11 dic 2010
Caminando lento
El mundo cambia cuando se cubre de nieve. Se pone más lento, más torpe, menos seguro. La gente se olvida de sus autos y sale caminando a tomar los tranvías o buses que tardan y se llenan de gente. Se camina despacio, pisando con cuidado, esperando la trampa del hielo resbaloso bajo la nieve. No hay tierra para dar apoyo a los pasos firmes.
Me gusta ese cambio. O mejor dicho, me conviene. Porque así se me hace más fácil camuflar mi propia torpeza e inseguridad. Tengo una teoría que uno va por la vida de una manera parecida a como camina por la calle. Claro, cada quién tiene varias maneras de caminar, dependiendo de la situación, pero hay ciertos rasgos que no cambian.
Hay personas que caminan con decisión, sabiendo a dónde van, buscando el camino más corto o dirrecto. Hay gente que va por el centro de la vereda y hace que todos se le retiran del camino, y otros que van con agresión y no les importa a chocar con los demás transeúntes. Hay caminantes distraídos, que van sin mirar adelante y que tropiezan con los demás sin querer. Algunos avanzan despacio, parándose en cada esquina para conversar y hay otros que van muy ensimismados ignorando el mundo.
Yo, en general, camino mucho. Camino para caminar. Camino porque tengo tiempo, y camino cuando no lo tengo, porque a veces es más rápido. Voy mirando a todos lados, sobre todo la gente. A veces, a propósito, paso por los lugares repletos de gente solo para verlos. Pero a veces pienso que ellos no me ven a mí. Rara vez me pasa que me dieran el paso. Muchas veces me tengo que esquivar por un espacio muy estrecho o tengo que bajar de la vereda y pasar por la pista. Y a veces no sé por donde meterme, si a la derecha o a la izquierda, y por indecisa termino chocando.
Ahora debería hacer alguna conclusión, qué está bien o mal y que cosa debería cambiar o algo así... Pero no. Camino como puedo y como me da la gana. Puede que me de coraje la gente que se me meta en el camino, o la gente que no ve. Pero no me importa tanto. A veces es bueno estar invisible y a veces hay que chocar. Por ahora, avanzo despacio, con cuidado, prestando atención a cada paso para no caerme.
Y si bien me caiga...
13 nov 2010
Hay veces
A veces no tengo para dar. A veces el abrirme me trae demasiado dolor. En esos momentos todo el amor que tengo lo necesito para mi. No quiero saber del mundo. Quiero cerrar mi cortina de hierro y quedarme atrás.
24 oct 2010
Grano de arena
Si no escribo, es porque todo lo que pueda decir sería demasiado obvio. No siento estar descubriendo algo nuevo, si bien fuera nuevo para mí. Veo que mi vida se parece a millones de otras vidas, que no es nada extraordinaria. Me siento un pequeño grano de arena en una playa infinita. Será eso la madurez?
Pero, si dibujo, tampoco dibujo algo novedoso. Miro el mundo y dibujo lo que veo. No necesito inventar nada más, me fascina tal como es. No siento la necesidad de mostrar mi interior, si el mundo exterior es tan interesante. Al contrario, lo que pretendo es interiorizar el exterior, apoderarme por un instante de la realidad, hacerla pasar por mis ojos y mi cerebro, recrearla con mis manos. Así puedo acercarme al mundo y tocarlo. No puedo decir que me ayudara a entenderlo, pero aceptarlo y quererlo sí. Esa es la forma de como me relaciono con el mundo.
Hace tiempo que dibujo los Cristos, Virgenes y Santos y no me lo explico muy bien, ya que no soy cristiana y ni siquiera sé si creo en Dios. Pero ahora lo veo mucho más claro. No es porque me identifique con los Santos, sus divinas cualidades, o que me atraiga el sufrimiento. No. Me interesa la imágen como tal, quiero saber de donde viene la fuerza que atrae a tanta gente, la fuerza que hace que sean adoraradas y queridas. Me pregunto porqué sucede justo con estas imágenes, y con otras no. Y si re-dibujo los íconos de los Santos peruanos, es porqué así quiero acercarme a la gente que sí siente la fuerza que generan, y saber si yo también soy capaz de sentirla e incluso, de crearla.
