el hecho de no saber lo suficiente, el hecho de no ser perfecta que tanto me paralizaba siendo checa entre los checos, ese miedo desaparecía al convertirme en la extranjera que no tenía que hablar bien y de la que hasta se esperaba que sea diferente. Era algo muy liberador, algo que me ha ayudado a desenvolverme.

El español no era el primer idioma que estaba aprendiendo, pero ni con el ruso ni con el inglés me ha sucedido algo parecido, porque no los tenía asociados con nada concreto. En cambio el español era parte de algo más complejo que no aprendía para aprenderlo, sino para entender un mundo. He descubierto muchas paralelas entre el checo y el español, sobre todo en la manera de decir las cosas, de crear las frases, en la flexibilidad de las palabras. Se dice que el español es fácil de aprender, por lo menos en el principio. Yo comencé leyendo y escribiendo cartas. En esa época pasaba mucho tiempo viajando en tren de Praga a Moravia. Todos los fines de semana emprendía el viaje de 5 horas y me lo pasaba con mi libro y el diccionario, escribiendo. Pero igual, al llegar a Perú la segunda vez, no entendía mucho. Podía decir casi todo lo que necesitaba pero acostumbrarme a la velocidad y la habla de los limeños fue mas difícil. El misterio de las palabras seguía ahí, y llegar a comprenderlas se ha vuelto una pasión para mí. Vivir aprendiendo me causaba mucha satisfacción. Después de los siete meses soñaba en castellano.

Antes, cuando hablaba conmígo misma, me hablaba en dialecto praguense a pesar de que en voz alta no era capaz de dejar mi acento moravo. Ahora ya adopté el acento praguense y el moravo no me sale, pero en mi mente me hablo en castellano. No siempre, pero muchas veces es así. No sé porqué, pero hablando castellano soy otra. Más expresiva, más comunicativa y más alegre. Pero también más atrevida, más coqueta y más grosera. Por lo menos eso creo. Porque no lo sé. No puedo saber como es mi versión en español. Igual que nunca sabré como suena cuando hablo, que tan fuerte es mi acento o cuantos errores cometo. ¿Pero qué importa? Lo importante es que hay personas que a pesar de todo entienden lo que digo.

29 ene 2010

La escapista

Ultimamente me cuesta escribir. No sé que decir, de que hablar. Me siento tonta. Otra vez me afierro a la imagen que no me obliga analizar y pronunciar palabras concretas. De pronto serán dos meses desde que me fuí de Perú pero hasta ahora no siento volver del todo. Todas mis idas han sido difíciles, y esta no fue diferente.

En uno de mis posts anteriores digo: "Hasta ahora no llego a descifrar la razón por la cual no puedo dejar de extrañar el Perú. Pero ya ni trato de entender, simplemento lo acepto". Pero ahora veo que no es así, que la question "porqué" sigue aquí y yo trato de darles algún sentido a mis viajes, que muchos de mi alrededor llaman escapes.

Hasta tuve una conversación con un sicólogo sobre el tema. Y él al escucharme me dijo que según parece, mis estadías en Perú son una especie de vacaciones, o sea un tiempo en el que me libro de las presiones y responsabilidades de mi vida cotidiana. Un escape de mi realidad. Y los regresos a esa realidad obviamente me resultan duros. Pero, dijo tambien, la questión no es porqué me gusta estar de vacaciones sino porqué me resulta tan difícil vivir mi realidad.

Me llamó la atención la comparación de mis tiempos en Perú con las vacaciones. Hace un tiempo escribí un post sobre el tema (Las vacaciones). En él contaba sobre el colegio, que lo veía como pérdida de tiempo, una obligación que me impedía hacer lo que realmente me gustaba. En este sentido las vacaciones era mi tiempo soñado, en él me sentía libre y feliz. Desde que tenía diez cada verano iba a acampar por tres semanas con un grupo de pioneros. Era la primera experiencia de estar sin los padres y aprender a ser independiente. Me encantaba. Pero cuando el campamento se acababa y yo regresaba a casa, no paraba de llorar. Me encerraba y no hablaba con nadie, sabiendo que era imposible compartir la experiencia con gente que no la ha vivido. En unas semanas me acostumbraba, pero el resto del año no dejaba de soñar. Y el dibujo me servía como soporte de mis sueños. Hasta ahora guardo una libreta llena de dibujos que hice en las clases. Están llenos de niños en bosques o en islas perdidas en el océano.

