Mucho tiempo creía ser capaz de reconocer qué me hacía bien y qué me hacía daño. Creía que sabía cuando estaba viviendo algo bueno, y cuando lo bueno dejaba de ser bueno y se convertía en algo difícil con que había que luchar, o que había que aguantar, hasta convertirse en algo malo. Pero en los ultimos años me di cuenta que mi deseo de estar bien es tan fuerte que me hace engañarme a mí misma. Es un poco perturbador saber eso, y me gustaría poder aprender de ello para no volver a vivirlo. Pero en verdad no sé para que me sirve saber que lo que pienso estar viviendo dentro de un tiempo puede resultar a ser otra cosa, si en el momento cuando lo vivo no llego a descifrarlo.
Tampoco logro a conciliar mis dos caras, la tranquila y razonable, y la curiosa e inquieta. Siguen en conflicto y cuando una de ellas parece estar ganando, la otra no tarda en cruzarle el camino y cambiarle los planes. Y yo queriendo seguir las dos voy cambiando de rumbos y perdiendome cada rato. La primera es la que valora lo que tiene, lo cuida, protege, mantiene, echa raíces, odia los conflictos. La otra quiere conocer, le gustan los cambios, el movimiento, actividad e independencia. Parecen contradecirse, pero una sin otra no puede existir, pierde el sentido. Una va hacía la otra hasta negarse a sí misma. Solo pueden coexistir en una lucha interminable.
Y así sucede que a veces prefiero vivir algo intenso sin saber hacía donde me lleva, arriesgando las seguridades y a veces perdiendolas para siempre. Perdiendo algo bueno, que quizás algun día resultaría no tan bueno, cambiandolo por algo desconocido e intenso, y por eso bueno, que dentro de un tiempo tambien puede resultar malo. No sé como el tiempo puede cambiar las cosas, si es el tiempo que las cambia, o soy yo misma. Solo sé que así tiene que ser, y si no, sería insoportable para una de las "yo". Igual como lo es ahora.
Mejor no sigo, aunque dudo que es esta la verdad a la que deseaba llegar.
25 feb 2011
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