Puede que ahora piensan que tonta soy, que esa fuerza no es nada más que la fe, y que esta no está en las imágenes sino en nosotros. Somos nosostros que ponemos la fuerza en ellas para que se cumplan nuestros deseos. Y sí, de hecho tiene mucho que ver. Pero yo insisito que algo debe tener la imágen. Algo que hace que la gente se queda mirando y cree en cosas que no ven, que están detrás...
Si no escribo, no significa que no dibujo. Pero a veces no dibujo, y me siento como un grano de arena...
26 ago 2010
De dónde venimos...
Imágen: Petr Malina
Durante mi viaje por Suecia tres veces tomé el barco. Dos veces fueron barcos suecos y de regreso tomé un barco alemán que iba a Rostock. La diferencia fue sorprendente.
A Suecia la encontré como un país muy agradable, ordenado y limpio, y a los suecos como gente muy amable, contenta y bien educada. A pesar del duro clima y un verano muy corto los suecos se encuentran entre los pueblos más felices del mundo. Para nuestra joven democrácia checa los países escandinavos siempre han servido de ejemplo de como puede funcionar un país pequeño dentro de una comunidad tan grande, como la europea.
Los primeros dos viajes en los barcos suecos fueron agradables. La gente en el bordo disfrutaba del sol y nada les importaba el fuerte viento. En la cafetería esperaban tranquilamente en la cola, y el personal trataba a todo el mundo con amabilidad y todos hablaban inglés. Fue realmente muy fácil acostumbrarse de todo eso.
En el barco hacía Rostock fue diferente. La mayoría de los pasajeros no eran suecos, sino gente de Europa del este, Alemanes, de Ukrania, Russia, Bulgaria, Eslovaquia... y República Checa. Muchos de ellos eran choferes de los trucks u obreros. Y de repente, después de acostubrarme ver a los suecos bien vestidos, deportistas, sanos y bien nutridos, me chocó ver la gente del "otro Europa", gastados, gordos, calvos, con ojeras, mal olientes y en ropa vieja... Pero no solo fue la apariencia sino también el comportamiento. La gente llegó corriendo a la cafetería, chocando con los demás, adelantandose y gritando al personal en ruso (o lo que sea), ignorando que eran alemanes, y llevándose con avidez una cantidad de comida que no se podían comer.
Me dije: ¡bienvenida a casa! y me invadió una mezcla de verguenza y tristeza al pensar que así nos ven los suecos (alemanes, francéses, ingléses..) también a nosotros. O sea, que es el mundo al que yo también pertenezco. Un mundo que aún no sabe bien hacía donde ir, ni que sabe caminar bien.
Pero luego, al preguntarme en que otro país quisiera nacer si tuviera la oportunidad de escoger, me di cuenta que no encontraría una alternativa mejor. Soy feliz de haber nacido en el lugar y la época en que nací. Me gusta el punto desde el que puedo observar el mundo, el punto que me ha moldeado para ser lo que soy ahora. Me parece más que perfecto haber nacido en el comunismo, vivir en él justo lo suficiente para recordar la tristeza y el vacío en los que se acostumbró a vivir la gente, y que éste se haya derrumbado justo cuando empecé a tomar conciencia. Que pude estudiar ya en una época de más justicia y libertad, que he vivido el cambio, que he visto como nace la democracia y que tan difícil es aprender a no descuidarla nunca.
27 jun 2010
No me basto
A veces no me reconozco. No soy la que pienso ser. Y es que es una de las épocas de transformación en la que ya no me basta ser la que soy. Recién descubro que ser mujer implica ir transformándome de una época de la vida a la otra, redefiniéndome con cada papel que me toca representar. Como un renacuajo que pierde sus aletas al convertirse en rana, la niña también pierde algo de sí durante el proceso de convertirse en amante, pareja, esposa... madre. Hasta ahora no me queda claro como funciona eso de transformarse. Muchas veces observo mujeres en la calle y me pregunto como han sido cuando tenían veinte, y adónde se han ido esas chicas.