Y parece que desde entonces no ha cambiado mucho. Desde hace diez años no dibujo otra cosa que el Perú. De vez en cuando me escapo al bosque y volver a las clases me choca. Y no dejo de soñar. Pero, tambien me pregunto si realmente me gustaría acampar todo el año. Y que tal si resultaría que extraño las clases?! O que la isla bonita perdió sus encantos al darme cuenta que allí me quedaré para siempre? Y de allá a donde me escaparía?

27 dic 2009

Hallazgos inesperados

Nunca he tenido una casa grande ni he vivido en una. Pasé toda mi infancia en el mismo departamento y luego, durante mis estudios, he transitado por varios espacios mas o menos pequeños. Pero han habido casas que tenían cierta importancia en mi vida. Primera es la cabaña en el medio del bosque que compraron mis abuelos artistas en los años sesenta, donde creció mi padre y donde pasábamos todos los fines de semanas y vacaciones enteras. Es una casa pequeña con un solo espacio abajo y la azotea para dormir. La otra casa que marcó mi vida era la casa de mi otra abuela, situada en una ciudad minera en el norte de Bohemia. Esta sí era una villa grande, con un pasado bastante dramático. Los papás de mi madre se casaron en los últimos años de la guerra segunda y siendo hijos de campesinos no tenían nada. Al terminar la guerra nos han devuelto las zonas ocupadas por los alemanes durante tan llamado Protectorado. En esos territorios vivían muchos alemanes, ya por generaciones, tenían sus tierras y propiedades, vivían ahí al lado de los checos cientos de años. Esas familias después de la guerra han sido expulsadas sin importar si colaboraban o no con los nazis, fueron expulsados por su origen nomás. Y por la misma razón se ha desocupado tambien la villa a la que, entre otras familias, ha venido a vivir la joven pareja de mis abuelos. La villa se ha vuelto propiedad del estado que les adjudicó un piso. Allí nació y creció mi madre. Con los años las otras familias se habían ido y mi abuelo ha podido poco y poco comprar la casa. Cuando yo era niña visitábamos la abuela una vez al año, en los veranos. El viaje era largo, había que cruzar todo el país. Tomábamos un tren nocturno y el día sigueinte llegábamos. Ya solo el viaje era una aventura. Mis papás con dos mochilas, a las que tenía que entrar todo para ellos y sus tres hijos... La villa se hallaba dentro de un jardín grande con árboles de manzanos y unas colmenas que quedaron de mi abuelo apicultor. De sus ventanas se veía el río Elbe, un río bien grande, y encima del río se alzaba un castillo medieval de piedra...

En las dos casas he vivido unos tiempos felices, tiempos en los que me sentía segura y protegida. Las estoy recordando porque en mis sueños siempre paseo por unas casas así. No son exactamente las mismas, pero son casas que en algun momento conocía y vuelvo a ellas despues de mucho tiempo. No es el mismo sueño que se repita, son diferentes las casas, pero la historia se parece. Entro a la casa que en principio ni sé que la conocía. Es una casa deshabitada pero con los muebles y cosas adentro. Me gusta entrar a lugares así, me gusta encontrar y rescatar objetos abandonados por otra gente. Pero mientras paseo por sus espacios, voy descubriendo objetos que me son familiares, y de pronto reconozco en ellos cosas que en algun momento tenía o los tenía algun pariente mío. Me alegro por aquel descubrimeinto, me sorprendo por haberme olvidado de la existencia de esta casa y de todos sus tesoros. En algunos de mis sueños sé que es una casa que conocía pero al entrar a ella voy descubriendo otros cuartos y espacios de los que no tenía ni idea a pesar de haber vivido allí por mucho tiempo. A veces encuentro un jardín o un balcón que me hubiera encantado tener antes. Me arrepiento pensando que tonta e ignorante he estado en todo aquel tiempo viviendo allí sin haber abierto la puerta que conducía al jardín (balcón o otro cuarto). No entiendo como no me había fijado de esa puerta antes. Pero sé que ya no puedo volver a vivir en esa casa. Y sé que no seré yo quién gozará de esos nuevos espacios.

