
Lima. Una vez más tengo la oportunidad de hundirme en ella y através de la neblina tratar de ver las cosas con mas claridad. Me gusta volver pero no me emociono de estar aquí. Me gusta y no me gusta, creo que necesito de contradicciones. Hasta ahora no llego a descifrar la razón por la cual no puedo dejar de extrañar el Perú. Pero ya ni trato de entender, simplemento lo acepto. Cuando la gente me pregunta por qué he venido, no sé contestar bien, y es que no vengo a hacer algo realmente especial, algo que no podría hacer en Praga. No. Es que solo quiero estar, estar un tiempo tratando de explorar más del extraño vínculo que tengo con este lugar.
En los últimos días que estaba viendo la tele y leyendo los periódicos, tratando de enterarme de lo que está pasando en el Perú, me llamó la atención la crítica del (no)funcionamiento de los espacios públicos en Lima, los proyectos absurdos de los alcaldes, invirtiendo en obras que al final no le sírven mucho al público. Lo cierto es que el espacio público en Lima es muy difícil de habitar. Muy rara vez se permite a la gente que lo usara según como ellos quisieran. No está hecho para agradar sino mas bien para impresionar, para representar al alcalde, decir: miren cuanto he invertido en ustedes. Y sí, muchas veces solo es para mirar. El césped está para que se cuide, no para que crezca y menos para que la gente se siente o acueste en él. Es algo que daría mal impresión, atraería gente no tan representativa. Hay que mantenerlo todo en orden, el césped, las plantas, los arbustos, todo bien dominado, nada demasiado natural (que lo salvaje se quede en el campo). Y todo bien vigilado (te estamos protegiendo), pero no para que te sientas a gusto, sino para ayudar a mantener la orden, una orden que muchas veces es absurda, que impide hacer cosas que permitirían identificarse mas con el lugar, como por ejemplo hacer la parrillada en un parque que está al frente de mi casa. Y si no me permiten usar el espacio, tampoco voy a aprender a cuidarlo, porque no lo voy a considerar mío.
Esa sensación la conozco. Eso de sentir miedo en mi propio país, la desconfianza hacía los demas, la obligación de cumplir las ordenes sin sentido, el sentirse atrapado y culpable siempre... La experiencia de vivir en un sistema autoritario no parece ser muy diferente de la experiencia de un peruano. Estar emitido a una subestimación constantánea, ser considerado insuficiente de hacer decisiones independientes y por eso requerir de una autoridad que conozca mejor de nuestras necesidades.
La gente no se siente comprometida con el mundo que los rodea. No siente la responsabilidad porque no son ellos quienes hagan las decisiones. No se sienten obligados de cuplir las leyes porque no se identifican con las autoridades que las habían creado. La culpa se le echa a la autoridad. Donde no hay libertad, no hay responsabilidad. Pero me pregunto porque esto pasa en el Perú, donde la gente elije sus autoridades en unas elecciones democráticas? Me imagino que tendrá que ver con el concepto colonial que se va arrastrando através de los ciglos por todo lo que pasa en este país.
El proceso del cambio de un sistema autoritario hacía una sociedad civil lo asemejaría al paso de la infancia hacía la madurez. Se trata de admitir que a parte de ser un idivíduo formo parte de una família o de una sociedad, y que tengo obligaciones hacía ella. Pero, eso es lo mas difícil y se aprende con el tiempo. Y, en general, primero hay que pasar por una revuelta en contra la autoridad, para definirnos quienes somos como indivíduos. En este sentido los checos aún no alcanzamos a salir de la pubertad. En el caso de Perú me parece que sigue en una infancia prolongada y no muy idílica. Es un niño muy listo pero un poco facilista. Aún debe seguir en el colegio, ya ha aprendido a contar, pero falta que aprenda a leer y escribir. Cuando lo sepa, de repente se dará cuenta de todo lo que puede hacer y cuanto valor tiene.