Ultimamente el tema de la maternidad me está atacando de todos lados. Hasta el cansancio... Tengo la oportunidad de observar como se van transformando las mujeres en mi alrededor. Poco a poco perdí casi todas las amigas que tenía. Suena duro, pero es un poco así. Se han vuelto madres y a pesar de haberme/se asegurado de que nada va a cambiar (“Si te hable de los pañales, me paras nomas!”) las conversaciones que tenemos ahora ya no son las de antes. Me buscan como a la amiga con la que pueden conversar de otros temas, no solo de sus hijos, pero como que no les sale. Y yo no las paro cuando me hablan de “los pañales”, porque me parece injusto. Las escucho, pero es como si me hablaran del otro lado del río.
Quizás ahora parezco una mujer anti-niños. Pero así no es. Los niños siempre me han gustado y parece que yo les gusto también. Me encanta pasar el tiempo con mis sobrinos u otros niños, disfruto de la posibilidad de encariñarme con niños que no sean míos. Creo que siendo madre dificilmente sentiría eso. No pienso que al convertirse en madre se acaba el mundo. Pero según lo que veo, cambia bastante. Nunca he tenido dudas si ser madre, pero creo que tengo miedo a perder mis aletas.
Por eso se me hace difícil identificarme con la mujer que soy ahora. Me siento atrapada en el tiempo, un renacuajo sacado del agua pretendiendo seguir nadando pero muriendo con cada respiro. Siento que no puedo seguir así. Necesito volverme un ser nuevo, uno que sepa respirar el aire sin ahogarse. Y no sé como hacer...
Ultimamente el tema de la maternidad me está atacando de todos lados. Hasta el cansancio... Tengo la oportunidad de observar como se van transformando las mujeres en mi alrededor. Poco a poco perdí casi todas las amigas que tenía. Suena duro, pero es un poco así. Se han vuelto madres y a pesar de haberme/se asegurado de que nada va a cambiar (“Si te hable de los pañales, me paras nomas!”) las conversaciones que tenemos ahora ya no son las de antes. Me buscan como a la amiga con la que pueden conversar de otros temas, no solo de sus hijos, pero como que no les sale. Y yo no las paro cuando me hablan de “los pañales”, porque me parece injusto. Las escucho, pero es como si me hablaran del otro lado del río.
Quizás ahora parezco una mujer anti-niños. Pero así no es. Los niños siempre me han gustado y parece que yo les gusto también. Me encanta pasar el tiempo con mis sobrinos u otros niños, disfruto de la posibilidad de encariñarme con niños que no sean míos. Creo que siendo madre dificilmente sentiría eso. No pienso que al convertirse en madre se acaba el mundo. Pero según lo que veo, cambia bastante. Nunca he tenido dudas si ser madre, pero creo que tengo miedo a perder mis aletas.
Por eso se me hace difícil identificarme con la mujer que soy ahora. Me siento atrapada en el tiempo, un renacuajo sacado del agua pretendiendo seguir nadando pero muriendo con cada respiro. Siento que no puedo seguir así. Necesito volverme un ser nuevo, uno que sepa respirar el aire sin ahogarse. Y no sé como hacer...
28 abr 2010
Traduciendo
Tengo en mi mesa veinte cartas de niños de Paucartambo. Son cartas de los niños peruanos a sus padrinos checos, padrinos que desconocen pero gracias a los que pueden estudiar. Esta ayuda para los niños talentosos y pobres del departamento Cusco organiza Fundación Inca, una pequeña organización fundada por Olga Vilímková después de pasar un año enseñando en un colegio del departamento de Cusco. Desde el año 2001 ha aportado ayuda a más que 930 niños, muchos de ellos se han graduado y ahora ejercen sus profesiónes en sus comunidades y una niña recibió beca del gobierno Checo y entró a la universidad de Praga, donde estudia en checo.