Hoy soñé una casa en la que encontré unas plantas mías. Siempre me gusta tener mis plantas, cuidarlas y ver como crecen. La gente dice que tengo buena mano con las plantas. Pero cuando viajo las tengo que dejar con otra gente y no siempre les va tan bien. En este sueño encuentro mis plantas muy mal. Lo que pasó al parecer es que me había olvidado de ellas. No sé por donde andaba, pero se quedaron sin alguien quien les echara el agua y cuidara de ellas. Parece que me había ido por mucho tiempo y la gente de la casa se había ido. Y no solo se han quedado descuidadas sino parece que alguien intentó a matarlas. Las macetas estaban rotas y sus troncos tenían cortes de cuchillo. Muchas de ellas estaban secas, otras a punto de morir. Me arrepentí de haberlas dejado. Pero ya era tarde. Me puse a llorar. Me desperté.

6 dic 2009

Pequeña muerte


Estoy por irme. Y no quiero. Por cuanta vez me está pasando y cuantas veces más volverá a pasar? No debería mejor acostumbrarme, aceptar lo que yo misma he escogido? Pero es que es imposible acostumbrarse, odio las despedidas, no soporto las rupturas, no quiero que el tiempo se me acabe y no me gusta pensar que las cosas seguirán sin que yo formara parte de ellas. Como una pequeña muerte. Una vez aquí y otra vez allá...

Ir y volver, es lo que hago. No me hace bien, y no hace bien a la gente que me quiere. Pero, qué es lo que debería hacer? Dejar de ir? Ir y no volver? Quedarme? En donde? Hay tantas preguntas y tan pocas respuestas. Tengo miedo de decidirme. Tengo miedo de equivocarme. Tengo miedo de lastimar a mis proximos y tengo miedo de engañarme a mí. Tengo miedo de quedarme sola donde sea.

Es curioso ver como las cosas que creíamos manejar de repente nos alcanzan y se vuelven un obstáculo que nos impide seguir. Me doy cuenta que no soy tan libre ni independiente como pretendía. Que no soy fuerte, ni tan estable. Que soy insegura. Que no sé.

6 nov 2009

Acerca del trabajo

Para ir de mi casa al supermercado camino unas cuatro, cinco cuadras. Encuentro a varios guachimanes por el camino. La mayoría ya me conoce y me saluda. En la casa vecina hay dos, uno del día y otro de noche. En la esquina hay otro, en Saenz Peña hay por lo menos cuatro. En la siguiente cuadra hay uno mas y de vuelta por el malecón hay otros cuidando los edificios con la vista al mar. Son unos hombres jovenes y fuertes, y lo único que hacen es que estén todos los días o noches parados en la calle sin hacer nada. No quiero decir que fuera un trabajo facil, es duro aguantar el frío y no dormirse en la noche. Pero debe ser tambien terriblemente aburrido. Me pregunto que tanta satisfacción les puede traer. Se sienten realizados en sus vidas o les basta con que tengan un trabajo estable para poder mantener sus familias? Cuantos hombres así desperdician la energía para supuestamente proteger el sueño y propiedades de otros? Cuanta seguridad nos brinda un solo hombre semidormido? Y hay realmente tanto peligro para que sea necesario todo esto?

Pienso que preferiría hacer cualquier otra cosa. Fabricar o cultivar algo, aprender algun oficio. Cocinar. Limpiar. Cuidar niños. Manejar un taxi. No sé, simplemente hacer algo y no solo estar parada en una esquina. Sé que no es facil encontrar un trabajo bueno sin calificación alguna. O incluso con ella. Me parece que en el Perú hay un desprecio hacía el trabajo manual. Antes de graduarme he trabajado en diferentes áreas. Siempre han sido unos trabajos temporales para poder pagar mis gastos durante los estudios. Es una cosa bastante común en la República Checa. La educación es gratis, pero los estudiantes trabajan para pagar sus alquileres y todo lo demás. Algunos trabajan solo en verano, otros todo el año. Yo he trabajado de mesera, de mucama, de niñera, limpiando, lavando ventanas, y también en construcción y en agricultura (cosechando papas, tomates o manzanas). Algunos de los trabajos me han gustado mas, otros menos, pero considero importante tener la experiencia. Quizás fue igual de importante como haber estudiado, porque puedo imaginar que tan difícil podría ser mi vida sin haberlo hecho y así valorar el trabajo de la gente que no ha tenido la misma suerte que yo.

En el Perú las cosas son diferentes. Hay gente de los que se espera que hagan los trabajos manuales, y hay otros, que simplemente no los harían. Hay gentes que viven sus vidas rodeados de personas, que les ayudan a vivirlas. Estaría bien si para esta gente el ayudar a los otros sería solo un trabajo. Porque el trabajo, según como yo lo entiendo, es algo que nos gusta hacer o nos da medios para vivir. Idealmente son las dos cosas a la vez. Pero, para que le sirve la plata que gana a una empleada "cama adentro", si no para vivir su propia vida? Qué es lo que gana, que es lo que aprende? Quizás puede comprarse ropa, puede tener su televisor, puede salir de noche con sus amigas. Pero le da tiempo para tener un novio? Gana lo suficiente como para estudiar una carrera si bien tuviera tiempo para su turno de noche? Que es lo que aprende sobre el mundo y que es lo que podrá enseñar a sus hijos?

Y que es lo que aprende un niño, que pasa todo el día con una niñera? Va pensar que es una cosa normal que una mujer que no sea su madre le dedique su vida entera, sin tener derecho alguno de ser tratada como la madre. Su trabajo es darle todo su cariño sin poder recibir el amor correspondiente del niño. Esa no es una relación sana para ninguno de los participantes. Pienso que está bien ser una madre trabajadora, está bien pagar a una persona que cuide mi hijo mientras yo no puedo estar, pero no le puedo pedir a nadie que no tenga su propia vida y que la dedique a mí o a mi hijo. Para que sirve tener hijos y no poder estar con ellos?

No me haría feliz limpiar una casa sin tener la posibilidad de limpiar tambien la mía. Me haría muy triste criar un niño que nunca me llamara mamá. Y tampoco me imagino vivir al lado de alguien sin compartir mi vida con él, saber, que aunque tenga la misma edad que mis hijos, vive en un cuarto de 4 m cuadrados al lado de la cocina. No me gustaría que mis hijos crecieran en un ambiente así, que se acostumbraran de ello. No me parece bien no aprender a limpiar lo que ensucio y no saber preparar nada de lo que como. No.

Tal vez habría mas seguridad si los guardiánes pasaran las noches en sus casas. Habría mucho menos niños infelices si las madres estuvieran con sus hijos. Las empleadas no deben hacerme un favor trabajando para mí, ni yo a ella dándole ese trabajo. Debería ser un servicio como cualquiera, un trabajo que a ella le permita tener su propia cama "afuera". Todos deberían tener su propia vida tal como pueden hacerla. Sería mejor si el trabajo solo fuera trabajo y no el destino.

8 oct 2009

La soledad

Siempre escucho historias de gente que buscan la felicidad en una relacion y no la encuentran. No encuentran a la persona con la que podrían compartir sus vidas. Siempre creí que la soledad para mí fue algo natural pero, en verdad, nunca estuve sola. Siempre compartía mi vida con alguien de quien creía depender mi felicidad. Pero por alguna razón atraía a los hombres eternamente infelices. Cuando la infelicidad fue demasiada, me iba. No fue facil, simpre intentaba a soportarla pero al fin aprendí a distinguir mi propia infelicidad de la de ellos. Me había demorado años. Pero al deshacerme de la carga, mi propia infelicidad ya no pesaba nada. Fue un gran alivio darme cuenta que mi felicidad no dependía de nadie. Cuando creí que por fin podía estar sola y disfrutarlo, conocí a alguien tan feliz como yo. Alguien quien no me necesitaba para transmitirme sus penas. Fue un gran descubrimento. Desde entonces tengo mas espacio para mis propios desgarros. Es boníto tener a alguien a quien pueda contar todas mis debilidades y así recargar mis fuerzas. Pero tambien veo que con ciertas cosas estaré sola siempre. Existen cosas incomunicables y cosas a las que no hay respuestas conciliadoras.

Somos solos. Saberlo da miedo y aceptarlo es lo mas difícil. Parece que en la vida hacemos todo lo posible para olvidarnos de la soledad. Buscamos el amor, nos rodeamos de amigos, tenemos hijos. Todo eso nos ayuda a vivir pero en realidad seguimos solos y eso no cambia. Y aunque suene raro, el darme cuenta de ello me tranquiliza. Me asusta tambien pero me hace ver mis relaciones de otra perspectiva, quizás mas realista. Ya no las veo como algo que me salve de mi soledad. Mas bien es algo que me ayuda a vivir con ella. Me permite sentirme mas libre y la vez responsable por mi propia (in)felicidad.

30 sept 2009

En Lima



Lima. Una vez más tengo la oportunidad de hundirme en ella y através de la neblina tratar de ver las cosas con mas claridad. Me gusta volver pero no me emociono de estar aquí. Me gusta y no me gusta, creo que necesito de contradicciones. Hasta ahora no llego a descifrar la razón por la cual no puedo dejar de extrañar el Perú. Pero ya ni trato de entender, simplemento lo acepto. Cuando la gente me pregunta por qué he venido, no sé contestar bien, y es que no vengo a hacer algo realmente especial, algo que no podría hacer en Praga. No. Es que solo quiero estar, estar un tiempo tratando de explorar más del extraño vínculo que tengo con este lugar.