Yo, a parte de ser orgullosa madrina de un chibolo, me ofrecí de traductora de las cartas al checo. Para mí es una experiencia única, un contacto mas cercano y autentico que podría tener. La mayoría son niños del 4to hasta 6to grado, y es interesante ver el dominio del español de los niños, cuya lengua materna es quechua. Me causa mucha ternura leer frases tipo: "En bacacion e estado halegre y felis" o "Me despido con fuerte huabraso" o "Ser proficional sería un grande triunfo para mi, sería ser feliz."
Algunas de las cartas son un poco repetitivas, se nota que el niño no supo que escribir, entonces ha puesto lo que la maestra le dijo. Algunos cuentan de sus vidas, describen sus casas, familias y costumbres en el pueblo. Uno hasta escribió un poema, donde cuenta:"...hay jugando con mis hermanitos, hay riendonos, haciendo chistes, con mis amigos habeses pasteando mis hobejitas y habeses subiendo ha Huallamoco dar pasto a mis conejos". Hay historias mas personales, en las que se nota que el niño no sabe expresarse bien en castellano, así que no se entiende bien. Hay una carta indescifrable, que ni reconozco si es español o quechua, que parece ser de un dislexico.
Y hay tambien historias tristes y conmovedoras, donde el niño le cuenta sus penas al padrino, siendo el la única persona a que puede quejarse. Una niña cuenta de su papá boracho que la pega a ella y a su madre, o de un profesor que pega a los niños en el cole: "mi profesor era malo, nos sobaba con puntero". Dice: "Padrinos mios, quiero que vengas, yo no puedo venir porque Praga es lejos. Pero un poco les conosco en buestra foto...".
Me pregunto como será el futuro de estos niños. Como les influirá la experiencia del encuentro con el otro mundo? Cómo seguirán estudiando, si ya en Cusco se encontrarán con discriminación de parte de los ciudadanos de su propio país? Les servirá saber que en algún lugar lejano hay alguien que los considera dignos de una buena educación? Les ayudará sentirse mas seguros? Y se cumplirán las expectativas de que los graduados se quedarán trabajando en sus comunidades, y no se irán a vivir "una vida mejor" a una de las ciudades más grandes?
No se sabe. Pero yo quiero creer que les servirá, sin importar si siguan estudiando o no, ya solo para ver que saber leer y escribir sirve para algo más que sacar buenas notas. Y que no solo importa el dinero que uno regala sino cuanto interés en el otro demuestra y cuanto cariño le pone a las palabras escritas. Porque es bueno ver que puede haber un diálogo entre dos personas que no hablan el mismo idioma, que viven muy lejos y que ni siquiera se han visto. Que a pesar de tantos obstáculos la carta al final llega a su destinatario. Quiero creer que uno llega a transformar su mirada, sus actitudes y sus valores al ingresar en el universo del otro. Porque el diálogo cambia a sus participantes y, al confrontarlos, los vuelve más humanos.
Cita: Cultura de paz, bilingüismo e interculturalidad,
Juan Carlos Godenzzi
Fundación Inka: http://www.inkaperu.cz/
Yo, a parte de ser orgullosa madrina de un chibolo, me ofrecí de traductora de las cartas al checo. Para mí es una experiencia única, un contacto mas cercano y autentico que podría tener. La mayoría son niños del 4to hasta 6to grado, y es interesante ver el dominio del español de los niños, cuya lengua materna es quechua. Me causa mucha ternura leer frases tipo: "En bacacion e estado halegre y felis" o "Me despido con fuerte huabraso" o "Ser proficional sería un grande triunfo para mi, sería ser feliz."
Algunas de las cartas son un poco repetitivas, se nota que el niño no supo que escribir, entonces ha puesto lo que la maestra le dijo. Algunos cuentan de sus vidas, describen sus casas, familias y costumbres en el pueblo. Uno hasta escribió un poema, donde cuenta:"...hay jugando con mis hermanitos, hay riendonos, haciendo chistes, con mis amigos habeses pasteando mis hobejitas y habeses subiendo ha Huallamoco dar pasto a mis conejos". Hay historias mas personales, en las que se nota que el niño no sabe expresarse bien en castellano, así que no se entiende bien. Hay una carta indescifrable, que ni reconozco si es español o quechua, que parece ser de un dislexico.