En los últimos días que estaba viendo la tele y leyendo los periódicos, tratando de enterarme de lo que está pasando en el Perú, me llamó la atención la crítica del (no)funcionamiento de los espacios públicos en Lima, los proyectos absurdos de los alcaldes, invirtiendo en obras que al final no le sírven mucho al público. Lo cierto es que el espacio público en Lima es muy difícil de habitar. Muy rara vez se permite a la gente que lo usara según como ellos quisieran. No está hecho para agradar sino mas bien para impresionar, para representar al alcalde, decir: miren cuanto he invertido en ustedes. Y sí, muchas veces solo es para mirar. El césped está para que se cuide, no para que crezca y menos para que la gente se siente o acueste en él. Es algo que daría mal impresión, atraería gente no tan representativa. Hay que mantenerlo todo en orden, el césped, las plantas, los arbustos, todo bien dominado, nada demasiado natural (que lo salvaje se quede en el campo). Y todo bien vigilado (te estamos protegiendo), pero no para que te sientas a gusto, sino para ayudar a mantener la orden, una orden que muchas veces es absurda, que impide hacer cosas que permitirían identificarse mas con el lugar, como por ejemplo hacer la parrillada en un parque que está al frente de mi casa. Y si no me permiten usar el espacio, tampoco voy a aprender a cuidarlo, porque no lo voy a considerar mío.

Esa sensación la conozco. Eso de sentir miedo en mi propio país, la desconfianza hacía los demas, la obligación de cumplir las ordenes sin sentido, el sentirse atrapado y culpable siempre... La experiencia de vivir en un sistema autoritario no parece ser muy diferente de la experiencia de un peruano. Estar emitido a una subestimación constantánea, ser considerado insuficiente de hacer decisiones independientes y por eso requerir de una autoridad que conozca mejor de nuestras necesidades.

La gente no se siente comprometida con el mundo que los rodea. No siente la responsabilidad porque no son ellos quienes hagan las decisiones. No se sienten obligados de cuplir las leyes porque no se identifican con las autoridades que las habían creado. La culpa se le echa a la autoridad. Donde no hay libertad, no hay responsabilidad. Pero me pregunto porque esto pasa en el Perú, donde la gente elije sus autoridades en unas elecciones democráticas? Me imagino que tendrá que ver con el concepto colonial que se va arrastrando através de los ciglos por todo lo que pasa en este país.

El proceso del cambio de un sistema autoritario hacía una sociedad civil lo asemejaría al paso de la infancia hacía la madurez. Se trata de admitir que a parte de ser un idivíduo formo parte de una família o de una sociedad, y que tengo obligaciones hacía ella. Pero, eso es lo mas difícil y se aprende con el tiempo. Y, en general, primero hay que pasar por una revuelta en contra la autoridad, para definirnos quienes somos como indivíduos. En este sentido los checos aún no alcanzamos a salir de la pubertad. En el caso de Perú me parece que sigue en una infancia prolongada y no muy idílica. Es un niño muy listo pero un poco facilista. Aún debe seguir en el colegio, ya ha aprendido a contar, pero falta que aprenda a leer y escribir. Cuando lo sepa, de repente se dará cuenta de todo lo que puede hacer y cuanto valor tiene.

27 sept 2009

NY



Mi primera vez en New York, mi primera vez en los Estados Unidos. De todo América lo único que hasta ahora he conocido fue Perú. No me imaginaba llegar hasta aquí, o sí, lo imaginaba, pero sabía bien que era el ejemplar de la persona al que jamas iban a dar la visa. Me resistía a pasar todo el trámite tan complicado y caro para que al final me dijeran que no. Incluso en mis viajes a Perú siempre buscaba pasajes directos para no tener que pedir siquiera la visa de tránsito. Me obstiné en no viajar a los EEUU antes de que no se cancelara la visa para los checos. Y ahora estoy aquí, en medio de Manhattan. A quién no le gusta ser parte de UE? A mí me encanta!

Durante el comunismo los EEUU para los checos eran una especie de mito. La gente estaba fascinada por todo lo que tenía que ver con el país "enemigo mas grande que quiere destruir nuestro mundo justo y democratico". Era lógico que había que prohibir todo lo que la gente adoraba tanto de la cultura norteamericana: la música, literatura, la forma de vestirse... En los años 50 podían detener o arrestar a los chicos admiradores del rocknroll solo por llevar el peinado de Elvis. Tanto miedo les daba. En las peliculas de lejano oeste que llegaban a los cines se mostraba la opresión del indio y el maltrato de los negros esclavos. Eso era parte de la propaganda así que podía ser mostrado. Pero los jovenes las apreciaban por otros motivos. Les gustaba la aventura, la naturaleza y el valor de los protagonistas. Les daba igual si se trataba de los indios o de vaqueros. Cualquiera era mas atractivo que los héroes del comunismo que les presentaban las autoridades.

En esa atmósfera han crecido mis padres y en una atmósfera no muy diferente he crecido yo. Por supuesto que en mi infancia ya todo estaba mas relajado, pero el acceso a los productos de América (bajo ese término los checos entedemos los EEUU) no mejoraba. Las cosas que llegaban por vías ilegales se vendían "bajo la barra" o sea en unas ventas informales que muchas veces se realizaban en las mismas tiendas del estado. Después de la caída del muro el mercado se abrió, la gente estaba ansiosa de comprar, leer y ver todo lo que antes no podía. Al cine llegaban películas de todo tipo, las películas eróticas las pasaban en los cines públicos. Empezó a salir un montón de libros, sobre todo los títulos que antes jamás hubieran sido aprobadas por la comision de censura. La gente empezó a ir a las iglesias, hacían yoga o se volvían budhistas o vegetarianos. De repente todo era posible. Fue una época embriagante.

De repente se podía salir del país, cruzar la frontera, viajar. Hasta ese momento yo había cruzado la frontera dos veces, una a la RDA, y la otra a Yugoslavia. Me acuerdo de nuestro primer viaje a Viena. Mañana temprano nos subimos a un bus con la mochila llena de sanguches y pasamos un día en Viena. Fuimos a una tienda de IKEA donde no fuimos a comprar sino ver las ultimas tendencias de diseño. Como si fuera una exposicion. Me sentí como la Alicia en el país de maravillas. Luego fuimos a una tienda de alpinismo y mi hermana se compró 10cm de cada cuerda, con los que luego se fabricó unas pulseras coloridas. Nada mas recuerdo.

Y bueno, ahora estoy en América, y me pregunto como se siente. Y no tengo la respuesta. Me doy cuenta que no puedo dejar de comparar la realidad con lo que antes me imaginaba. Es extraño, porque todo me es tan conocido sin haberlo visto nunca. O sí? Claro! Esa sensación que tengo viene de los libros que he leído y sobre todo de todas las películas que he visto. Creo que los EEUU es un país más mostrado en el cine, mas que cualquier otro país del mundo. El cine ha influido tanto mi punto de vista que con cada paso mío por las calles newyorkinas se me revelan imágenes, cada lugar lo tengo asociado con una escena que alguna vez había visto. Los policías de NYPD persiguiendo los delincuentes por la escalera de incendios en una calle estrecha y llena de basura. El inspector Kojak deteniendo los miembros de mafia en el barrio chino. Meg Ryan corriendo en el parque cerca del río, mientras que el futuro amor de su vida está pasenado su perro por ahí cerca (aún no se conocen). El crepúsculo en Central park, el sicópata en el oscuro túnel está esperando a su inocente víctima. Los detectives de CSI investigando en la Biblioteca nacional unos asesinatos causados por un libro contaminado con la radiación. Carrie Bradshaw, vestida en uno de sus modelitos extravagantes, en la escalera de su casa despidiendose de beso de su futuro, presente o ex-amante...

Las películas que vemos son historias que no vivimos pero hemos tenido la oportunidad de imaginar como sería vivirlas. Nos permiten pensar como acturíamos en situaciones que no hemos experimentado. Aceptamos las historias como parte de nuestra experiencia, nuestra memoria y recuerdos. Y como tales entran a nuestra inconsciencia, a nuestros sueños. Los sueños a veces parecen películas. (Que forma tenían los sueños antes de que se había inventado el cinematógrafo?)

Me imagino que uno se acostubra de todo. Pero yo dentro de las tres semanas en Nueva York no dejaba de reconocer las imagenes que se revelaban en mi mente. Y es justo así, ni mejor ni peor, cada de las películas muestra parte de la verdad. El cine americano es un retrato muy complejo y mas fiel de la sociedad que lo había creado.