Y hay tambien historias tristes y conmovedoras, donde el niño le cuenta sus penas al padrino, siendo el la única persona a que puede quejarse. Una niña cuenta de su papá boracho que la pega a ella y a su madre, o de un profesor que pega a los niños en el cole: "mi profesor era malo, nos sobaba con puntero". Dice: "Padrinos mios, quiero que vengas, yo no puedo venir porque Praga es lejos. Pero un poco les conosco en buestra foto...".
Me pregunto como será el futuro de estos niños. Como les influirá la experiencia del encuentro con el otro mundo? Cómo seguirán estudiando, si ya en Cusco se encontrarán con discriminación de parte de los ciudadanos de su propio país? Les servirá saber que en algún lugar lejano hay alguien que los considera dignos de una buena educación? Les ayudará sentirse mas seguros? Y se cumplirán las expectativas de que los graduados se quedarán trabajando en sus comunidades, y no se irán a vivir "una vida mejor" a una de las ciudades más grandes?
No se sabe. Pero yo quiero creer que les servirá, sin importar si siguan estudiando o no, ya solo para ver que saber leer y escribir sirve para algo más que sacar buenas notas. Y que no solo importa el dinero que uno regala sino cuanto interés en el otro demuestra y cuanto cariño le pone a las palabras escritas. Porque es bueno ver que puede haber un diálogo entre dos personas que no hablan el mismo idioma, que viven muy lejos y que ni siquiera se han visto. Que a pesar de tantos obstáculos la carta al final llega a su destinatario. Quiero creer que uno llega a transformar su mirada, sus actitudes y sus valores al ingresar en el universo del otro. Porque el diálogo cambia a sus participantes y, al confrontarlos, los vuelve más humanos.
Cita: Cultura de paz, bilingüismo e interculturalidad,
Juan Carlos Godenzzi
Fundación Inka: http://www.inkaperu.cz/
26 feb 2010
El aniversario
En noviembre del año pasado Perú y yo cumplimos diez años. Para mí fue un amor a primera vista. Y a pesar de que nos conocimos por casualidad, sin haberlo planeado o siquiera pensado antes, fue un encuentro que ha marcado mi vida. No me imagino quién sería hoy sin haber hecho aquel viaje. De niña he visto un documental sobre los astronautas, donde uno de ellos comentaba sobre su experiencia de ver el planeta Tierra desde el universo. Dijo que sentía una mezcla de ternura y responsabilidad. Un sentimiento por el planeta que le ha cambiado la perspectiva para siempre. No sé porqué se me grabó tanto su testimonio, pero creo que también deseaba algún día sentir algo así.
Me sucedió cuando he cruzado el Atlantico en mi primer viaje a Perú. Y aunque hasta ahora no llego a descubrir porqué y para qué este vínculo se ha hecho tan fuerte, le encuentro cierta lógica. Uno tiene que tener una predisposición para poder apreciar y querer ciertas cosas, paisajes o personas. Yo inmediatamente reconocí que llegué al lugar de mis sueños, o mas bien a un lugar del cuento que ni me atreví a pensar que existía. No es que hubiera encontrado algo tan bello o idílico, pero era algo fuerte que no podía ni quería resistir. Una fuerza que hasta ese momento en mi vida faltaba. De repente no importaba que no hablara el idioma, simplemente decidí comprenderlo, comunicarme de todas maneras.
Si ahora me pregunto que cosa fue que me gustó tanto, no podría decirlo. Fueron unos veinte días en los que solo he visto Lima y la costa del norte. Muchas cosas me han chocado, sorprendido, me han dado pena, me han encantado o disgustado. He visto sitios y personas que me daban miedo. Pero no pude dejar de sentir la atracción y curiosidad. No siempre lo atractivo debe ser positivo. O sea, puede ser positivo por despertar fuertes emociones, si es lo que buscamos. E igual, no todo lo desconocido tiene que ser atractivo, pero lo puede ser si nos interesa. A mí me interesaba. Miraba la gente en la calle y me preguntaba de que hablaban, los veía dormidos en las combis y me preguntaba hacía donde iban y que vidas llevaban, leía palabras como "Canto Grande" y "Puente Piedra" que no entendía pero me sonaban sumamente poéticos. Me preguntaba cómo era el pueblo del nombre "Peaje", cuyos luces brillaban en la oscuridad del desierto.
Desde entonces he aprendido un montón de cosas. No solo de Perú sino tambien de mí misma. Me di cuenta que hablar el castellano ha despertado cosas en mí que desconocía. No sentía el mismo miedo de expresarme como me sucedía en checo. He descubierto que ese miedo causado por el hecho de no saber lo suficiente, el hecho de no ser perfecta que tanto me paralizaba siendo checa entre los checos, ese miedo desaparecía al convertirme en la extranjera que no tenía que hablar bien y de la que hasta se esperaba que sea diferente. Era algo muy liberador, algo que me ha ayudado a desenvolverme.
El español no era el primer idioma que estaba aprendiendo, pero ni con el ruso ni con el inglés me ha sucedido algo parecido, porque no los tenía asociados con nada concreto. En cambio el español era parte de algo más complejo que no aprendía para aprenderlo, sino para entender un mundo. He descubierto muchas paralelas entre el checo y el español, sobre todo en la manera de decir las cosas, de crear las frases, en la flexibilidad de las palabras. Se dice que el español es fácil de aprender, por lo menos en el principio. Yo comencé leyendo y escribiendo cartas. En esa época pasaba mucho tiempo viajando en tren de Praga a Moravia. Todos los fines de semana emprendía el viaje de 5 horas y me lo pasaba con mi libro y el diccionario, escribiendo. Pero igual, al llegar a Perú la segunda vez, no entendía mucho. Podía decir casi todo lo que necesitaba pero acostumbrarme a la velocidad y la habla de los limeños fue mas difícil. El misterio de las palabras seguía ahí, y llegar a comprenderlas se ha vuelto una pasión para mí. Vivir aprendiendo me causaba mucha satisfacción. Después de los siete meses soñaba en castellano.
Antes, cuando hablaba conmígo misma, me hablaba en dialecto praguense a pesar de que en voz alta no era capaz de dejar mi acento moravo. Ahora ya adopté el acento praguense y el moravo no me sale, pero en mi mente me hablo en castellano. No siempre, pero muchas veces es así. No sé porqué, pero hablando castellano soy otra. Más expresiva, más comunicativa y más alegre. Pero también más atrevida, más coqueta y más grosera. Por lo menos eso creo. Porque no lo sé. No puedo saber como es mi versión en español. Igual que nunca sabré como suena cuando hablo, que tan fuerte es mi acento o cuantos errores cometo. ¿Pero qué importa? Lo importante es que hay personas que a pesar de todo entienden lo que digo.
Me sucedió cuando he cruzado el Atlantico en mi primer viaje a Perú. Y aunque hasta ahora no llego a descubrir porqué y para qué este vínculo se ha hecho tan fuerte, le encuentro cierta lógica. Uno tiene que tener una predisposición para poder apreciar y querer ciertas cosas, paisajes o personas. Yo inmediatamente reconocí que llegué al lugar de mis sueños, o mas bien a un lugar del cuento que ni me atreví a pensar que existía. No es que hubiera encontrado algo tan bello o idílico, pero era algo fuerte que no podía ni quería resistir. Una fuerza que hasta ese momento en mi vida faltaba. De repente no importaba que no hablara el idioma, simplemente decidí comprenderlo, comunicarme de todas maneras.
Si ahora me pregunto que cosa fue que me gustó tanto, no podría decirlo. Fueron unos veinte días en los que solo he visto Lima y la costa del norte. Muchas cosas me han chocado, sorprendido, me han dado pena, me han encantado o disgustado. He visto sitios y personas que me daban miedo. Pero no pude dejar de sentir la atracción y curiosidad. No siempre lo atractivo debe ser positivo. O sea, puede ser positivo por despertar fuertes emociones, si es lo que buscamos. E igual, no todo lo desconocido tiene que ser atractivo, pero lo puede ser si nos interesa. A mí me interesaba. Miraba la gente en la calle y me preguntaba de que hablaban, los veía dormidos en las combis y me preguntaba hacía donde iban y que vidas llevaban, leía palabras como "Canto Grande" y "Puente Piedra" que no entendía pero me sonaban sumamente poéticos. Me preguntaba cómo era el pueblo del nombre "Peaje", cuyos luces brillaban en la oscuridad del desierto.
Desde entonces he aprendido un montón de cosas. No solo de Perú sino tambien de mí misma. Me di cuenta que hablar el castellano ha despertado cosas en mí que desconocía. No sentía el mismo miedo de expresarme como me sucedía en checo. He descubierto que ese miedo causado por el hecho de no saber lo suficiente, el hecho de no ser perfecta que tanto me paralizaba siendo checa entre los checos, ese miedo desaparecía al convertirme en la extranjera que no tenía que hablar bien y de la que hasta se esperaba que sea diferente. Era algo muy liberador, algo que me ha ayudado a desenvolverme.
El español no era el primer idioma que estaba aprendiendo, pero ni con el ruso ni con el inglés me ha sucedido algo parecido, porque no los tenía asociados con nada concreto. En cambio el español era parte de algo más complejo que no aprendía para aprenderlo, sino para entender un mundo. He descubierto muchas paralelas entre el checo y el español, sobre todo en la manera de decir las cosas, de crear las frases, en la flexibilidad de las palabras. Se dice que el español es fácil de aprender, por lo menos en el principio. Yo comencé leyendo y escribiendo cartas. En esa época pasaba mucho tiempo viajando en tren de Praga a Moravia. Todos los fines de semana emprendía el viaje de 5 horas y me lo pasaba con mi libro y el diccionario, escribiendo. Pero igual, al llegar a Perú la segunda vez, no entendía mucho. Podía decir casi todo lo que necesitaba pero acostumbrarme a la velocidad y la habla de los limeños fue mas difícil. El misterio de las palabras seguía ahí, y llegar a comprenderlas se ha vuelto una pasión para mí. Vivir aprendiendo me causaba mucha satisfacción. Después de los siete meses soñaba en castellano.
Antes, cuando hablaba conmígo misma, me hablaba en dialecto praguense a pesar de que en voz alta no era capaz de dejar mi acento moravo. Ahora ya adopté el acento praguense y el moravo no me sale, pero en mi mente me hablo en castellano. No siempre, pero muchas veces es así. No sé porqué, pero hablando castellano soy otra. Más expresiva, más comunicativa y más alegre. Pero también más atrevida, más coqueta y más grosera. Por lo menos eso creo. Porque no lo sé. No puedo saber como es mi versión en español. Igual que nunca sabré como suena cuando hablo, que tan fuerte es mi acento o cuantos errores cometo. ¿Pero qué importa? Lo importante es que hay personas que a pesar de todo entienden lo que digo.
29 ene 2010
La escapista
Ultimamente me cuesta escribir. No sé que decir, de que hablar. Me siento tonta. Otra vez me afierro a la imagen que no me obliga analizar y pronunciar palabras concretas. De pronto serán dos meses desde que me fuí de Perú pero hasta ahora no siento volver del todo. Todas mis idas han sido difíciles, y esta no fue diferente.
En uno de mis posts anteriores digo: "Hasta ahora no llego a descifrar la razón por la cual no puedo dejar de extrañar el Perú. Pero ya ni trato de entender, simplemento lo acepto". Pero ahora veo que no es así, que la question "porqué" sigue aquí y yo trato de darles algún sentido a mis viajes, que muchos de mi alrededor llaman escapes.
Hasta tuve una conversación con un sicólogo sobre el tema. Y él al escucharme me dijo que según parece, mis estadías en Perú son una especie de vacaciones, o sea un tiempo en el que me libro de las presiones y responsabilidades de mi vida cotidiana. Un escape de mi realidad. Y los regresos a esa realidad obviamente me resultan duros. Pero, dijo tambien, la questión no es porqué me gusta estar de vacaciones sino porqué me resulta tan difícil vivir mi realidad.
Me llamó la atención la comparación de mis tiempos en Perú con las vacaciones. Hace un tiempo escribí un post sobre el tema (Las vacaciones). En él contaba sobre el colegio, que lo veía como pérdida de tiempo, una obligación que me impedía hacer lo que realmente me gustaba. En este sentido las vacaciones era mi tiempo soñado, en él me sentía libre y feliz. Desde que tenía diez cada verano iba a acampar por tres semanas con un grupo de pioneros. Era la primera experiencia de estar sin los padres y aprender a ser independiente. Me encantaba. Pero cuando el campamento se acababa y yo regresaba a casa, no paraba de llorar. Me encerraba y no hablaba con nadie, sabiendo que era imposible compartir la experiencia con gente que no la ha vivido. En unas semanas me acostumbraba, pero el resto del año no dejaba de soñar. Y el dibujo me servía como soporte de mis sueños. Hasta ahora guardo una libreta llena de dibujos que hice en las clases. Están llenos de niños en bosques o en islas perdidas en el océano.
Y parece que desde entonces no ha cambiado mucho. Desde hace diez años no dibujo otra cosa que el Perú. De vez en cuando me escapo al bosque y volver a las clases me choca. Y no dejo de soñar. Pero, tambien me pregunto si realmente me gustaría acampar todo el año. Y que tal si resultaría que extraño las clases?! O que la isla bonita perdió sus encantos al darme cuenta que allí me quedaré para siempre? Y de allá a donde me escaparía?
En uno de mis posts anteriores digo: "Hasta ahora no llego a descifrar la razón por la cual no puedo dejar de extrañar el Perú. Pero ya ni trato de entender, simplemento lo acepto". Pero ahora veo que no es así, que la question "porqué" sigue aquí y yo trato de darles algún sentido a mis viajes, que muchos de mi alrededor llaman escapes.
Hasta tuve una conversación con un sicólogo sobre el tema. Y él al escucharme me dijo que según parece, mis estadías en Perú son una especie de vacaciones, o sea un tiempo en el que me libro de las presiones y responsabilidades de mi vida cotidiana. Un escape de mi realidad. Y los regresos a esa realidad obviamente me resultan duros. Pero, dijo tambien, la questión no es porqué me gusta estar de vacaciones sino porqué me resulta tan difícil vivir mi realidad.
Me llamó la atención la comparación de mis tiempos en Perú con las vacaciones. Hace un tiempo escribí un post sobre el tema (Las vacaciones). En él contaba sobre el colegio, que lo veía como pérdida de tiempo, una obligación que me impedía hacer lo que realmente me gustaba. En este sentido las vacaciones era mi tiempo soñado, en él me sentía libre y feliz. Desde que tenía diez cada verano iba a acampar por tres semanas con un grupo de pioneros. Era la primera experiencia de estar sin los padres y aprender a ser independiente. Me encantaba. Pero cuando el campamento se acababa y yo regresaba a casa, no paraba de llorar. Me encerraba y no hablaba con nadie, sabiendo que era imposible compartir la experiencia con gente que no la ha vivido. En unas semanas me acostumbraba, pero el resto del año no dejaba de soñar. Y el dibujo me servía como soporte de mis sueños. Hasta ahora guardo una libreta llena de dibujos que hice en las clases. Están llenos de niños en bosques o en islas perdidas en el océano.
Y parece que desde entonces no ha cambiado mucho. Desde hace diez años no dibujo otra cosa que el Perú. De vez en cuando me escapo al bosque y volver a las clases me choca. Y no dejo de soñar. Pero, tambien me pregunto si realmente me gustaría acampar todo el año. Y que tal si resultaría que extraño las clases?! O que la isla bonita perdió sus encantos al darme cuenta que allí me quedaré para siempre? Y de allá a donde me escaparía?
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